«Se sortea un cordero»

Dos corderos en el campo

En un país donde se caza por ocio, donde se maltratan toros hasta la muerte o donde comer animales de pocos días de vida se considera cultura gastronómica, no debería extrañarnos que todavía, en muchos pueblos, se sorteen corderos, cerdos o cabritos durante alguna fiesta.

Eso es, precisamente, lo que ha sucedido en mi pueblo hace unas semanas. Y lo que sucede cada año por estas fechas. Una celebración en honor a la virgen es la excusa perfecta para sortear un microondas, una televisión, una vajilla… Y un cordero. Sí, un animal (como nosotros), un ser sintiente que se pone al mismo nivel que los platos donde comemos, el televisor de nuestro salón o un electrodoméstico. No hay mejor prueba de que los animales se consideran objetos. O algunos animales. Tal vez sería extraño que sortearan un perro o un gato, pero que regalen al acertante de un número un animal que se considera comida es algo normal para todos, aunque no debería serlo. Y esta es la cara visible del especismo, esa palabra que seguramente ni siquiera conozcan todos aquellos que participan en este concurso. 

La duda que siempre he tenido es si ese cordero se entrega vivo o muerto. Porque los organizadores dan por hecho que el ganador de ese número querrá comerse al cordero. Nunca lo he sabido a ciencia cierta, pero creo que si el animal está vivo o no depende de la decisión del ganador. Algunos acertantes ni siquiera lo reclaman cuando se enteran de que han ganado. Es normal. ¿Qué van a hacer con un cordero?, pensarán en el caso de que se lo den vivo. Algunos se alegrarán enormemente si se lo entregan muerto, pero aunque haya quienes no lo entiendan, otros no comen bebés de pocos días o han participado en el sorteo con la ilusión de ganar una televisión nueva o una vajilla. Y a cambio, lo que han recibido es un ser sintiente con el que no saben qué hacer.  

Pero hay más dudas. ¿En qué circunstancias se mata a este animal? ¿Es legal? El cordero, normalmente, parte de alguna de las ganaderías del municipio. Extensivas la mayoría, por cierto. Los organizadores lo compran al ganadero (porque se considera un objeto por el que se paga dinero) y lo mantienen hasta el día del concurso. O al menos así lo hacían hasta hace unos años. Últimamente, tengo entendido que esperan hasta después del sorteo para comprarlo y entregarlo al ganador, por aquellos a los que les ha tocado y luego no lo han reclamado.  

De lo que no me quedan dudas es de que este no es un caso aislado. Sorteos de animales hay por doquier, en numerosas localidades a lo largo de la geografía española. También en empresas privadas, y no se les cae la cara de vergüenza. Otras veces, se utilizan como entretenimiento en fiestas de cumpleaños o despedidas de soltero. Más de uno de estos animales sorteados y utilizados, los que más suerte han tenido, han terminado en santuarios.  

Solo espero llegar a ver el día en el que deje de sortearse un animal como si fuera un microondas en la romería del pueblo. Y que ese día no tarde. Evolucionemos.  

3 comentarios sobre “«Se sortea un cordero»

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