Los acuarios son cárceles para los animales acuáticos, algo similar a lo que sucede con los zoológicos para los mamíferos terrestres y otros animales. Mantener encerradas a orcas, delfines, tiburones y peces de tamaño más pequeño que, estando en libertad, tendrían todo un océano para nadar es algo cruel, injusto e innecesario. Por eso, por fascinantes que nos parezcan estos animales que no estamos acostumbrados a ver, acudir a estos lugares significa perpetuar su encierro. Otra forma más de maltrato hacia los animales no humanos.
Si indagamos más en el asunto, no hay que investigar mucho para descubrir que los animales en los acuarios no son felices. A menudo son seres deprimidos, despojados de sus instintos, y muchas veces, del contacto con animales de su misma especie. Si pensamos, por ejemplo, en las orcas, estas pueden llegar hasta los 80 años de vida, de los cuales, en algunos casos, solo han disfrutado de unos pocos en el océano antes de ser capturadas. Una vez en los acuarios, estas son obligadas a hacer absurdas piruetas para entretener a unos espectadores que desconocen el sufrimiento que hay detrás. Porque claramente, el acuario, que es una empresa, va a ocultar la verdad.
Un caso que ejemplifica dicho sufrimiento es el de Lolita, una orca que fue separada de su familia en las costas cercanas al Estado de Washington (Estados Unidos), en 1970. Han pasado 51 años desde su secuestro. 51 años que Lolita ha vivido confinada en un estanque de tamaño muy reducido en el Sea World de Miami (Florida, Estados Unidos). La organización PETA lleva años denunciando el mal estado de las orcas y las condiciones en las que viven en este acuario, y ahora piden que Lolita sea trasladada a un santuario donde pueda vivir el resto de su vida. Y es que Lolita, al igual que todas las orcas y otros animales como los delfines, nadarían miles de kilómetros si estuvieran en el mar, mientras que en los acuarios viven condenados a nadar dando vueltas de un lado a otro, entre cuatro paredes.
Si no fuera por los activistas, muchas personas no conocerían lo que se esconde detrás de los acuarios. Yo misma recuerdo haber estado, cuando era pequeña en una de estas cárceles, sin saber que lo eran. Recuerdo, especialmente, haber visto rayas y tiburones nadando de un lado para otro porque tampoco disponían de un espacio demasiado grande para moverse. Aunque si así hubiera sido, ningún acuario se asemeja al océano en cuanto a tamaño. Sin embargo, al igual que los zoológicos, estos se justifican diciendo que imitan a la perfección el espacio natural donde vivirían los animales si estuviesen en libertad. Pero el estado de muchos de ellos manifiesta, precisamente, que el acuario no es el lugar más ideal.

Negocio
Como ocurre casi siempre que se trata de maltrato animal, en este caso, lo que realmente justifica la existencia de los acuarios es el negocio que llena los bolsillos de los empresarios a costa de las entradas de unos visitantes cegados a la realidad.
Y la mejor manera de no alimentar este negocio y, por tanto, de acabar con los acuarios, es no acudiendo a estos. Muchas veces vamos a dichos lugares porque pensamos que nos gustan los animales, pero no puede ser que nuestra fascinación por el resto de seres sintientes nos lleve a perpetuar su sufrimiento. Podemos conocer datos muy interesantes sobre los peces y mamíferos acuáticos de mil maneras, y más hoy en día, con Internet. Desde luego, en un acuario solo los veremos comportándose de una forma totalmente anti-natural para ellos.
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