¿Por qué no comer huevos?

Por qué no comer huevos

¿Huevos tampoco? Es una de las preguntas habituales que las personas veganas estamos acostumbradas a escuchar. Y es que a la gente le sorprende mucho que también excluyamos de nuestra alimentación estos productos. Pero realmente, hay muchas razones para no consumirlos.  

En primer lugar, la propia definición de «vegano» excluye el consumo de huevos, pues una persona vegana no come nada de origen animal. Si comiésemos huevos, no seríamos veganos. Quizá podríamos denominarnos vegetarianos o decir que seguimos una dieta a base de plantas. Es sencillo.  

En segundo lugar, hay muchas razones para no consumir huevos, ni siquiera ecológicos. La selección genética, la explotación de las gallinas, las condiciones en las que viven, el asesinato de estas cuando ya no son útiles para la industria… Lo cierto es que ninguna gallina escapa a estas circunstancias, ni siquiera las de tu tía del pueblo

Selección genética 

Hacia la mitad del siglo XX, comenzó a desarrollarse la ganadería intensiva, como consecuencia del desarrollo de determinadas técnicas que mejoraban la rentabilidad de los ganaderos. Una de estas técnicas es la selección genética, algo que, por otro lado, venía desarrollándose muchos siglos antes, prácticamente desde la domesticación de los animales.  

La selección genética consiste en escoger a determinados ejemplares para reproducirlos y lograr animales con características concretas, como una estética determinada (por ejemplo, el mal llamado toro de lidia o los perros salchicha), una mayor producción de leche (como las mal llamadas vacas lecheras) o una mayor producción de huevos (como las mal llamadas gallinas ponedoras).  

En la naturaleza, los huevos de las gallinas cumplen una finalidad reproductiva. Cuando son fecundados, se forma en ellos un pollito. Pero el consumo de estos como alimentos ha modificado totalmente esta naturaleza a causa de la selección genética, y sin la intervención del ser humano, las gallinas pondrían unos 20 huevos al año, durante la etapa de reproducción, mientras que en las granjas (o en la finca de tu tía del pueblo) ponen unos 300. ¿Por qué? Porque están seleccionadas genéticamente para ello.   

Imagen de Andreas Göllner en Pixabay

Esto en lo que respecta a las gallinas llamadas «ponedoras», un concepto inventado por el ser humano, pues en la naturaleza no existe esta raza. Otros tipos de gallinas, como las famosas araucanas, cuyos huevos son de color azul, también han sido seleccionados genéticamente. Tal vez estos animales no llegan a poner 300 huevos al año, pero tampoco los 20 que pondrían originalmente. La selección no escapa a prácticamente ninguna gallina en la actualidad, a pesar de que algunos tipos de huevos nos los vendan como más naturales. Y sí, las gallinas que tu tía del pueblo ha comprado en una granja también están seleccionadas genéticamente y su tenencia solo sirve para alimentar el negocio

Sin embargo, las gallinas son incapaces de poner 300 huevos al año durante toda su vida. Su etapa productiva dura unos dos años. Llegado este momento, los ganaderos las envían al matadero para sustituirlas por otras, que a los dos años sufrirán el mismo destino. Pero la esperanza de vida de una gallina es mucho mayor. Estos animales pueden vivir hasta una década. Y sí, algunas de esas tías del pueblo también matan a estas aves a los dos años, cuando ya no les ponen un huevo al día para hacerse una tortilla «con huevos de gallinas felices». Después compran otras, y la historia se repite.  

La selección genética, además, trae otras consecuencias terribles para las gallinas y su salud. Esto a los ganaderos no les importa, porque solo les interesan los huevos. Por ello, jamás tratarán a un ave enferma. De hecho, muchas gallinas mueren en las granjas antes de los dos años (también en la finca de tu tía la del pueblo). Y no solo por las enfermedades, sino también por el hacinamiento, pues la mayoría de las ganaderías de producción de huevos son intensivas, y en ellas los animales viven en jaulas sin pisar jamás el suelo ni ver el sol. En jaulas en las que casi no pueden moverse, junto a otras gallinas. Algunas ni siquiera alcanzan al comedero para alimentarse. 

Otras granjas no mantienen a las gallinas enjauladas, y presumen de producir huevos de gallinas criadas en suelo. Pero estos animales no escapan al hacinamiento, y tampoco ven jamás la luz del día. Y es que las gallinas están muy condicionadas por los horarios, por lo que en las granjas se utiliza luz artificial para que reduzcan sus horas de sueño y pongan más huevos, o comiencen a ponerlos antes de la edad correspondiente. 

Y luego están las granjas ecológicas, en las que las gallinas no viven en jaulas ni encerradas en lugares cerrados, y tal vez puedan pisar la tierra, e incluso estar mejor alimentadas, pero siguen siendo granjas: los animales también están seleccionados genéticamente, también enferman sin ser tratados y también van al matadero a los dos años, cuando se reduce la puesta de huevos. 

Rentabilidad 

Pero esto no es todo. Hay otras prácticas igualmente despreciables y faltas de ética que son el día a día de las granjas. Por ejemplo, a las gallinas se les corta el pico por diversos motivos. De esta manera, no tiran tanto pienso cuando comen, porque lo que prima es la rentabilidad, y el pienso desperdiciado es dinero perdido para el ganadero. Tampoco se hacen tanto daño al picotearse entre ellas, pues el hacinamiento les provoca tal estrés que pueden llegar a lesionarse. Nuevamente, por rentabilidad, no por el bienestar de los animales. Y sí, a las gallinas de tu tía del pueblo también les han cortado el pico antes de que tu tía las comprara. O tal vez no. Tal vez han nacido de forma natural en esa finca rural tan idílica y nadie les ha cortado el pico. Pero siguen siendo gallinas seleccionadas genéticamente, con todos los problemas que ello conlleva.   

Imagen de Ralph en Pixabay 

Más allá de esto, no es tan difícil entender que explotar a un animal por sus huevos es innecesario, porque no necesitamos los huevos para sobrevivir. Además, si entendemos que nuestra relación con los animales ha de ser de respeto, no tiene ningún sentido comernos sus huevos. Es por ello que en muchos santuarios donde viven gallinas rescatadas de la industria se les dan sus propios huevos. De esta forma, recuperan nutrientes perdidos en la puesta, como el calcio. De hecho, la puesta de huevos es un esfuerzo enorme para estas aves, lo que implica que pierdan nutrientes que muchas veces no les son suministrados en las granjas, y tal vez tampoco en la finca de tu tía del pueblo. Si eres de una zona rural, tal vez hayas visto gallinas desplumadas o huevos con la cáscara un tanto blanda: falta de calcio.   

Otras veces, en algunos santuarios, se opta por poner implantes a las gallinas que impiden la puesta de huevos. De esta forma, se trata de revertir el daño causado por la selección genética y la posible aparición de enfermedades. 

Puede que pocas veces hayas tenido contacto con las gallinas, puede que no sepas que son animales maravillosos con los que puedes entablar una bonita relación, aunque tal vez estés acostumbrado a verlas en un estado de miedo o verlas escapar cuando se acerca un ser humano. Todo depende de la forma como las trates. Pero independientemente de la relación que tengas con las gallinas o la empatía que te puedan suscitar, hay muchas razones de peso para no consumir huevos.  

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