El campo español está dominado por la caza. Es una realidad que no solo es terriblemente destructora para la fauna salvaje de este país, sino también para el equilibrio de los ecosistemas y para personas ajenas a esta actividad que pretenden disfrutar de la naturaleza de una forma más respetuosa.
Los cazadores justifican su actividad porque, según ellos, animales como los jabalís o los conejos son grandes enemigos para los cultivos y para la agricultura. De hecho, en ocasiones, algunos agricultores practican la caza convencidos de que con ello van a salvar las cosechas de los animales que se alimentan de estas; aunque ganaderos, carniceros y, en definitiva, personas que se dedican profesionalmente a diferentes sectores están a favor de la caza, y por desgracia, cuentan con el respaldo de una buena parte de la población local de los pueblos donde se practica, y también de las administraciones. De la primera, quizá, por desconocimiento; y de las segundas, simplemente, porque los políticos se aseguran determinados votos apoyando el asesinato de animales por diversión. Porque detrás de esa justificación absurda de que la caza es la solución a los problemas de la agricultura, la verdadera razón por la que existe esta práctica es el ocio y el entretenimiento. Y matar por diversión es algo que no tiene justificación.

Siempre se ha cazado
Es cierto. El ser humano caza desde la Prehistoria. Pero no por eso tiene sentido hacerlo en la actualidad. En primer lugar, porque ya no estamos en la Prehistoria y si continuásemos haciendo lo que hacíamos en aquella época, hoy no veríamos muchos de los cambios en los que hemos avanzado. Y en segundo lugar, porque hace millones de años se cazaba por una cuestión de supervivencia, y a día de hoy no necesitamos cazar para sobrevivir. Incluso para las personas que comen carne tampoco es necesario, pues la mayoría de la carne que consumen procede del supermercado y, antes de eso, de los mataderos; y antes de eso, de las granjas, sobre todo intensivas, donde los animales no tienen ningún tipo de libertad. Esto, asimismo, tampoco justifica matar animales salvajes por el hecho de que viven en libertad.
Desequilibrio
Lejos de ser un equilibrio para la naturaleza, la caza supone todo lo contrario: contribuye a la extinción de especies y es un grave peligro para los propios campos. Problemas como la sobrepoblación de determinados animales o los daños que estos puedan ocasionar en la agricultura tienen un culpable: el ser humano. Esto se debe a que hemos ocupado los campos que antes eran habitados por fauna salvaje, lo que provoca que los animales cada vez se acerquen más a las zonas pobladas y cultivadas porque no encuentran alimento en otro lugar. Si a esto añadimos que el número de depredadores naturales ha disminuido (entre otras cosas, por la caza), herbívoros como los jabalís tienen más probabilidades de reproducirse y aumentar su población. Un total desequilibrio que demuestra que la caza no es una solución, más bien es un problema.
Además, si realmente la caza solucionara ese tipo de cuestiones, hace tiempo habría disminuido la población, por ejemplo, de jabalís, asesinados en batidas cada fin de semana en temporada de caza. Si a esto añadimos que incluso los propios cazadores crían animales de esta especie o de otras, ya sea para entrenar a sus perros o para liberarlos para que después sean cazados, nos queda suficientemente claro que no buscan reparar problemáticas que afectan a nuestros campos.
Otro tipo de ocio
Muchas regiones rurales de España están ocupadas, casi en su totalidad, por cazadores, incluso las que están dentro de parques naturales. La señal de «coto privado de caza» está presente en la mayor parte de fincas que nos encontramos por los caminos de nuestros pueblos. Esto supone que los cazadores tengan libertad de movimientos, durante los días de caza, por propiedades de personas ajenas a esta actividad y que incluso interfieran en el ocio de quienes quieren pasar esos mismos días en el entorno natural sin perjudicarlo. No son aislados casos de personas amenazadas por cazadores por pasear por el campo mientras ellos están cazando; e incluso situaciones peores en las que estos han llegado a disparar contra viandantes, agentes de la Guardia Civil o contra sus perros.
Y todo esto lo escribe una persona que ha vivido, desde su nacimiento, en un pueblo. Que conoce bien el tipo de prácticas atroces que realizan los cazadores, además de la propia caza. Y que desea disfrutar de la naturaleza sin escuchar tiros cada fin de semana durante una época concreta del año. Recalco esto porque, en ocasiones, los cazadores tildan a quienes se oponen a la caza de seres totalmente desconocedores y alejados del mundo rural.
No más «Bambis»
A todos nos impactó la imagen de la película Bambi, en la que el pequeño ciervo pierde a su madre, asesinada por un cazador. Si nos emociona esa imagen, debemos saber que todos los años, numerosas crías pierden a sus madres a causa de la caza. Animales indefensos que no podrán sobrevivir sin ella y que están condenados a morir, a menos que alguien los rescate. ¿De verdad es necesario, en nuestros días, que esto siga pasando?

Seamos sensibles hacia todas las especies, salvajes o no, criadas en granjas o en la naturaleza. En España, se cazan ciervos, corzos, jabalís, conejos o lobos, pero en otros países se cazan ballenas, tiburones, focas, osos y animales de muchas otras especies y a mucha gente le indigna, quizá porque a los primeros los vemos como «plagas» y a los segundos no. Por no hablar de la caza furtiva, en la que ni siquiera se respeta la normativa referente a los animales en peligro de extinción, o sus épocas de cría.
En definitiva, en todas las partes del mundo, de forma furtiva o legal, el asesinato de animales por diversión nace de una creencia de superioridad, y sea como sea, matar no tiene ninguna justificación.

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