Las gallinas de granja nacen en una incubadora. Y las de tu pueblo también

Pollitos que nacen en una incubadora

La incubadora es un objeto imprescindible en la producción de huevos y carne de pollo. Esa gallina sentada encima de sus huevos para darles calor hasta que nacen sus pollitos es inexistente en las granjas, donde todo es artificial (también en las ecológicas o extensivas). Cabe recordar esto la próxima vez que alguien afirme que comer huevos o pollo es lo más natural del mundo.

Y es que una incubadora puede proporcionar calor a muchos más huevos que una mamá gallina, por lo que esta es la única opción rentable en la ganadería para la cría de estos animales. En la industria de los huevos, por cierto, los pollitos macho que rompen el cascarón en esa incubadora van a la trituradora porque no ponen huevos; y las hembras, habitualmente, a las jaulas de las que solo saldrán para ir al matadero.

Las gallinas de tu tía la del pueblo, por cierto, también nacieron en una incubadora, antes de ser trasladadas a la jaula de esa tienda donde las compró.

Todo ello es entendible en el ámbito de la industria, donde lo que se busca es rentabilidad, ya sea en el momento de obtener cientos de gallinas para poner huevos masivamente durante unos dos años en una granja o a la hora de obtener esos animales para vendérselos a todas las tías del pueblo.

¿Pero sabías que esto también se hace entre particulares? Pues sí. Basta con hacer una simple búsqueda en Internet para dar con vendedores de huevos fecundados de gallinas de diferentes razas para venderlos a personas que se creen amantes de estos animales pero su interés radica, principalmente, en los huevos. ¿Y si quien rompe el cascarón es un pollo y no una gallina? Hay un 50% de posibilidades de que esto pase, pero el señor lo que quiere es satisfacer su capricho de incubar huevos como si fuera una gallina. Tal vez ese pollo se convierta en la cena de Navidad.

Estos aficionados a la cría de gallinas a las que consideran objetos de producción tienen también otro capricho, el de las razas. No les basta con las denominadas «ponedoras» que venden en tiendas. Ellos necesitan algo más exótico. Araucana, Leghorn, Pita Pinta o Castellana son algunas de las que se comercializan más frecuentemente para la incubación artificial de huevos. Sus compradores, que realmente solo quieren rellenar hueveras para hacerse tortillas, tampoco suelen tener en cuenta que la puesta de estas gallinas es menor a la de las mal llamadas «ponedoras» y que su esperanza de vida es mayor, pues no están tan seleccionadas genéticamente.

¿Llegan esas gallinas a morir de viejas? Sin ánimo de generalizar y siendo realistas, la respuesta es no. Como las de tu tía del pueblo, acaban en el puchero cuando dejan de poner huevos. Ya hemos mencionado dónde terminan si son gallos.

Lo peor de todo es que hay ciertas personas que publicitan en redes sociales su maravillosa y natural vida rural, con sus gallinas y sus huevos diarios de los que se autoabastecen, puestos por gallinas criadas en su propia incubadora. Y van de naturales.

Más allá del postureo y de lo que pueda ser entendido como una afición, ¿alguien se ha planteado el debate ético en el hecho de traer al mundo a unos seres sintientes de esta manera, y encima para aprovecharse de ellos? Tal vez el problema es que no los vemos como lo que son, seres sintientes, sino como objetos de producción.

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