El cánido será incluido en el Régimen de Protección Especial mientras algunos ganaderos muestran su desacuerdo y otros se valen de ataques falsos para ser subvencionados
Hace varias semanas, el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO) anunciaba el fin de la catalogación del lobo ibérico como especie cinegética, para pasar a ser especie protegida. Será antes del 25 de septiembre. Hasta ahora, se ha permitido la caza del lobo en Galicia, Asturias, Cantabria y algunas zonas de Castila y León, y podrá seguir haciéndose mientras dure el período de alegaciones y de realización de los trámites necesarios, los cuales deben adaptarse a los tiempos impuestos por el Gobierno. La decisión ha generado controversia entre agrupaciones de ganaderos, bajo la excusa de que la población de lobos aumenta y los ataques a sus animales no cesan, mientras que algunas asociaciones ecologistas desmienten este argumento y reclaman más medidas de protección para esta especie.
Además, el hecho de que la cifra de lobos esté aumentando no concuerda con lo que afirman los datos oficiales, que indican que esta especie crece, pero no más que otros depredadores, por lo que el exterminio está totalmente injustificado, pese a que para los ganaderos sean «plaga». Por su parte, los defensores del lobo apuestan por medidas de convivencia entre la ganadería y los lobos ibéricos, e incluso algunos pastores y agrupaciones de estos se han mostrado favorables a la vía pacífica, a través de métodos de gestión ética que regulen la presencia de lobos en zonas pobladas o de pasto.
Falsos ataques
Si bien es cierto que los lobos atacan a otros animales, pues esto forma parte de su instinto depredador y de supervivencia, en otros casos los propios ganaderos fingen ataques para cobrar las indemnizaciones. Es el caso de varios sujetos investigados en la denominada operación Colmillo Blanco, destapada por el Fondo para la Protección de los Animales Salvajes (Fapas), en la que seis ganaderos asturianos abandonaron, presuntamente, a potros recién nacidos en el monte para que fueran atacados por lobos y cobrar, después, la indemnización por daños. Los imputados llegaron a ganar 60000 euros entre 2019 y 2020, en una práctica que dejó 170 víctimas, los caballos. Pero estas no fueron las únicas.
Tras descubrir los lobos que en la zona donde los potros eran abandonados podían cazar fácilmente, estos comenzaron a merodear de forma habitual en busca de alimento hasta llegar a los rumiantes, que también fueron víctimas de la codicia de los ganaderos. Pero esto no convenía a los investigados, quienes empezaron a envenenar a los lobos y a dejar sus cuerpos en las cercanías de la carretera para que parecieran atropellos. Una vez más, los propios ganaderos son los causantes del problema, al dar incentivos a los lobos para que se acerquen a las vacas.
En otros casos, se fingen ataques de lobo cuando, realmente, han sido producidos por perros asilvestrados cuya labor es «cuidar el ganado», pero que, en muchos casos, se encuentran en muy malas condiciones.
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