Desde pequeños, nos enseñan que los seres vivos son aquellos que nacen, crecen, se reproducen y mueren, en oposición a los seres inertes, que carecen de vida. Dentro de los seres vivos, se incluye a los animales (los humanos también van en este grupo, aunque hay quienes se saltaron esta clase en primaria y diferencian entre seres humanos y el resto de animales como si pertenecieran a reinos distintos), las plantas, las algas y protozoos, los hongos o las bacterias.
De esta forma, el concepto de «seres vivos» lo adquirimos desde la infancia y sin ser expertos en biología, solemos saber a qué hace referencia. Sin embargo, nadie nos menciona en el colegio ni en ningún ámbito educativo (o al menos cuando yo era pequeña) el término «seres sintientes«, que son aquellos que tienen la capacidad de sentir y en el que no se incluyen todos los grupos que se consideran seres vivos. De hecho, únicamente se consideran seres sintientes los pertenecientes al primer reino, el animal.
Es cierto que, poco a poco, avanzamos con pequeños pasos como el reciente reconocimiento de los animales como seres dotados de sensibilidad en la legislación española. Sin embargo, los animales considerados de granja siguen excluidos de toda normativa de protección animal, por lo que aún falta mucho por hacer y avanzar.
Pero a pesar de esos pequeños pasos y de haber aprendido desde pequeños lo que significa el término «seres vivos», las personas veganas todavía nos encontramos con comentarios como: «las plantas también sienten» o «las plantas también son seres vivos». La primera afirmación es falsa y la segunda no tiene nada que ver con el veganismo. Por cosas como estas, es importante dejar clara la distinción entre seres vivos y seres sintientes, porque es de esto último de lo que trata la filosofía vegana y antiespecista.
Para que quede aún más claro, hay que resaltar que el veganismo no tiene tanto que ver con organismos vivos como con la sintiencia, la capacidad de sentir dolor, placer, miedo, etc., que forma parte de los animales (humanos y no humanos) pero no de las plantas, ya que estas carecen de sistema nervioso. Por tanto, no sirve decir que las plantas también son seres vivos como excusa para seguir comiendo animales y sus derivados. De hecho, si de salvar a las plantas se trata, una persona vegana contribuye más a esto que una omnívora, pues no crea la necesidad de cultivar miles de hectáreas de campo para alimentar a los animales que después se comen.
Aprender
Dentro del colectivo animalista o vegetariano (al menos yo no lo he visto tanto en personas veganas), también se utiliza el término «ser vivo» como sinónimo de «ser sintiente». Incluso yo misma lo hice así en algún momento de mi vida, hasta que me adentré en el veganismo y descubrí que el segundo era mucho más acertado. Así, hay personas que dicen: «no como carne porque procede de un ser vivo», con lo que se lo están poniendo en bandeja a los típicos que van a responder que las plantas también son seres vivos. Claro que estos últimos van a soltar la misma frase incluso cuando hablen con veganos, demostrando que no han entendido nada.
En definitiva, aunque debería ser algo aprendido desde el colegio, todavía falta mucha información, a nivel general, sobre el concepto de «seres sintientes», por lo que es necesario introducirlo en el ámbito educativo, aunque muchos niños y niñas de hoy ya están demostrando más empatía y respeto por los animales que los adultos que optan por no renunciar a sus costumbres. Personalmente, es por eso que pienso que las cosas van a cambiar en un futuro cercano, y que quizá todas esas frases que hablan de seres vivos para referirse a animales de consumo no son más que fruto de una educación especista.
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