4 verdades sobre las gallinas «felices» del pueblo

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¿Por qué las personas veganas no comemos huevos, ni siquiera los de «la tía del pueblo«, que cuida tan bien a las gallinas y no las mantiene encerradas en jaulas? Esto es algo que incluso a muchas de nosotras nos cuesta entender cuando empezamos a informarnos sobre la explotación animal, hasta que nos damos cuenta de que las gallinas de «la tía del pueblo» en realidad no están tan bien. ¿Entonces por qué no comemos huevos? Y no, no es porque de los huevos vayan a nacer pollitos, ya que esto solo sucede cuando los huevos son fecundados e incubados.

Si todavía te haces esta pregunta, puede que no conozcas estas cuatro verdades sobre las gallinas «felices» del pueblo.

1. Encierro

Tendemos a pensar que las gallinas de los pueblos disfrutan de la libertad del campo, que se pasan el día picoteando la hierba y escarbando la tierra. Lo cierto es que aunque algunas sí lo hacen, muchas otras no tienen una vida muy distinta a las de las granjas y se mantienen siempre o casi siempre en gallineros pequeños y oscuros o en cuadras cerradas con suelo de cemento y un poco de paja. La limpieza de estos lugares suele brillar por su ausencia, porque claro, las gallinas son sucias por naturaleza y eso no exime de la responsabilidad de mantener sus espacios limpios. ¿No será que quienes son sucios son otros?

Que no pisen o se coman el huerto, el riesgo de que aparezcan depredadores, el hecho de que en espacios grandes a veces no es fácil localizar los huevos o la simple comodidad son algunas de las razones por las que hay personas que optan por mantener a las gallinas en espacios cerrados y sin acceso al exterior. Lo de los depredadores es más por quedarse sin huevos que por quedarse sin gallinas, por cierto.

2. Caldo

Las gallinas más «viejas» (suelen denominarse «viejas» las que alcanzan los dos años, si bien pueden llegar hasta los diez, aunque las gallinas explotadas por sus huevos suelen presentar problemas de salud que acortan su vida) acaban convirtiéndose en caldo porque dejan de poner huevos o reducen considerablemente las puestas y no es rentable seguir alimentándolas. De igual manera, los gallos que acompañan a muchas gallinas de pueblo suelen servir como cena llegado cierto momento.

Cuando las aves sufren alguna lesión, son heridas o enferman, para muchas tías del pueblo lo más fácil es convertirlas en caldo. A muchas les entra la risa cuando se les sugiere llevarlas al veterinario.

3. Compradas

Si crees que las gallinas de tu pueblo están completamente alejadas del sistema de explotación, te equivocas.

Las gallinas del pueblo normalmente son adquiridas a criadores (los mismos que crían a las gallinas de las granjas, porque son exactamente el mismo tipo de gallina) o nacen de huevos incubados por gallinas compradas previamente. También se venden en establecimientos o en mercadillos, y su compra alimenta el negocio de la explotación de estas aves. Normalmente, si te fijas en los puestos de venta de estas gallinas, observarás que se les ha cortado el pico, exactamente igual que en las granjas. De hecho, ese corte del pico que podrás ver en aves de muchos gallineros de pueblo te habla de su procedencia.

Imagen de Pixabay

4. Gallinas «ponedoras»

Las gallinas del pueblo también son las denominadas «ponedoras«, seleccionadas genéticamente para una producción exagerada de huevos. Tan exagerada que acaban presentando problemas de salud para los que nunca reciben tratamiento veterinario. Ninguna de las tías del pueblo que tan bien cuidan a las gallinas suele darse cuenta de que están enfermas y ni si quiera saben que la puesta les causa problemas, aunque muchas veces las convierten en caldo antes de que lleguen a aparecer estas enfermedades.

Cuando una persona vegana explica todo esto, a menudo recibe comentarios (excusas) como estos:

  • «Si las gallinas de mi tía del pueblo son de otra razas, no son ponedoras». ¿Y? Probablemente han sufrido la selección genética igual que las «ponedoras», y además, su compra también forma parte de un negocio de cría de gallinas de diferentes razas carente de ética, nacidas en incubadoras y vendidas por el simple capricho de tener gallinas «raras».
  • «Yo no exploto a mis gallinas. Ellas me dan sus huevos a cambio de que yo las alimente». Es sorprendente que a veces tengamos que explicar esto, pero no, las gallinas no te dan altruistamente sus huevos, los ponen a diario porque han sido seleccionadas genéticamente para ello y eso les genera graves problemas. Así que sí, están explotadas. No lo estarían si, por ejemplo, les pusieras implantes para que dejen de poner huevos.
  • «Es que mis gallinas no proceden de criadores». ¿Entonces, de dónde proceden? Independientemente de eso, no dejan de tener todos los problemas derivados de la selección genética y tu interés en ellas no va más allá de sus huevos.
  • «Mis gallinas nunca se convertirán en caldo». Perfecto, es buenísimo que no quieras matarlas, pero la respuesta es la misma que la que precede.
  • «Las gallinas de mi pueblo no viven encerradas y salen todos los días». Ok, la respuesta es, de nuevo, la misma.
  • «Mis gallinas no tienen acceso al exterior porque vivimos en el campo, hay zorros, perros asilvestrados y aves rapaces para las que son sus presas». ¿Te importa realmente que tus gallinas no sean depredadas, o más bien lo que te importa es que lo sean y ello te obligue a gastar el dinero en otras para seguir teniendo huevos?
  • «Si no me como los huevos, estos se desaprovechan, las gallinas no los quieren». Muchas gallinas se comen sus propios huevos (lo cual, por cierto, lleva a algunas tías del pueblo a convertirlas en caldo). Y sí, otras los dejan en el mismo sitio donde los ponen y no vuelven a acordarse de ellos, pero eso no cambia todo el problema de la selección genética. La cuestión no debería ser «me como los huevos porque si no se desaprovechan», sino «no compro gallinas porque no es ético, y así no tengo que preguntarme si comerme sus huevos». Pero si ya tienes gallinas, podrías informarte de cómo los santuarios de animales solventan esto. Algunos optan por devolver los huevos a las gallinas y dárselos como alimento. Otros hacen un gran esfuerzo económico para ponerles implantes, que dejen de poner huevos y sean realmente gallinas felices.

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