Los gatos en el Diario de Ana Frank

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Mucho se ha hablado sobre el Diario de Ana Frank, sobre la propia Ana, su familia y las vivencias que describe en la archiconocida publicación. Pero hay un detalle que a menudo pasa desapercibido en los estudios al respecto: el papel de los gatos. Y es que varios de estos felinos aparecen a lo largo de toda la lectura del diario y forman parte de la cotidianidad de los personajes. También actúan como acompañantes o como consuelo en algunos momentos. Pero nadie se ha preocupado por investigar qué fue de ellos después del relato de Ana Frank (1929-1945).

Los Frank eran una familia judía que vivía en Frankfurt (Alemania). De ella formaban parte la propia Ana, su hermana Margot, su padre Otto y su madre Edith. Con el ascenso del nazismo, los Frank se trasladaron a Ámsterdam, pero en plena Segunda Guerra Mundial (1939-1942), los judíos ya no estaban seguros en territorio holandés, y la familia tuvo que esconderse en un espacio aledaño a la empresa donde trabajaba Otto Frank, conocido como el «anexo secreto». Allí compartieron el escondite con otros judíos, hasta que fueron descubiertos y trasladados a campos de concentración en agosto de 1944.

De los Frank, solo Otto sobrevivió y se dedicó a difundir el relato de su hija, que había narrado en su diario sus vivencias y pensamientos desde su casa en Ámsterdam hasta la captura, si bien existen diferentes versiones del diario, algunas más extensas y otras más reducidas. Ana Frank murió tras contraer el tifus en marzo de 1945, poco antes de la liberación del campo de Bergen-Belsen, donde se encontraba.

curious kitten peeking from tropical foliage
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Moortje

El primer gato que aparece en el libro se llama Moortje. La mayoría de las traducciones en español hablan de él como un macho, aunque en inglés y otros idiomas es una gata. Moortje vive con los Frank en su casa en Ámsterdam, antes de trasladarse al «anexo secreto». Cuando la familia se ve obligada a huir, opta por dejar a Moortje al cuidado de unos vecinos, con comida para el animal en la cocina.

El único ser viviente al que pude decir adiós fue mi gato, que iba a encontrar un buen hogar en casa de mis vecinos, según nuestras últimas instrucciones en una breve carta al señor Goudsmit. Dejamos en la cocina algo de carne para el gato y la vajilla del desayuno.

Después, Ana Frank menciona que la extraña y se preocupa por su destino. Algunas fuentes indican que Moortje llevaba poco tiempo en casa de los Frank cuando estos tuvieron que ocultarse, y no tenía ni siquiera un año de edad. Ana deseaba, según estas fuentes, que la gata tuviera una camada. También se ha señalado que Moortje fue sacrificada alrededor de 1944, tras contraer una enfermedad.

Mouschi

Durante los más de dos años que los Frank permanecieron escondidos, otros gatos pasaron por su vida. El primero de ellos fue Mouschi, el gato de los van Peels (van Daan en el libro), la familia que se ocultó con los Frank en el «anexo secreto«. Al contrario que estos últimos, los van Daan sí optaron por llevarse consigo a su gato, descrito como negro y flaco, y Mouschi es, de todos los gatos que aparecen en el diario, el que más escenas protagoniza.

El gato es, a menudo, una fuente de distracción y ternura para Ana y Peter, el hijo de los van Daan, aunque ella tarda un poco en confiar en el animal. La narradora describe sus travesuras, sus escapadas, cómo caza ratones y cómo trajo pulgas al escondite.

Mouschi ha demostrado que tener un gato tiene sus desventajas, así como sus ventajas. Toda la casa está llena de pulgas, y la plaga aumenta día a día (…). Nos hemos vuelto muy nerviosos: constantemente imaginamos picores en las piernas, brazos y distintas partes del cuerpo.

Como el anexo, el destino de Mouschi es un secreto. No se sabe qué pasó con él tras la detención de los judíos escondidos, aunque se supone que huyó.

Moffie

También en el «anexo secreto» aparece un gato llamado Moffie, que ya debía estar en el edificio antes de la llegada de los judíos. Según describe Ana, este era el gato que el personal del almacén utilizaba para controlar a los ratones.

La narradora relata que Moffie había convivido con otro gato llamado Tommy en el edificio, pero ambos se peleaban y finalmente Tommy desapareció (según otras traducciones, se deshicieron de él).

Ana Frank describe las «patitas blancas» de Moffie (también llamado Boche o Muffi). Por su parte, la escritora Miep Gies (1909-2010), quien ayudó a los Frank a ocultarse de los nazis, mencionó posteriormente que Moffie era grande y gordo, blanco y negro, con la cabeza algo magullada.

black cat lying on the ground
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Así le presenta Ana a Moffie a su diario:

Tú no conoces aún a Muffi, que sin embargo, ya estaba en el edificio antes de nuestra llegada al anexo. Es el gato de la oficina, o mejor dicho, del almacén, donde tiene a las ratas a raya (…). La empresa tenía dos gatos, uno para el almacén y otro para el desván. Cuando estos se encontraban, libraban siempre batallas monstruosas. El del almacén atacaba infaliblemente primero, mientras que, a la larga, el del desván salía siempre vencedor. Exactamente como es la política. Agresivo, o alemán, al gato del almacén se le había dado el nombre de Muffi, y al gato del desván, con su carácter inglés, Tommy. Tommy ha desaparecido, y Muffi nos distrae cuando bajamos a la oficina.

En una cómica escena, los habitantes del anexo discuten si Moffie es macho o hembra.

— Seguimos sin saber si Muffi es un gato o una gata, ¿verdad?

— No —repuso él—, es un macho.

Yo me eché a reír diciéndole: —¡Un lindo macho que espera gatitos!— Peter y Margot rieron también. Peter había hecho notar, hace dos meses, que Muffi tendría gatitos a breve plazo: su vientre aumentaba a ojos vistas. El grosor, sin embargo, provenía de muchas rapiñas, y los gatitos no parecían crecer y mucho menos nacer.

En 1944, Moffie enfermó y Miep Gies se encargó de llevarlo al veterinario. Tenía una afección intestinal, pero con un tratamiento pudo recuperarse. Sin embargo, el gato desapareció poco después, lo que entristeció especialmente a Peter.

¿Te he dicho que nuestro Muffi ha desaparecido? Se esfumó sin dejar rastro, el jueves último. Supongo que ya está en el cielo de los gatos, mientras un aficionado a la carne ha hecho de él un plato delicioso. Quizás alguna muchacha se adornará con su piel. Peter se ha sentido muy afectado.

Otros gatos del diario

Al final del diario, aparece otro gato, bautizado como Scharminkeltje, aunque algunas traducciones omiten el nombre (o directamente ignoran esta parte del relato). Este nuevo gato debió ser el sustituto de Moffie, cuando los trabajadores del edificio se dieron cuenta de su desaparición.

Sobre él Ana menciona que utilizaba la cubeta-retrete (el arenero) que rellenaban con tierra para dormir, en lugar de para hacer sus necesidades.

Utiliza la cubeta-retrete para dormir, y para hacer sus necesidades usa virutas de madera de las de empacar. ¡Vaya un gato imposible!

En otro punto del diario, Ana Frank menciona a un gato negro que a veces observa desde las ventanas y le recuerda a Moortje:

En el jardín siempre hay un gatito negro corriendo, que me recuerda a mi gato Moortje, pobre.

close up of black cat
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¿Cómo era tener un gato en los años 40?

El relato de nuestros abuelos y abuelas acerca de la relación entre humanos y gatos en el pasado suele obedecer a varios patrones comunes sobre los que el Diario de Ana Frank invita a reflexionar:

  • Eran útiles para cazar ratones. Nadie pensaba en los gatos como individuos con intereses y necesidades: simplemente, cazaban ratones. Y ese era el objetivo con el que muchas personas los tenían en sus propiedades, y por desgracia, hay quienes en el presente así lo siguen haciendo. Existía, además, la creencia de que si se alimentaba a los gatos, estos no se dedicarían a capturar ratones, lo que hacía que algunas personas no dieran de comer a los felinos. Otras les daban las sobras, pero nunca pienso ni comida específicamente preparada para ellos.
  • Vivían en la calle. Los gatos no entraban en casa. Vagaban por las calles o estaban en fincas, almacenes, bodegas, cuadras u otros espacios con presencia de roedores. Por supuesto, tampoco tenían un arenero o los juguetes y rascadores de los que disfrutan hoy en día.
  • La atención veterinaria brillaba por su ausencia. Las rutinas de vacunación, desparasitación y revisiones veterinarias son algo bastante actual. Décadas atrás, solo quienes veían en los gatos algo más que cazadores de ratones pensaban darle atención veterinaria en casos de enfermedad.
  • Camadas. Esterilizar a los gatos no era una práctica habitual, lo que unido a su acceso al exterior, daba lugar a continuas camadas.

Sin embargo, el propio diario contradice varias de estas ideas preconcebidas sobre los gatos en el pasado.

  • No solo cazaban ratones. Algunos de los gatos que menciona Ana llegaron al edificio del «anexo secreto» porque alguien pensó que eran útiles para cazar ratones. Pero Ana, Peter y otros personajes del relato muestran una relación de cariño y consideración hacia los animales más allá de sus instintos depredadores.
  • Comían lo mismo que las personas. En plena Segunda Guerra Mundial, si los gatos que describe Ana Frank sufrían hambre era porque para los humanos también escaseaban la comida. Los Frank solo dejaron un alimento en su casa antes de irse, y era para su gata.
  • Los gatos son parte de la familia. Aunque estos animales tienen acceso al exterior, pasan también tiempo dentro del anexo y comparten la vida cotidiana de sus miembros humanos. Incluso tienen su propio arenero (la cubeta-retrete). Es cierto que no se da una mentalidad de protección a los gatos de los peligros de la calle, pero tampoco se les echa del anexo. La propia Ana demuestra ser consciente de los riesgos que implican las calles para los gatos, especialmente en un contexto de guerra: desaparecidos, hambrientos o capturados por personas con hambre.
  • Incluso en la guerra, los gatos reciben atención veterinaria en casos de gravedad como el de Moffie. Eso sí, ninguno de ellos está esterilizado y Ana llega a mencionar su deseo de ver nacer gatitos. Al fin y al cabo, estos «se buscarían la vida«, como solía y suele decirse.
Gato en los años 40
Imagen generada con Inteligencia Artificial

Es cierto que quedan muy lejos de este relato las actuales campañas de gestión de las colonias felinas o de concienciación sobre la importancia de esterilizar a estos animales. Hay personas que han entendido que los gatos no «se buscan la vida», sino que son nuestra responsabilidad.

Otras personas prefieren que perdure la imagen tradicional que se ha asignado a los gatos como depredadores de ratones casi salvajes que no dependen de la especie que los domesticó. Lo cierto es que hasta el relato más crudo de una guerra es capaz de enseñarnos que también en el pasado éramos capaces de entablar una relación afectuosa con los gatos. Y el paso del tiempo solo puede llevarnos a mejorar y fortalecer aún más esa relación.

Algunas ediciones y traducciones del diario, sin embargo, han omitido pasajes protagonizados por los gatos o sus nombres. En otros casos, estos se confunden. Este aspecto, unido al antropocentrismo que le da sentido, sea tal vez la causa de que los gatos del diario hayan pasado desapercibidos para los lectores y para los investigadores.

FUENTES CONSULTADAS Y ARTÍCULOS RELACIONADOS

Anne Frank Stichting (s.f.). Anne Frank’s cats.

Frank, A. (2021). Diario. Debolsillo.

Piqueras, L. (2025). ¿Qué pasó con el gato de Ana Frank? Nombre, historia y final de su amado felino. Wamiz.

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