Años 50. Guerra Fría. Carrera espacial. En este contexto, la Unión Soviética y Estados Unidos competían por ser los primeros en desarrollar tecnologías que permitiesen viajar al espacio, con el fin de que uno de los dos fuera, algún día, el primer país en enviar a seres humanos fuera de nuestro planeta. Durante años, las dos principales potencias llevaron a cabo diferentes misiones con estos objetivos.
Pero ser el primer astronauta en acudir al espacio era todo un riesgo que los humanos no estaban dispuestos a asumir, puesto que sin la tecnología necesaria, era una muerte segura. Sin embargo, no cesaron los experimentos por parte de ambos países, en los que se optó por utilizar perros y otros animales, aunque solamente en vuelos suborbitales. En aquellos años 50, una perrita llamada Laika sería la primera en sobrevolar el espacio exterior.
Antes de eso, los rusos se lanzaron a las calles en busca de canes abandonados que pudieran servirles para estos experimentos dentro de la carrera espacial. Era muy importante que los perros vivieran en la calle, pues se suponía que soportarían mejor condiciones extremas de temperatura o de hambre, y no serían reclamados por nadie. Además, los animales escogidos debían pesar menos de seis kilos y medir menos de 40 centímetros. Los que resultaban elegidos, pasaban a un programa de entrenamiento. Laika, cuyo nombre en español significa «que ladra» o «ladradora», fue una de las seleccionadas.
Sputnik 2
1957 era un año especial para la URSS, puesto que en noviembre se cumplirían 40 años de la Revolución Bolchevique, y la Unión Soviética quería celebrarlo demostrando al mundo que era la primera en el desarrollo de la tecnología espacial. El 4 de octubre, de esta manera, los rusos consiguieron poner en órbita el Sputnik 1, que fue el primer satélite artificial en la historia, pero todavía era demasiado pronto para enviar humanos al espacio exterior, ya que los equipos no estaban tan evolucionados. Tampoco Estados Unidos se aventuraba, por aquel entonces, a tripular naves con humanos, y ambos países sabían que de ser así, el astronauta moriría y su reputación se vería perjudicada.
Con las vistas puestas en noviembre, la Unión Soviética no tenía tiempo de construir una nave que después pudiera ser recuperada con los tripulantes vivos, pero sí deseaba tener una nueva misión espacial lista de cara a su celebración. Por ello, se optó por crear un satélite similar al Sputnik 1, que sería el Sputnik 2. Un perro viajaría dentro, pero jamás regresaría, pues el satélite se quemaría y se desintegraría a su contacto con la atmósfera, y quienes participaron en esta misión eran conscientes de ello, excepto la víctima: Laika.
La perra, una mestiza de unos dos años que había sido capturada mientras vagaba abandonada por las calles de Moscú, fue definida como tranquila y dócil, a pesar del significado de su nombre. Su carácter la llevó a ser la elegida entre el resto de perros callejeros seleccionados como candidatos. El director del programa de entrenamiento, Vladimir Yazdovsky, consciente de que Laika iba a morir, se la llevó a su casa antes de lanzarla al espacio para que jugara con sus hijos.

Antes del lanzamiento del Sputnik 2, la perra era entrenada en máquinas centrifugadoras que simulaban el despegue de un satélite, con un espacio muy reducido, como el de la cápsula. Finalmente, Laika fue lanzada al espacio el 3 de noviembre, aislada térmicamente, protegida contra la radiación, con agua y comida y con una serie de cables que registraban sus signos vitales y las variaciones que pudiera tener. El objetivo era descubrir si era posible sobrevivir en el espacio exterior, así como recoger información sobre sus constantes vitales.
Para Laika, fue un vuelo marcado por el pánico. Para los científicos, un éxito. Lo cierto es que la perrita solamente soportó unas horas el viaje, ya que tras haber funcionado correctamente en las primeras tres órbitas, el Sputnik 2 tuvo un fallo en su sistema de control de la temperatura a partir de la cuarta. Esto provocó un sobrecalentamiento de la cápsula que llevó a la perra a morir por la hipertermia que le causó un paro cardiaco.
Según algunas fuentes, la ración de comida de Laika para el séptimo día de vuelo contenía veneno, con el fin de que tuviese una muerte más rápida. Sea como sea, la perra no pasó del primer día con vida, y al principio se afirmó que había muerto por falta de oxígeno. El Sputnik 2, sin embargo, estuvo en órbita hasta el 14 de abril del año siguiente, cuando se desintegró al precipitarse a la atmósfera.
Críticas
La ciencia consideró la muerte de Laika como un mal menor, pues se había averiguado que era posible sobrevivir a la puesta en órbita. Pero lo sucedido también despertó algunas críticas, como la del periodista polaco Krzysztof Boruń, que señaló que la muerte de la perra, más que un éxito, era «una gran pérdida para la ciencia».
30 años más tarde de la muerte de Laika, uno de los científicos participantes en aquel programa espacial de la Uninón Soviética, Oleg Gazenko, lamentaba los hechos. En sus palabras, «no deberíamos haberlo hecho… Lo que aprendimos de esa misión no fue suficiente como para justificar la muerte de la perra».
Después de Laika, otros perros fueron también enviados al espacio, pero ya en naves preparadas para no desintegrarse, aunque igualmente fueron utilizados como experimentos. Dos de ellos murieron en el Sputnik 6 (1960), llamados Mushka y Pchyolka, cuando se perdió el control del aparato y los soviéticos activaron una carga explosiva para hacerla explotar y evitar que otros países recogieran sus datos. El último vuelo con perros se hizo en 1966, con Ugolyok y Veterok como tripulantes, que estuvieron 21 días dentro del Kosmos 110.
Hoy podemos ver a Laika en monumentos, en canciones, en cómics, en novelas, e incluso en sellos. Pero nada puede justificar que la especie humana la lanzara a una muerte segura, ni a ella ni al resto de animales que han víctimas de un supuesto avance científico. ¿Dónde quedan los derechos de los animales? ¿Y dónde quedan hoy, cuando todavía se utilizan perros y otros seres sintientes en los laboratorios?
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Ramos, A. (8 de noviembre de 2014). «Sabía que le quedaba poco de vida»: la triste historia de la perra Laika. El Confidencial.
Teodorakis, E. (30 de octubre de 2020). Laika: el abandono a la primera astronauta. Animal Heroes.
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