Cuando imaginamos de dónde procede la carne que compramos en los supermercados, tendemos a pensar en grandes praderas donde animales como cerdos y vacas pastan libremente y tranquilos, acompañados por un perro y un pastor. Ante esta imagen, nos es difícil comprender el motivo por el que la ganadería extensiva también implica maltrato.
Sea como sea, muchos se sorprenderían al saber que la mayor parte de la carne que consumen procede de granjas intensivas, y no extensivas. De hecho, el número de ganaderías intensivas o macrogranjas aumenta pese a que el consumo de carne está disminuyendo, y esto se debe a que, por ahora, se trata de un negocio rentable y subvencionado. Sin embargo, las granjas extensivas de los pueblos tienden a desaparecer, pues no se siempre hay relevo generacional cuando los ganaderos más experimentados se jubilan, y la juventud se marcha a las ciudades o se especializa en otro tipo de profesiones.
Ahora, volvamos al principio. ¿Existen esas granjas extensivas en las que los animales pasan sus días comiendo pasto, durmiendo y cobijándose del sol en la sombra de los árboles? Sí, existen y están a la vista de cualquiera que pase por núcleos rurales y por carreteras de muchos lugares de España, mientras que las macrogranjas están más ocultas y quizá por eso no es esta la imagen que tenemos de la ganadería. Pero ¿las granjas extensivas son lo que parecen? Aquí la respuesta es no. Más allá de que se den casos de maltrato, de abandono o de descuido de los animales, o por el contrario, los animales estén bien alimentados y cuidados, las prácticas de explotación tampoco difieren demasiado de las que suceden en granjas intensivas.
Empezando por las vacas, las ovejas o las cabras, de las que se aprovecha su leche para hacer productos lácteos, estas deben pasar por un embarazo y un parto (sean o no inseminadas) para segregar dicha leche. De este parto nace un ternero que no puede tomar su lactancia porque esta se destinará a fabricar quesos, leche envasada o mantequilla. Por tanto, el ternero, si es macho irá igualmente al matadero; y si es hembra, sufrirá el mismo destino que su madre. Ambos son separados en cuanto nace el bebé, o poco después, y no dejan de llamarse constantemente.
En otras ocasiones, hay ganaderías en las que el negocio consiste en la venta del bebé de la vaca, la oveja o la cabra pero no en la venta de leche. De igual manera, el animal es obligado a tener un hijo que le será arrebatado y enviado al matadero para convertirse en la cena de Nochebuena de alguna familia. Pero también se realizan otras prácticas cuestionables. Por ejemplo, concretamente en las granjas de ovejas, estas son esquiladas a una velocidad tal que sufren heridas y cortes que muchas veces no son curados. Y cuando los animales dejan de ser productivos, mucho antes de llegar a su esperanza de vida, acabarán igualmente en el matadero.
Si nos centramos en las granjas de cerdos, aunque sean extensivas, el matadero también será el destino de estos animales, que son engordados para alcanzar un peso concreto en el momento de ser asesinados. Los cerditos bebés, por cierto, también mueren de esta horrible manera al poco tiempo de nacer. En ocasiones, los ganaderos también crían animales para consumo propio o para vender a personas de su entorno, y nuevamente se mata a estos, aunque en esta ocasión, sin aturdimiento. La muerte no deja de estar presente, aunque se trate de ganaderías extensivas, y este es el principal motivo por el cual el veganismo también rechaza estas granjas.

Sostenibilidad
A menudo se identifica la ganadería extensiva con la sostenibilidad. Esto es así porque, en la actualidad, muchos campos están abandonados y desde hace años, nadie se ocupa de cultivarlos, lo que supone un riesgo alto de incendios en muchas zonas rurales. Lo que hacen los ganaderos es cultivar algunos de estos terrenos con alimentos para los animales que crían (avena, trigo, etc.), y este trabajo reduce el peligro de incendios. Los propios animales también comen la hierba que crece en campos como estos, impidiendo que después pueda quemarse.
¿Esto justifica que la ganadería extensiva exista? No. Porque volvemos a lo mismo, por mucho que se reduzca el peligro de incendios, el fin de estos animales es el asesinato. Y por cierto, seguimos viéndolos como un producto, tanto para comer como para evitar el fuego. ¿Cómo evitamos los incendios tan devastadores que se producen cada verano? En primer lugar, impulsando medidas para que los terrenos abandonados sean cultivados, pero esta vez con plantas locales y destinadas a consumo humano, fomentando así una agricultura mucho más sostenible. En segundo lugar, incentivando a los dueños de estos campos a eliminar el exceso de hierba.
También es necesario añadir que la ganadería extensiva no es la mejor forma de evitar dichos incendios, ya que la mayor parte de los campos siguen descuidados, pues son propiedades privadas y para acceder a ellas los ganaderos deben disponer de permiso. De hecho, en mi pueblo, la mayor parte de los terrenos que en décadas pasadas contaron con plantaciones de vegetales ahora están perdidos, y son más estos que los cultivados por ganaderos. Los incendios siguen produciéndose cada verano.
Además de esta cuestión, hay quienes defienden la ganadería extensiva porque se considera más sostenible que la intensiva. No tengo los recursos para decir que no es así, pero sí puedo decir que sería mucho más sostenible impulsar otros modelos de alimentación. Porque cambiar el sistema de macrogranjas a granjas extensivas, en primer lugar, no sería rentable (recordemos que si durante el siglo pasado se pasó del modelo extensivo al intensivo fue por la rentabilidad), y en segundo lugar, seguiría implicando la cría masiva de animales que generan contaminación y requieren grandes espacios y kilos y más kilos de alimento.
Para finalizar, me gustaría recalcar que la ganadería extensiva no es lo mismo que la ecológica, ya que mucha gente sigue confundiendo estos términos. Aunque en ambos casos los animales viven en semilibertad y comen pastos del suelo, la alimentación difiere: los animales de granjas ecológicas comen alimentos ecológicos; y los de granjas extensivas, no siempre. El precio de la carne o los lácteos que producen también varía en función de si se trata de uno u otro.
20 comentarios sobre “La ganadería extensiva no es la solución”