¿Hasta cuándo seguirán haciéndose espectáculos taurinos? Yo lo tengo claro: hasta el día en que se deje de subvencionar la ganadería, y en este caso, concretamente, las ganaderías destinadas a la cría del mal denominado toro de lidia.
Mucho antes de ser vegana; mucho antes de saber qué significaba la palabra veganismo, antiespecismo o animalismo; mucho antes de que se empezara a hablar de explotación animal en la industria cárnica y láctea, ya se sucedían manifestaciones por todo el país y actos que reivindicaban la abolición de la tauromaquia. Y esto es algo que he visto desde pequeña, cuando diferenciaba entre el plato de carne que me ponía mi madre para cenar y las corridas de toros de las que eran contrarios los manifestantes que salían en el telediario mientras comíamos. A día de hoy, no diferencio un tipo de asesinato del otro, pero sí comprendo la razón por la cual otras personas, al igual que yo en el pasado, sí hacen una distinción: porque en una corrida de toros se observa la muerte, la sangre y el sufrimiento; y sin embargo, en un plato de carne disociamos totalmente el sufrimiento del animal. Pero eso es otro debate.
Lo que he pretendido explicar es que hay muchísima gente en contra de la tauromaquia, más allá del movimiento vegano, vegetariano, antiespecista o animalista, al igual que hay muchas personas en contra del maltrato a perros o gatos, pero que no son veganas ni antiespecistas. Esto significa que una gran parte de la sociedad no acude nunca a espectáculos taurinos y que, además, se posiciona favorable a su abolición. Es por eso que, si aún tienen lugar es gracias a las subvenciones que se dan al sector, aprovechándose, en gran medida, de la PAC europea.
Excusas
También hay determinados partidos políticos e instituciones que apoyan la tauromaquia bajo la excusa de que «es cultura» o que «es necesaria para el mantenimiento de las dehesas». Sin embargo, detrás de estas afirmaciones, se encuentra la intención de esos partidos o entidades de no perder a un determinado sector de votantes. Por ejemplo, un partido de derechas que se posiciona a favor de las corridas de toros va a contar con el apoyo de ganaderos, toreros y trabajadores del sector en general, además del apoyo de las personas ajenas a dicho sector pero que aún acuden a este tipo de espectáculos. Si este partido se posiciona en contra de la tauromaquia, es probable que pierda a ese grupo de votantes, pero no tanto que estos sean sustituidos por otros.
Lo cierto es que la tauromaquia no es cultura, y por tanto no debe protegerse como si lo fuera. Como amante de la cultura, me avergüenza que se sitúe a los espectáculos taurinos a la altura de una obra pictórica de un gran artista del siglo XVI o de cualquier famosa composición musical. Como siempre se ha dicho, el asesinato no es cultura: es tortura. Y no podemos seguir criando animales para que su destino sea ser torturados en una plaza. ¿En qué momento se le ocurrió esto al ser humano? ¿En qué momento se hizo un negocio de esta aberración? ¿En qué momento nos hemos planteado que forma parte de nuestra cultura? De la mía, desde luego, no.
La abolición de la tauromaquia tampoco supondría un peligro para las dehesas, pues estos espacios están protegidos y lo seguirían estando, y ninguna normativa se va a realizar sin un plan para estos entornos, así como tampoco se va a hacer sin un plan para esos puestos de trabajo que se perderían, otra clásica excusa. La prohibición de esta aberración tampoco supondría la desaparición del toro de lidia, porque el toro de lidia no existe. No hay ninguna diferencia entre este toro y una vaca «lechera», o una vaca «de carne». Se trata de la misma especie, solo que se han ido seleccionando individuos para que unos produzcan más leche, otros produzcan más carne, y otros parezcan más fuertes en la plaza.
Por otra parte, siempre hay un grupo de personas que dicen la clásica frase de «no estoy ni en contra ni a favor de la tauromaquia» o «no me gusta que maten al toro, pero lo respeto«. Pues bien, este tipo de argumentos son una clara excusa para la inacción. En primer lugar, no se puede estar ni en contra ni a favor de algo: o se está en contra, o se está a favor, o sencillamente te da igual, solo que es más bonito decir eso que decir que te da igual el asesinato de los toros en las plazas y el maltrato animal. En segundo lugar, no se puede respetar una actividad que, en sí misma, no entiende de respeto, porque matar a un toro es un claro signo de falta de respeto. Ningún toro elige morir en una plaza, ni elige ser asfixiado, ni elige que le corten una oreja o el rabo. Por no hablar de la tortura existente antes del comienzo de las corridas, cuando se trata de debilitar al toro para que el cobarde torero «pueda lucirse».
Encierros y capeas
Además de las corridas de toros, también se realizan, a lo largo y ancho del territorio español, otro tipo de espectáculos como capeas o encierros: la estupidez de correr delante o detrás de un grupo de rumiantes hasta llegar a una plaza o espacio concreto, en los que el animal no muere pero tampoco existe ninguna justificación racional para seguir permitiéndolo. Si queréis seguir jugando a esto, hacedlo con toros de mentira, algo que ya he visto en algunos pueblos. En el mío, por ahora, se empeñan en hacer encierros cada año (si ninguna pandemia mundial lo impide). Sin embargo, es curioso que muchas personas de la zona optan por quedarse en casa, mientras que las calles se llenan de taurinos procedentes de otras partes. Bajo mi punto de vista, las capeas y encierros también son tortura, y además, el asesinato se produce igualmente, puesto que muchas veces estos animales, vacas de corta edad y toros, son enviados al matadero tras el espectáculo.
Y yo sigo sin comprender qué tienen en la cabeza las personas que acuden a un encierro o capea, primero, por lo absurdo que es; segundo, porque no sé dónde tiene la diversión, a mí más bien me produce compasión y aburrimiento; y tercero, por lo peligroso que es, no solo para los animales, sino también para los humanos.
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