Historia: tauromaquia, siglos de maltrato

Si la tauromaquia resiste, a día de hoy, es gracias a las subvenciones. Además, en los últimos años, Internet ha ayudado a que cada vez más personas vean las salvajadas que se cometen con los animales en espectáculos taurinos, gracias a la difusión de imágenes en redes sociales, como el reciente caso del toro Campanito, esta semana.

Es evidente que la oposición a las corridas de toros y otros festejos donde estos son utilizados, como encierros, capeas, becerradas, rejoneos, recortes y un largo etcétera, en diferentes municipios de toda la geografía española, ha aumentado notablemente. Quizá en la época del franquismo uno de los pocos entretenimientos que tenía la población era ver los toros en la televisión, y puede que hubiese un mayor interés en todo lo que se mueve alrededor del mundo de la tauromaquia, defendida y promovida por el propio régimen. Antes de la dictadura, también había afición por estos festejos, y han pasado a la historia carteles, cuadros, poemas y otros formatos artísticos que declaran dicha afición. Pero también ha habido siempre personas que se opusieron al asesinato de los toros como entretenimiento, que han sido silenciadas o que son menos conocidas, pero que nos demuestran que ser antitaurino no necesariamente es una cuestión actual. En eso nos centraremos en una próxima entrada, porque para conocer las diferentes posturas, primero hemos de remontarnos a los orígenes de la tauromaquia.

Cómo nació la tauromaquia

Los toros han convivido con los seres humanos desde hace millones de años, tal como demuestran las pinturas rupestres en diferentes cuevas prehistóricas, aunque también conservamos representaciones de hombres frente a toros datadas en otras épocas, así como diferentes usos. En el siglo II a.C., por ejemplo, los iberos se servían de estos animales para actividades militares.

Los historiadores que han analizado la evolución de la tauromaquia coinciden en que esta actividad nació en España, aunque se extendió por algunos países de América Latina y otros de Europa. Hay quienes ponen este origen en los musulmanes, aunque las evidencias históricas para determinar que fue así son escasas. Las primeras corridas de toros de las que tenemos constancia datan del siglo XI, entre los años 1080 y 1144, celebradas en bodas de personas de clase alta. En 1394, otro documento nos dice que en Sevilla se nombró a un conde como «el mejor matador».

A partir del siglo XIII, se han documentado diferentes festejos populares y juegos con toros, que casi todos acababan con la muerte del animal. Estos serían los antecedentes de los encierros, e incluso de los toros embolados que se celebran actualmente. Por su parte, los bous a la mar tendrían su antecedente en el siglo XV, en algunos ríos españoles en los que los hombres intentaban matar al toro dentro del agua. De igual manera, en esta época también se realizaban capeas como modo de diversión del pueblo en las que el objetivo era más bien reírse del animal que acabar con su vida. Desde 1444, además, existen referencias de festejos taurinos relacionados con celebraciones religiosas de diferentes municipios. A partir del año 1500, hay más evidencias sobre la historia de la tauromaquia, y observamos cómo existían festejos para las clases bajas y para las clases altas, algo que tampoco difiere tanto de la actualidad, pues las corridas de toros suelen vincularse con determinadas clases sociales, mientras que las fiestas de los pueblos atraen a una población más general.

Entre los siglos XVI y XVII, torear a caballo comenzó a ser un espectáculo habitual en el que participaba la nobleza, y a veces, la realeza, cuyos representantes crearon las normas del toreo de estos años y eran ellos mismos (marqueses, condes o duques) quienes lo practicaban, siempre acompañados por si necesitaban ayuda, aunque muchos de ellos morían en su intento de convertirse en héroes. El objetivo: matar al toro con una lanza o una puna de hierro para ser un hombre prestigioso. El acto solía realizarse en celebraciones como bodas, y por aquel entonces, morían más toreros durante las corridas que en la actualidad. Castilla era el territorio donde se realizaron más espectáculos de este tipo, pues las cifras de miembros de la nobleza eran más altas.

Si bien en aquella época la familia real tenía interés en este tipo de celebraciones, en el siglo XVIII esto dejó de ser así, pues a la nueva dinastía, la de los Borbones, no le resultaban tan atrayentes. Así, quienes habían sido los acompañantes de los nobles en las corridas de años anteriores pasaron a ser los toreros y dieron lugar a la tauromaquia tal y como se conoce hoy.

Selección

En este siglo XVIII, en Sevilla, se crearon conceptos como el de banderillero y matador, y se instauró el uso de espadas en las corridas de toros. También en Andalucía aparecieron las primeras ganaderías creadas específicamente para la tauromaquia, en las que comenzaron a cruzar diferentes tipos de toros hasta dar con lo que hoy se conoce como «toro bravo» o «toro de lidia», a través de la selección de distintos animales en un proceso que no difiere tanto del que se ha seguido con las llamadas «vacas lecheras», que no dejan de pertenecer a la misma especie aunque el mercado prefiere publicitar que son razas bien diferenciadas. Además de Sevilla, en esta época también se documentaron espectáculos de corridas en Navarra y Aragón, algunos toreros comenzaron a ser conocidos a la vez que otras ciudades españolas construyeron plazas de toros o plazas portátiles de madera con el fin de albergar estos festejos.

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Ya en el siglo XIX, se construyeron aún más plazas y nacieron nuevas ganaderías en Andalucía (lugar de procedencia de la mayoría de los toreros famosos), Extremadura y Salamanca. En esta etapa, hasta diez toros podían morir en una corrida, y muchos caballos también morían durante el espectáculo, pues no contaron con protección hasta 1928. Como curiosidad, muchos espectadores no acudían, por aquel entonces, a las plazas de toros para contemplar cómo se asesinaba a los animales, algo que ya sabían que iba a suceder, sino para ver la muerte de los toreros en el caso de que se produjera.

Durante la Guerra Civil Española (1936-1939), ambos bandos organizaron espectáculos taurinos, aunque las plazas se cerraron en estos años y muchas ganaderías acabaron desapareciendo al no poder subsistir. Pero el franquismo recuperó esta cruel tradición y hasta la década de 1950, se torearon animales más jóvenes y de menor peso (a veces claramente desnutridos por la escasez que se vivía entonces), ante la falta de toros denominados bravos. A partir de dicha década, el negocio experimentó un crecimiento y consiguió estabilizarse. Poco después, con el auge del turismo, algunos pueblos costeros aprovecharon la presencia de visitantes para explotar aún más este negocio y comenzaron a construirse plazas de toros cercanas a la costa, sobre todo en la región mediterránea.

Sin embargo, poco a poco, la tauromaquia ha perdido popularidad. Ya en 1970, una encuesta señalaba que el 55% de la población española no tenía ningún interés en los festejos taurinos, aunque en estas últimas décadas del siglo pasado, el mundo del toreo todavía generaba cierta atracción y la televisión pública continuaba retransmitiendo las corridas. También la prensa del corazón se ha encargado, tradicionalmente, de incluir en sus reportajes a los toreros más conocidos. Pero en 2008, otra consulta indicaba que el 72% de los españoles no estaba interesado en este tipo de espectáculos, y entre quienes los rechazan, un 82% son personas jóvenes. Esto demuestra que la tauromaquia difícilmente podría sobrevivir únicamente con la venta de entradas a corridas y otras celebraciones.

FUENTES CONSULTADAS

Aláez, B. (2019). Juan Ignacio Codina Segovia. Pan y Toros. Breve historia del pensamiento antitaurino español. Derecho Animal (Forum of Animal Law Studies), 10/1, pp. 211-213.

Cotelo, S. (2011). Veganismo. De la Teoría a la Acción. Ochodoscuatro Ediciones.

Riba, J. (2018). Movilizando emociones. Un análisis sociológico del movimiento antitaurino español y sus repertorios de protesta (2007-18). TFM. Universitat de Barcelona

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