El siglo XIX fue una época de avance tecnológico y científico (aunque diversas teorías fueron después refutadas), y también de movimientos sociales, como el sufragismo. En el campo de los derechos de los animales, numerosas mujeres vinculadas a dicha causa por el voto de estas, se manifestaron también en contra de la vivisección, una práctica que comenzó a ser habitual en el ámbito académico. Si bien anteriormente también se habían realizado experimentos de este tipo en animales, dicha práctica comenzó a adquirir cada vez más relevancia entre algunos científicos de este momento.
Una de estas mujeres que sobresalieron en la defensa de los animales y la oposición a la vivisección fue la francesa Marie-Françoise Martin (1819-1901), que pasaría a llamarse Marie-Françoise Bernard tras su matrimonio con el médico Claude Bernard (1813-1878), considerado el creador de la medicina experimental. Curiosamente, Bernard es conocido por sus crueles experimentos en animales de todo tipo, como perros, ranas o conejos. Experimentos que repetía una y otra vez para comprobar sus hipótesis. Quizá fue eso lo que llevó a su esposa a manifestarse en contra de la vivisección.
Claude Bernard había recibido estudios de latín, griego, geometría o aritmética, pero no se graduó en medicina hasta los 30 años. Después, comenzó a realizar investigaciones en el laboratorio del médico François Magendie (1783-1855), donde trabajaba. Pudo ser, precisamente, Magendie quien le inculcó a Bernard la ciencia desde la experimentación animal, pues este solía instar a sus aprendices a recurrir a esta. Sea como sea, Bernard se hizo conocido, además de sus teorías, por ser un vivisector, que confiaba plenamente en la experimentación en animales para lograr una ciencia más esclarecedora, ya que pensaba que estar más cerca de los procesos naturales le otorgaría un mejor conocimiento de los hechos que pretendía descubrir.
Matrimonio de conveniencia
A partir de mediados del sigo XIX, Claude Bernard estudió la digestión, el sistema nervioso, o las consecuencias de los venenos en el organismo. Para él, las facultades de medicina debían dejar atrás las enseñanzas más tradicionales para centrarse en una ciencia más actual que viera directamente lo que sucede en el interior de los cuerpos. Y para eso, su mejor herramienta era la vivisección. Bernard, además, tenía mucho interés en trabajar como profesor universitario, cargo para el que se presentó dos veces, sin éxito. Es aquí donde entra en su vida Marie-Françoise Martin, también conocida como Fanny.
Cuando Claude Bernard se vio sin trabajo, con deudas y estrecheces económicas, un amigo le instó a casarse con Marie-Françoise, de 26 años por aquel entonces, hija de otro médico y con los recursos económicos necesarios para que Bernard pudiera seguir dedicándose a la investigación. Esta boda, por tanto, fue de conveniencia y ambos chocaron en sus intereses. De sus cuatro hijos, solo sobrevivieron dos mujeres.
Fanny era una mujer especialmente sensible con los perros, mientras que afirmaba que su marido «los torturaba» y que era cruel con los animales, lo que llevó a denunciar públicamente a Bernard. Inevitablemente, el matrimonio terminó separándose. Claude Bernard solo se había casado por necesidad económica, se había gastado el dinero de la dote matrimonial para pagar sus deudas, pasaba sus días absorbido por sus investigaciones y acostumbraba a llevar a la residencia familiar animales de la calle para sus experimentos, que a veces les ocasionaron problemas con sus vecinos. Se cuenta que el médico llegó incluso a practicar la vivisección en el perro de su hija.
Las dos descendientes del fracasado matrimonio se quedaron a cargo de su madre tras la separación, y se posicionaron a favor de esta en su visión sobre la experimentación animal. De hecho, las tres formaron parte de grupos anti-vivisección de la época, e incluso fundaron un cementerio de animales en París y un refugio para perros rescatados.
A día de hoy, Bernard cuenta con calles con su nombre en diferentes lugares del mundo, a su funeral asistieron miles de personas y el Estado francés se hizo cargo de los gastos. Actualmente, es posible visitar su casa-museo, cerca de Lyon. Sin embargo, Marie-Françoise Martin ha pasado a la historia como una persona intransigente que no entendía las prácticas experimentales de su marido y que influyó en sus hijas para que detestaran a su padre, mientras que este es alabado por sus investigaciones científicas cuando se ha demostrado que los estudios en animales no siempre se corresponden con lo que ocurre en el organismo humano. De este médico, se puede encontrar una gran variedad de bibliografía. De la que fuera su esposa, los datos de los que disponemos son muchísimos menos. Pero no es la única mujer invisibilizada en la lucha animalista, pues con otras sufragistas de aquel siglo XIX y de principios del XX, sucede lo mismo; y en general, esto es algo que se repite con las mujeres a lo largo de la historia.
FUENTES CONSULTADAS
Adda. Claude Bernard: el apóstol de la vivisección moderna.
Ardila, E. (2015). Claude Bernard y la medicina experimental. Revista Colombiana de Endocrinología, Diabetes y Metabolismo, 2(3), 51-55.
Bottasso, O. (2019). El otro Claudio, o cuando la fisiología se puso los pantalones largos. Intramed.
Rodríguez, A. C. (2007). Claude Bernard, el hombre y el científico. Anales Médicos, 52(2), 90-96.
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