Hoy es 1 de noviembre, Día Mundial del Veganismo, así que es una jornada muy especial para todas las personas que formamos parte de este movimiento imparable. Por eso, hoy no quiero hablar de un tema en concreto, sino hacer un repaso por la actualidad del veganismo y por las diferentes cuestiones que he ido tratando en el blog durante los últimos meses.
Este año, nuevamente el movimiento animalista se ha topado con la inacción de las autoridades. Me refiero, concretamente, al caso de Vivotecnia. Reconozco que, como muchas otras personas, me ilusioné pensando que los animales saldrían de ese centro de los horrores gracias a la acción de los activistas, pero fue muy frustrante ver que finalmente no ha sido así, y que los animales siguen sufriendo la experimentación en muchas partes del mundo, porque desgraciadamente, este no ha sido el único escándalo a este respecto que hemos visto este año. La buena noticia es que se ha abierto un debate sobre el uso de animales en el ámbito científico, y en algunos países, como México, este ha sido prohibido en la industria cosmética.
Por otro lado, en pleno siglo XXI sigue habiendo circos con animales en los que estos son obligados a realizar absurdos números a base de entrenamientos muy duros, que por supuesto nunca se ven. También siguen existiendo zoológicos y acuarios donde los animales son expuestos como objetos y alejados de su hábitat e instintos naturales. En este sentido, la orca Lolita, capturada en el mar para ser trasladada a un diminuto estanque de Miami, ha tenido su espacio en algunos medios de comunicación. Ojalá los animalistas que están luchando por llevarla a un santuario cumplan su objetivo. En España, el movimiento lleva años tratando de sacar a la elefanta Susi del zoo de Barcelona. Aún no es tarde para que esta pueda pasar sus últimos años en un lugar mejor, y desde luego su caso está sirviendo como ejemplo para mostrar la otra cara de los zoos.

Con respecto a la peletería, este Día Mundial del Veganismo también podemos destacar el gran paso adelante que ha dado Estonia al prohibir las granjas peleteras, mientras que Israel se ha convertido en el primer país del mundo que prohíbe la venta de pieles, aunque también hay que decir que no podemos alabar a un país que no respeta los derechos humanos y que quizá solamente se pone la bandera del veganismo para dar buena imagen. Recientemente, hemos visto como cada vez más marcas de moda dejan de usar pieles en sus colecciones.
De vuelta a España, la tauromaquia no ha dejado de darnos titulares en los últimos meses: volviendo a los municipios después de que la pandemia haya impedido los festejos taurinos durante un tiempo, un toro asesinado a golpes tras escapar de un concurso de recortes, el fin de las corridas en Gijón; o en Portugal, la prohibición de acudir a dichos espectáculos para los menores de 16 años. Buenas y malas noticias que, todas ellas, nos permiten adivinar que la tauromaquia está dando sus últimos coletazos y que si se sostiene es únicamente por las subvenciones que recibe el sector. A los festejos taurinos no les quedan muchos años, pero necesitamos políticos valientes como la alcaldesa de Gijón que no se dejen llevar por un puñado de votos ni por intereses que no son los mayoritarios. Y prueba de ello fue la gran manifestación organizada por PACMA el 18 de septiembre, Misión Abolición.
La caza también ha dado de qué hablar en los últimos meses, sobre todo tras la prohibición de la caza del lobo. Para algunos vale más el placer de matar que la conservación de una especie y el respeto a la vida de otros seres sintientes, que por desgracia, a veces están respaldados por las propias instituciones. Desde las Islas Feroe, nos llegaban hace poco las terribles imágenes de la matanza de más de 1400 delfines, que provocó la respuesta de rechazo de internautas de todo el mundo, y el propio Gobierno se vio obligado a hablar al respecto. ¿Hasta cuándo los gobiernos van a seguir permitiendo esta crueldad? En España, se ha dado un paso importante con respecto a los lobos, pero otras especies como los jabalíes, conejos o perdices siguen siendo vistos como objetivos para los cazadores.

Por otra parte, la ganadería sigue empeñada en transmitir a sus clientes o potenciales compradores una imagen de bienestar animal, aunque pocas cosas hay más falsas que esto. Otras personas son también engañadas por lo ecológico, mientras que rechazan las granjas industriales de las que se ven imágenes espantosas. Pero ni la ganadería mal denominada ecológica, ni la extensiva son éticas ni sostenibles. Por eso, un día como hoy es necesario decir que la solución al maltrato animal no está en el sello que lleva el envase de unas chuletas, sino en dejar de contribuir a la explotación de todo tipo.
Hace poco tiempo era impensable encontrar productos veganos alternativos a la carne en grandes cadenas de supermercados, en multinacionales de comida rápida o en empresas tradicionalmente dedicadas a la carne o los lácteos que hace años ridiculizaban el veganismo. Hoy en día es más fácil dar el paso, y cada vez más gente lo hace. Hay quienes no ven que esto sea una buena noticia porque la industria de los productos de origen animal sigue facturando millones de euros, pero es que este es un camino lento, muy lento. Ninguna revolución, ninguna reforma y ningún cambio social se gestó de un día para otro, sino tras años, e incluso décadas o siglos de explotación. No podemos pretender que todo el mundo sea vegano de hoy para mañana, que toda la población deje de ir al McDonald’s y que la industria cárnica, láctea o la de los huevos se hundan. Realmente me gustaría que eso pasara y que avanzásemos a una mayor empatía, tanto con los animales no humanos como con los humanos, pero soy consciente de que estamos todavía lejos de eso.
Aún así, es innegable que algo está cambiando en las conciencias de la gente, porque si no ciertas empresas que explotan animales no invertirían tanto en campañas publicitarias de lavado de imagen. Cada vez crece más y más el número de personas veganas y vegetarianas, e incluso algunos gobiernos instan a reducir el consumo de carne. No podemos ver esto como una mala noticia, a pesar de todas las contradicciones que podamos encontrar.