No son ejemplares, son individuos

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Los animales no humanos pueden ser ejemplares en cuanto que nos dan ejemplo, ya sea del sentido de la comunidad como las aves migratorias, del trabajo organizado como las hormigas, de la empatía como los elefantes o de la protección familiar como los lobos, y un sinfín de casos más.

Sin embargo, es habitual que cuando utilizamos el término «ejemplares» al hablar de otros animales nos refiramos a ellos mismos como individuos, pero sin reconocer su individualidad: «Quedan alrededor de 400 ejemplares de tigre de Sumatra», «este ejemplar es de color marrón», «dos ejemplares se escaparon del zoo»…

¿Pero utilizaríamos el término «ejemplar» para hablar así de un ser humano? ¿Te imaginas hablar de tu hermana como el ejemplar de homo sapiens que comparte tu misma genética? ¿O de los hombres morenos como «ejemplares de cabello oscuro»? Suena raro, porque nos estaríamos cosificando. Y eso es, exactamente, lo que hacemos con los otros animales.

Ejemplares pueden ser la cantidad de libros distintos de una misma edición, el número de patatas que caben en una caja, la cifra de publicaciones de un número de una revista, etc., pero no los seres sintientes.

Los animales no humanos, como los humanos, son individuos porque tienen su propia individualidad, diferente e independiente de la del resto de los individuos de su especie. Al referirnos a ellos como «ejemplares» estamos ignorando esta característica que es fundamental para entender que merecen respeto. Lo que ocurre es que a ciertos sectores les interesa especialmente ignorarla y transmitir que son entes iguales como cualquier objeto que sale de una fábrica idéntico al resto de los que se produjeron en el mismo lote.

anular la individualidad

El sector ganadero es uno de esos que suele referirse a los animales considerados de granja como «ejemplares»: «Este ejemplar tiene una genética ideal», «este ejemplar se lidiará el próximo sábado en Las Ventas», «la carne de este ejemplar estará exquisita», «estos ejemplares ponen más huevos que los de otras razas de gallinas», «esta vaca es un ejemplar muy productivo»… Sobra explicar por qué a este sector le interesa especialmente el uso de este término. Y no es solo porque forma parte del lenguaje ganadero común y su uso facilita el entendimiento para el receptor, sino porque no le conviene que la sociedad piense en los animales considerados de granja como individuos con personalidad. Al final el objetivo indirecto de las granjas es anular esa individualidad.

También es este el objetivo de los zoológicos y de los circos. Por eso cuando se habla de animales salvajes se utiliza, de igual manera, el término «ejemplares» muy frecuentemente.

Resulta triste que el ecologismo y las ciencias que estudian a los animales hayan tomado esta palabra del ámbito de la explotación animal, porque todavía en nuestros días se habla del número de individuos que sobreviven de una especie concreta como «ejemplares», por ejemplo: «La vaquita marina está en peligro de extinción. Quedan menos de diez ejemplares». También escuchamos esta palabra en los documentales sobre animales y la leemos en artículos en prensa.

Reconocer la individualidad de los animales es, asimismo, una tarea pendiente dentro del ecologismo, aunque esta chocaría con algunas de sus tesis, como la de las especies invasoras, que por otro lado, están empezando a ser cuestionadas dentro del propio movimiento.

Educación

Lo cierto es que a cualquier persona le suena bien el término «ejemplar» si no se ha planteado antes su significado y cómo se utiliza cuando se habla de otros animales. Por el contrario, a muchas personas les explota el cerebro si oyen hablar de personas no humanas, de animales no humanos y humanos, de animales con personalidad y de seres o individuos sintientes. Nuestra educación con respecto a los otros animales se ha basado en hacernos saber que son seres vivos sin más.

El lenguaje es un aspecto representativo de nuestra sociedad. Y esta es especista. Pero el lenguaje también es cambiante, y está en nuestra mano seguir haciendo uso de él para hacer que, poco a poco, sea más respetuoso con los otros animales y los considere como lo que realmente son: individuos sintientes.

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