Así fue mi progreso hacia el veganismo

Mi historia con el veganismo se remonta, prácticamente, hasta el día en que nací. No nací vegana, pero sí muy sensible hacia el maltrato animal. Por aquel entonces, en mi casa no había ningún animal, pero otras personas de mi familia sí tenían animales, como cerdos a los que asesinaban cada año, conejos que sufrían ese mismo destino, gatos con la finalidad de no tener ratones en el sótano o en el garaje, gallinas por sus huevos, y también patos o pavos. Más adelante, llegaron a mi casa dos gatitos bebés, y después dos perritas preciosas, mientras teníamos que aguantar comentarios especistas de familiares que decían que los perros no sirven para nada, que ensucian, o que los gatos tampoco sirven para nada si no es para cazar ratones. También tuvimos peces, periquitos o canarios que considerábamos mascotas, y más tarde, gallinas, por sus huevos, e incluso palomas.

A lo largo de estos años, he presenciado maltrato animal en muchas ocasiones en mi pueblo: he visto matanzas, he encontrado gatos recién nacidos en un contenedor o abandonados en cualquier parte, he visto conejos encerrados en jaulas en un espacio sin ni siquiera ventanas, he escuchado cómo algunas personas decían que no daban de comer a sus gatos para que así cazaran más ratones, he visto perros encadenados todo el día sin poder moverse, o perros encerrados que solo salen para cazar, me han llevado a corridas de toros… Y todo esto me dolía profundamente, pero no sabía qué hacer. En otras ocasiones, algunos familiares encontraban animales en el campo y me los regalaban, lo que ha hecho que también haya tenido, alguna vez, liebres, ranas o conejos salvajes, que acababan muriendo sin que yo entendiera el motivo. Podría escribir un post para cada una de estas vivencias, porque han sido muchas y seguramente no he citado todas.

Realmente, era sensible y sufría con cada una de estas situaciones, pero me costó mucho llegar al veganismo, por la educación que he recibido, porque nadie en mi entorno ni en mi pueblo era animalista y porque en mi casa se come carne todos los días. Por suerte, existe Internet.

La primera vez que escuche hablar de veganismo

Calculo que la primera vez que escuché el término «vegano» fue alrededor del 2010, quizá antes o quizá después. Por aquel entonces, me declaraba totalmente en contra de la tauromaquia o del abandono de perros y gatos, aunque sí comía carne. Un día, estaba escuchando una entrevista al grupo de música Ska-P, en un medio animalista argentino, si no recuerdo mal, ya que tenían varias canciones contra el maltrato animal, sobre tauromaquia, sobre experimentación o sobre el abandono. En un momento, el reportero preguntó a los componentes de la banda si eran veganos, y yo no entendí nada. Sabía lo que era ser vegetariano, pero no tenía ni idea de que existía el veganismo. A partir de ahí, fui investigando y leyendo lo poco que había en Internet sobre el tema en aquella época, y descubrí el significado de esa palabra y todo el movimiento por los derechos de los animales.

Ese mismo año, empecé a estudiar en el instituto, y vivía en un internado, por lo que, a la hora de comer, no tenía muchas opciones, aunque reconozco que entonces comía bastante mal, porque no me gustaba casi nada, y además de eso, tenía otros problemas. Ni siquiera tenía acceso a Internet allí. En el 2012, salí del internado y, aunque acudía al mismo instituto, iba y venía a mi casa todos los días, lo cual hacía que tuviese más posibilidades a la hora de comer. Y en el 2013, empecé a informarme más sobre el veganismo, tema que había dejado un poco de lado los años anteriores. Así, vi el famoso discurso de Gary Yourofsky que tantas conciencias ha cambiado, y también vi el documental Earthlings.

Aunque en ese momento ya estaba bastante concienciada e informada sobre la explotación animal, ver estos vídeos hizo que me replanteara seguir siendo omnívora, y comencé a llevar una alimentación vegetariana, lo cual me ha hecho chocar, en muchas ocasiones, con mi familia y con amigas. Pese a eso, me considero afortunada porque, a mis 16 años, ni mi madre ni mi padre me prohibieron llevar una dieta sin carne ni pescado. Mi propósito era ir reduciendo mi consumo de productos de origen animal hasta ser vegana. Pero me encontré con un nuevo obstáculo: en las tiendas de mi pueblo no había otra leche que no fuera la de vaca, ni quesos veganos, ni tofu, ni seitán, ni hamburguesas vegetales. Ahora hay leche de soja, pero nada más, así que no hemos avanzado mucho. He de decir que no es necesario consumir estos productos, pues lo esencial es comer frutas, verduras, legumbres, frutos secos y semillas, pero yo no lo sabía.

Veganismo

En el 2014, comencé la universidad y, con ello, me trasladé a una ciudad y a un piso compartido donde era más independiente. Sin duda, haber estado en un internado me ayudó a tener esa independencia, aunque al principio, mi alimentación era bastante parecida a la de cualquier estudiante: pasta, arroz, pizza y muchos procesados. También compartía gastos con una compañera y comprábamos juntas algunos alimentos, como la leche o los macarrones. Aunque comía mejor que en etapas anteriores, mi alimentación tampoco era tan variada como lo es hoy. Y ya en el 2015, decidí hacerme vegana y proponer a mi compañera que separásemos los gastos, ya que iba a dejar de consumir lácteos. A ella le pareció «radical» y no entendía el motivo por el que el consumo de leche hace daño a los animales. También saqué de mi armario toda la ropa de lana (porque no tenía prendas de ningún otro tejido de origen animal, o al menos no las encontré) y decidí gastar todos los productos de higiene y cosmética que no eran cruelty free, para que cuando se me acabaran pudiera sustituirlos por otros que sí lo son.

Y aunque me he equivocado muchas veces, no fue tan difícil como pensaba. En los supermercados ya había bastantes posibilidades, aunque no en todos; pero lo que más me costaba era, sin duda, el factor social: acudir a restaurantes, a cafeterías, a bodas o a cenas con amigos. Esto me sigue costando mucho en la actualidad. Sin embargo, ha merecido la pena y es la mejor decisión que he tomado en mi vida. Lo positivo supera, sin duda, a la parte negativa.

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