En este país, no siempre es fácil ayudar a un animal en peligro, pues tanto las administraciones como las fuerzas de seguridad del Estado, en ocasiones, te ponen trabas o eluden su responsabilidad. Sé que estoy generalizando, y que a veces las cosas funcionan como deberían, pero es que son ya muchos casos en los que la Guardia Civil o la Policía no ha cumplido con su obligación cuando de salvar la vida de un animal se trata.
No sé a qué se debe esto. Puede que a un cierto desconocimiento de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado y de las administraciones sobre cómo actuar en casos de maltrato o abandono. Puede que sea pura pasividad. Puede que no le den tanta importancia como si se tratara de seres humanos. O puede que a veces las leyes vayan a favor de los maltratadores. No lo sé, pero lo cierto es que hay veces en que las denuncias no son suficientes para salvar a un animal en peligro.
Por ello, y por poner algunos ejemplos, hay perros encadenados de por vida por los que ningún ente poderoso hará nada; o perros de cazadores que, como son usados para la caza y no se consideran domésticos, parece que no importa que estén en condiciones lamentables; o animales de granja que como son para consumo y nacen con la única finalidad de ser asesinados en mataderos, poner huevos o producir leche, difícilmente se salvarán si los ganaderos incumplen la normativa con respecto a su trato, que ya de por sí es una normativa que aboga por el maltrato. También hay matanzas ilegales (por parte de ganaderos o particulares) en muchos pueblos de las que todo el mundo sabe (incluida la Guardia Civil), pero como se ha hecho siempre, no pasa nada porque se esté cometiendo un delito. Algunas de esas matanzas, por cierto, se hacen con el objetivo de vender el animal muerto, ya sea un cerdo, un cabrito, un cordero o un pollo, con el peligro que eso conlleva en materia de sanidad. Pero como son animales y no humanos, no pasa nada.
Mi experiencia
Dicho lo anterior, me gustaría contar mi última experiencia tratando de salvar a un perro abandonado.
Un día, iba en coche por una carretera que pasa por un pueblo cercano al mío. Justo a la salida de ese pueblo, un perro de color marrón y tamaño más bien grande se lanzó al coche. Lo primero que pensé es que era de algún ganadero o cazador de la zona, pues no sería la primera vez que sus perros andan sueltos a sus anchas, y como era una parte tan cercana al pueblo (al lado de un comercio, una gasolinera, un taller mecánico y el propio cuartel de la Guardia Civil), no pensé que estuviera abandonado. Además, desgraciadamente es una zona ganadera y donde predomina la actividad cinegética, así que no me extrañó nada que ese perro fuera utilizado para uno de esos fines.
A los pocos días, la escena se repitió. Pasé con el coche y el perro se lanzó. Días después, lo mismo, pero en esta ocasión el animal estaba sentado en la cuneta. En ese momento fue cuando sospeché que podría estar abandonado, e incluso haber sido atropellado o estar herido, ya que no se lanzó al coche como las otras veces.
Así, me decidí a llamar a la Guardia Civil, y la respuesta del agente que contestó el teléfono fue: «ya tenemos constancia y hemos tratado de capturarlo pero ha sido imposible, así que hemos dado aviso al Ayuntamiento porque es su competencia». Y yo pensé: «vale, entiendo que hayan tenido dificultades para coger al animal, pero me parece increíble que le pasen la pelota al Ayuntamiento y digan que es competencia de este cuando no es así». Esto, por cierto, se repite mucho en las administraciones españolas. Nada es competencia de nadie y todos se pasan la pelota.
Además, era domingo y nadie del Ayuntamiento iba a trabajar ese día (y por lo visto, tampoco los anteriores, porque si realmente la Guardia Civil les había dado aviso, no habían mostrado, aparentemente, demasiado interés por el animal). En este caso, no solo se trataba de un animal abandonado con riesgo de ser atropellado, sino que también estaban en peligro los humanos que pasaban con sus coches, pues podría haber provocado un accidente.
Tras hablar con la Guardia Civil, comenté el caso con dos trabajadores de la protectora de animales más cercana, a los que me encontré por casualidad ese mismo día. Una de las trabajadoras hizo, de nuevo, una llamada a la Guardia Civil, y le comentaron lo mismo que a mí. También me dijo que era bastante frecuente que los agentes no quieran trabajar en estos casos, pero que es su deber ir con el lector de microchip para comprobar si está registrado y hablar, en ese caso, con el propietario; y en caso contrario, con la protectora.
Ese domingo fue el último día que vi al perro en la carretera. Quiero pensar que finalmente fue rescatado. Que si había sido abandonado o maltratado no haya vuelto con su propietario, si es que tenía chip. Y que ahora es feliz en una casa de acogida o en un hogar definitivo. Pero realmente no sé si ha sido así, porque existe la misma probabilidad de que fuese atropellado o muriese de hambre y frío.