Más allá de la empatía… Lo que he aprendido del veganismo

Las personas que hemos llegado al veganismo por los animales hemos actuado por empatía, que básicamente es el eje central de este movimiento, aunque también se puede llegar a este por otros motivos. Pero da igual si es en el momento inicial de la transición o más adelante, lo importante es conectar con esta idea.

Más allá de esta empatía, en mi caso, y estoy segura que también en el de otras personas, cuando me adentré en el veganismo descubrí muchas otras cosas que no sabía y a las que nunca hubiese llegado si continuara siendo omnívora. Aspectos muy positivos que hoy forman parte de mi día a día, aunque también hay una parte negativa de la que hablaré en otro post.

Abrir la mente

En lo que se refiere a la cocina, el veganismo es el mejor aliado para abrir nuestra mente a nuevos sabores, nuevas combinaciones y nuevas recetas, en contra de lo que mucha gente cree. Y es que uno de los pensamientos más frecuentes sobre la alimentación basada en plantas es que es una dieta muy restrictiva, que los veganos y veganas solo comemos ensalada (y que esta ensalada es, concretamente, la típica de lechuga, tomate, aceite, vinagre y sal) y que nuestra forma de comer es siempre la misma.

Como anécdota personal, en una ocasión una persona me hizo ese típico comentario sobre que mi alimentación es muy restrictiva y que me limito mucho a la hora de comer. Entonces, le respondí que siendo vegana puedo comer frutas, verduras, cereales, semillas, frutos secos o legumbres, grupos muy variados de alimentos. A lo que esta persona me contestó: «eso es todo lo mismo«. Esto denota un gran desconocimiento acerca de la nutrición y, sobre todo, que la industria cárnica, láctea o pesquera, entre otras, han conseguido su objetivo de que mucha gente tenga la sensación de que son necesarias para sobrevivir, diferenciando únicamente entre vegetales, carne y pescado. Como si no existieran muchos matices dentro de cada uno de estos conceptos, en términos nutricionales.

Nada más lejos de la realidad, las personas veganas solemos estar más abiertas a probar sabores y alimentos nuevos. Por ejemplo, cuando cambié mi alimentación probé, por primera vez, el tofu, la chía, la quinoa, el seitán, el hummus, e incluso el aguacate. Cada día trato de comer diferente y con todo tipo de ingredientes de origen vegetal, aunque hay elaboraciones que hago de forma más frecuente que otras y alimentos que como más a menudo; mientras que, el resto de mi familia -personas omnívoras- no varían nada su alimentación a lo largo de la semana. Siempre es lo mismo: tres tipos de carne, dos tipos de pescado, embutido, casi siempre las mismas legumbres, siempre las mismas verduras (y para acompañar, nunca como plato principal), siempre el mismo tipo de pasta o de arroz y dos o tres tipos de frutas. Además, la carne está presente en sus platos absolutamente todos los días, para comer y para cenar. ¿Dieta mediterránea? Permitidme que lo dude.

El veganismo, por el contrario, te invita a mezclar sin miedo, a experimentar en la cocina y a probar con todo tipo de recetas (en ocasiones con buenos resultados, y otras veces siendo un total fracaso, todo hay que decirlo), si bien es cierto que no todos los veganos y veganas son amantes de la cocina y que cada persona es un mundo.

En otros términos, el veganismo también me ha ayudado a abrir la mente y comprender las razones por las que el mundo no es vegano. Al principio, era todo lo contrario. Muchas personas, al hacernos veganas no entendemos porqué los demás no han hecho la conexión, porqué no sienten empatía hacia los animales y porqué no ven lo que nosotros sí vemos. Esto es muy frustrante al comienzo, cuando muchas veces ni siquiera somos capaces de desmentir mitos y argumentos falsos sobre los alimentos de origen animal, sobre la ganadería y, en general, sobre todas las formas existentes de explotación. Sin embargo, en mi caso, he comprendido que tenemos una educación muy arraigada en creencias obsoletas pero muy fuertes que no son fáciles de desmontar y de las que mucha gente nunca va a salir, que la publicidad lleva años diciéndonos que el calcio de la leche es bueno y necesario y que debemos tomar tres lácteos al día o que la carne nos vuelve fuertes, que a veces las opiniones médicas y de expertos no ayudan al movimiento y que lo ecológico vende más que lo vegano porque nos permite seguir siendo omnívoros sin remordimientos, entre otras muchas conclusiones. Si comprendemos que todo esto forma parte del sistema en el que vivimos, es mucho más sencillo no entrar en discusiones que van a terminar mal con personas que comen carne, con ganaderos o con cazadores; también es más fácil obtener argumentos claros que permitan que, al menos, estas personas reflexionen sin gritos, insultos o malas palabras; y entender los motivos de comentarios como «la carne es necesaria», «siempre se ha tomado leche», «si no hay ganadería se perderían muchos puestos de trabajo», y un largo etc.

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Aprendizaje continuo

Ya hemos dicho que, cuando nos hacemos veganas o veganos, descubrimos muchísimos alimentos que antes no conocíamos. Pero después de eso, el aprendizaje no termina. Para mí, el veganismo supone conocer constantemente nuevas formas de cocinar, nuevos ingredientes y nuevos trucos para «veganizar» comidas. Además, el interés por esta filosofía vegana y antiespecista me lleva, constantemente, a investigar sobre otros temas, más agradables o totalmente desagradables, acerca de la explotación animal (que nunca deja de sorprendernos, para mal, por mucho que sepamos sobre esta industria) y también sobre la explotación hacia humanos. Y aunque también existen bulos que afectan a este movimiento, o informaciones que a veces no están bien contrastadas y pueden dar lugar a equivocaciones, esto es algo que siempre trato de evitar, por lo que intento buscar estudios, investigaciones, opiniones de expertos independientes o informes científicos que corroboran que el veganismo es la mejor opción para el bienestar animal del que tanto presumen algunas empresas cárnicas o lácteas, pero también para el medio ambiente y para la salud.

Nutrición y medio ambiente

El veganismo puede llevarse de una forma saludable o de manera totalmente desastrosa para el organismo, a menos que se haya llegado a este por cuestiones de salud o de mejorar la alimentación. Esto significa que hacerse vegana no implica estar cien por cien saludable o ser inmune a las enfermedades, como mucha gente piensa; aunque también existe la visión contraria que dice que la alimentación basada en plantas no es adecuada.

Sin embargo, está demostrado que el veganismo es apto para cualquier etapa de la vida, siempre que se haga de una manera equilibrada. Pero independientemente de las motivaciones por las que se ha llegado a este movimiento, la adquisición de conocimientos sobre nutrición está muy unida al cambio al veganismo, pues a muchas personas les preocupa no descuidar su alimentación, obtener todos los nutrientes, rendir a nivel deportivo, etc. E incluso cuando siendo omnívoros no teníamos ninguna preocupación por nuestra salud, nos encantaban los establecimientos de comida rápida y llevábamos una vida sedentaria, inevitablemente hacernos veganos nos lleva a interesarnos más por nuestra nutrición, al igual que por el medio ambiente.

De hecho, si tenemos en cuenta que la industria cárnica es responsable de gran parte de las emisiones de gases de efecto invernadero en la atmósfera y que si esta no existiera nuestros problemas con la contaminación mejorarían mucho, son muchos los que llegan al veganismo desde el punto de vista del ecologismo. Pero también los que descubren los beneficios medioambientales de la alimentación a base de vegetales una vez que han hecho el cambio.

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