El antiespecismo es algo tan sencillo como la oposición a la discriminación por especies, es decir, al especismo, como su propio nombre indica. La existencia de ambos conceptos, el de especismo y el de antiespecismo, todavía es ignorada por gran parte de la sociedad, a diferencia de otros tipos de discriminación, como la racista o la sexista. Esto solo es una muestra más de que los animales siguen considerándose inferiores para la mayoría. Queda claro que vivimos en una sociedad especista, y nuestros hábitos, conversaciones y acciones del día a día pueden dar claros ejemplos de ello.
Pero las personas antiespecistas no nos consideramos superiores a los individuos de otras especies. Sencillamente, los humanos estamos en este planeta como los demás, somos también animales y no tenemos la necesidad de pisotear al resto de los seres con los que lo compartimos. Tal vez considerarnos superiores a ellos sea la mejor muestra de que no solo no lo somos, sino que más bien lo que ocurre es que la mayoría de las veces, somos ignorantes con respecto a los demás animales.
Y realmente, todos hemos sido especistas, porque hemos nacido en una sociedad que lo es. La mayoría de las personas hemos participado, de una manera u otra, de la explotación animal. La que escribe estas líneas también consumía carne, leche o huevos; también iba a encierros taurinos por presión familiar, o a alguna que otra matanza en el pueblo; y era la más feliz del mundo cuando un circo con animales llegaba al pequeño municipio, porque inconscientemente, consideraba que mi actitud egoísta de querer ver a un elefante era más importante que la sintiencia del propio animal. Pero eso no era algo malo, porque así me lo habían transmitido, ¿y cómo iba a cuestionar la educación que me habían dado las personas que más me quieren?
Después es cuando te das cuenta de que sí, hay que cuestionarse ciertas cosas. Pero es un camino de deconstrucción por el que ojalá pasara más gente. Un proceso en el que hay muchos conceptos clave, estos son algunos de ellos.
1. Respeto
A veces se pone la empatía como una de las claves del antiespecismo o del veganismo, y aunque muchas personas llegan a estos por su sensibilidad hacia los animales, lo cierto es que no necesariamente hay que sentir empatía con otros individuos ni ser un gran amante de los animales para comprender que es nuestro deber respetarlos. Tal vez no nos guste ver a una araña corriendo por la pared de nuestro salón, pero eso no implica que tengamos que matarla, un impulso común a la mayoría de las personas.
Ese respeto hacia los animales (no humanos, pero también humanos) puede traducirse en acciones concretas, desde servirnos de un papel y un vaso para llevar a esa araña a un lugar seguro hasta dejar de comer carne, pescado, lácteos, huevos o miel; dejar de usar pieles u otros tejidos de origen animal; dejar de usar productos testados en animales o marcas que recurren a esta práctica; no acudir a circos, zoológicos ni espectáculos con animales, etc., es decir, no participar con nuestro consumo en la explotación animal, o lo que es lo mismo, el veganismo.

2. Activismo
El antiespecismo no se queda únicamente en una teoría filosófica, ética o política, sino que no tiene sentido si no se toma partido en la lucha por los demás animales.
En este punto, hay muchas formas de pasar de la teoría a la acción, y puede que no todas sean válidas para todas las personas antiespecistas, pero eso no quiere decir que no se pueda hacer nada. Ejemplos de este tipo de activismo son las vigilias, el rescate de animales maltratados o el boicot a ciertas marcas, aunque algunos se olvidan del concepto anteriormente citado, el respeto, durante este tipo de acciones, y se lo toman como algo personal, en una actitud egoísta y de superioridad frente a otros activistas que nada tiene que ver con el antiespecismo.
De ahí que algunas personas, por este u otros motivos, opten por otro tipo de activismo, como puede ser una recogida de firmas, la participación en manifestaciones o la recaudación de fondos para entidades de protección animal. O por el activismo dentro de su profesión: periodistas que visibilizan la explotación animal, abogados que luchan por la defensa de los animales, vendedores que optan por ofrecer alternativas a los productos de origen animal, músicos que ponen su arte para dar voz a los animales, etc.
3. Derechos
Entender que los animales sí son sujetos de derecho es fundamental. Quienes dicen que no lo son porque no tienen obligaciones están afirmando que los bebés, por ejemplo, tampoco son sujetos de derecho, al no tener dichas obligaciones.
Los derechos de los animales siguen siendo un reto en la sociedad actual, aunque no han faltado propuestas en este sentido en las últimas décadas. Tal vez considerar que los animales tienen derechos es tomado como una ofensa por muchas personas que quieren seguir manteniendo una posición ficticia de superioridad. Pero aprender que no somos tan diferentes es el primer punto para respetar a los demás animales.