El veganismo abarca todos los aspectos de mi vida, y está presente prácticamente en cada paso que doy, en mis decisiones y en mi forma de ver el mundo. Quien se hace vegano por respeto a los animales y tras abrir los ojos acerca del sistema de explotación que hemos creado tiene muy claro que esto es una filosofía con unos valores concretos, y no una dieta ni tampoco una moda. Y digo esto porque hay gente que lo ve así, que piensa que el veganismo es una dieta para adelgazar o para estar más saludable (aunque también están los que piensan que no es nada sano), y gente que piensa que es una moda pasajera. ¡Vaya con esta moda!, que dura ya más de cinco años, que es el tiempo que llevo escuchando que esto es una moda.
Por supuesto, hay gente que llega al veganismo con la intención de adelgazar, o quizá por imitación de determinados influencers, pero si estas personas llegan realmente a comprender lo que es realmente el veganismo, no volverán atrás. Si lo único que les importa es su aspecto físico o comer bien, entonces están siguiendo una dieta basada en plantas, pero, sin caer en el error de juzgar por una etiqueta, diré que no son veganos porque no llegan a entender realmente lo que esto significa y puede que mientras comen vegetales, vayan a un zoológico o a un circo, vistan con pieles o acudan a comprar un perro en lugar de adoptarlo.
Y es que el veganismo es mucho más que una dieta. La alimentación es una parte muy importante de esta filosofía, ya que nos influye en algo tan básico y necesario como es nutrirnos, pero no es su única vertiente, porque el veganismo afecta absolutamente a todo nuestro consumo, ya sea de alimentos o no. Por eso, más que en la comida o en la dieta, diría que la clave del veganismo está, precisamente, en el consumo, ya que este rechaza todo aquello que proceda de un animal o para cuya producción se hayan utilizado animales, como cualquier artículo de cuero, una entrada al circo, una excursión escolar a una granja, montar a caballo, la caza y la pesca, cosmética testada en animales, zapatos sintéticos que llegan pegamento con algún componente de origen animal, un evento taurino, etc. Es la forma de vida más respetuosa con todos los seres del planeta que conozco. Sí, también con las plantas. Para los que dicen que los veganos matamos a las plantas, que sepan que los carnistas o los omnívoros provocan la muerte de más vegetales al consumir animales para los que se necesitan grandes extensiones de terreno en los que se cultivan los granos con los que se fabricará su pienso.

Y no por haber llegado a este punto de vista nos creemos superiores, sino todo lo contrario. Las personas veganas no nos sentimos superiores a nadie, y precisamente por eso, somos veganas. Pero a lo que me gustaría llegar con esta reflexión es a mis conclusiones sobre cómo me afecta el veganismo, como he dicho antes, en todos los aspectos de mi vida, porque es algo en lo que pienso constantemente, ya que me gusta actuar en torno a mis valores. Pero cuando hablo de «afectar» no necesariamente me refiero a algo negativo. Por el contrario, ser vegana es la mejor decisión que he tomado en mi vida y jamás daría marcha atrás, a pesar de los momentos incómodos que se dan, sobre todo, por la incomprensión del resto de la sociedad.
Por poner varios ejemplos, ser vegano implica preguntar por absolutamente todos los ingredientes de los platos cuando vamos a restaurantes no veganos, o pedir dos primeros porque los segundos son todos de carne o pescado (y a veces ni siquiera hay un solo primero que sea cien por cien vegetal), hacerte un tanto antisocial cuando no tienes amigos ni familiares veganos, rechazar invitaciones a comer o a ciertos eventos, estar incómodo en cenas de empresa o cenas de Navidad donde todos están la mar de contentos, tratar de sacar a una mosca de casa antes de que tu madre la mate de un manotazo, no poder evitar sacar el tema del veganismo tras oír según qué cosas (o por el contrario, no mencionarlo para que no acabe en una discusión o para no ser juzgado), preocuparse por qué tipo de comida damos a los perros o gatos con los que convivimos, no mirar hacia otro lado cuando nos encontramos a una paloma herida en mitad de una plaza donde nadie le hace el más mínimo caso, saber con quién vas a entablar una amistad y con quién esto va a ser tarea imposible, no mentir a los niños y niñas sobre la procedencia de lo que comen, quedarse con media lista de la compra sin tachar cuando vamos a un supermercado donde no tienen opciones (aunque esto cada vez pasa menos), quedarnos con hambre cuando vamos a una comida en la que nadie ha pensado en nosotros o en la que se nos dice que apartemos la carne y comamos el resto, y un largo etcétera.
Estas situaciones se nos presentan continuamente, y muchas veces sin que las esperemos. Hay personas que tienen la suerte de que sus amigos más cercanos también son veganos o que su familia acepta esa decisión, y quizá tengan que lidiar menos con determinados momentos incómodos, aunque inevitablemente, estos acaban presentándose aunque sea en otros contextos. Sin embargo, nuestra conciencia está tranquila, y no por contentar a nadie vamos a sentirnos mal. Vuelvo a repetirlo: ser vegana es la mejor decisión que he tomado.