Peces de colores, carpas doradas, peces de acuario, o en inglés, goldfish. Se conoce a estos animales con diferentes términos, pero todos hacen referencia a los peces que suelen tenerse como «mascotas» en un acuario o pecera. Tal vez aquí la palabra mascota sea adecuada, porque es probable que la mayoría de los propietarios de estos nadadores no tengan el menor vínculo con ellos, o los tienen como un complemento, como un objeto de decoración. Si valoraran su vida, tal vez se replantearían comprar peces de colores.
Y es que ningún animal debe su existencia a nosotros, o dicho de otra manera, no han nacido para entretenernos, para satisfacer un capricho o para adornar una parte de nuestra casa. Así que tienes un mínimo de empatía o sensibilidad, o si simplemente piensas que las vidas de otros seres sintientes deben ser respetadas, no compres peces.
Esto no es tan fácil de entender. Solemos empatizar más con el perro que lleva años esperando adoptante, con el gato que vive en la calle o, en general, con otros mamíferos, pero no tanto con peces o aves. Es por ello que en países como España, uno de los objetivos de la Ley de Protección Animal era regular la venta de animales en tiendas, salvo la venta de peces. Si pueden seguir vendiéndose, sigue la cría, sigue el negocio, y sigue habiendo gente que justifica su compra porque «necesita compañía». Y no, ningún animal es de compañía.
¿Sabías que los peces de colores en libertad pueden ser el doble de grandes que cuando viven encerrados en peceras o acuarios? Es lógico, ninguna de estas jaulas para peces se asemeja a un estanque o a un río, y un animal cautivo no puede desarrollarse jamás como lo haría en libertad.
Sin embargo, los peces dorados se consideran, en muchos lugares del mundo, plagas o especies invasoras. Cuando hablamos en estos términos siempre conviene recordar que la única plaga y el único invasor que hay en el planeta es el ser humano, no unos animales que se adaptan, como pueden, a un medio que no es el suyo.
De hecho, somos los seres humanos los responsables de que a los peces de colores se les denomine «plaga», porque cuando nos cansamos de tenerlos como adorno en el salón de casa, solo se nos ocurre liberarlos en ríos y estanques. La solución, no compres peces.
Luego están los que no saben cambiarles el agua o lo hacen mal o quienes se olvidan de darles de comer y los animales acaban muriendo a los pocos días de salir de la tienda. La solución, de nuevo, no compres peces, ya que por el momento, los políticos no están dispuestos a prohibir la cría y venta de estos.
Han pasado unos mil años desde que la realeza china decidió que estos peces eran un adorno. Más adelante, los japoneses los criaron, los seleccionaron y los exportaron al mundo. ¿No es hora de evolucionar?