Fue prohibida en 1986 y, actualmente, solo se practica en unos pocos países
Antigua y Barbuda ha presentado una resolución para reabrir el debate formal sobre la anulación de la prohibición de la caza comercial de ballenas, durante la reunión de la Comisión Ballenera Internacional, que ha tenido lugar recientemente en Portorož (Eslovenia). Al país caribeño se han unido otros como Camboya, Guinea y Gambia, que argumentan que esta actividad podría hacer frente a la pobreza y a la inseguridad alimentaria.
Todo ello tras la prohibición impuesta hade casi 40 años, en 1986, cuando esta práctica provocó la muerte de casi tres millones de ballenas y un importante declive para la especie. Ya en 2018, Japón pidió la legalización de este tipo de caza, cuyo fin es vender la carne de estos mamíferos u otros productos derivados. Tras ser rechazada su propuesta, Japón abandonó la Comisión y reanudó la caza comercial de ballenas. Desde entonces, el organismo ha tenido problemas financieros, lo que podría poner en peligro su continuidad.
Para dar caza a las ballenas, estas son perseguidas por barcos y golpeadas con arpones, lo cual no solo implica crueldad con los animales, sino que también causa un gran impacto medioambiental y en la biodiversidad. Un estudio del año 2010, además, concluyó que antes de la caza industrial de ballenas, las poblaciones de estos animales habrían eliminado entre 190000 y 1’9 millones de toneladas de carbono, el equivalente a entre 40000 y 410000 coches menos en la carretera al año.
A pesar de que la caza de ballenas es ilegal en la mayoría de los países, estas siguen estando amenazadas por la actividad humana, siendo capturadas accidentalmente durante acciones de pesca, afectadas por la contaminación, la actividad de los barcos o la crisis climática.
Fuente: Plant Based News.
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