El veganismo carece de sentido y de razón de ser si no tenemos en cuenta el término «respeto«. Y es que está claro que quienes damos este paso respetamos al resto de especies, y por ello no nos las comemos, ni nos vestimos con su pelo, ni compramos productos testados en animales, ni asistimos a circos o a corridas de toros, ni maltrataríamos a ningún ser sintiente. Sin embargo, creo que a veces nos olvidamos un poco de todo esto con los animales con los que convivimos.
Desde pequeña, he visto cómo se educaba a los perros pegándoles. Si ladra, una pequeña bofetada; si nos hace daño jugando, lo mismo; si no se comportan como nos gustaría, otra bofetada; si tira demasiado de la correa, unos gritos; si hace pis o caca en casa, quizá ambos castigos. Al final, todas estas actitudes por parte de los humanos, no son más que un intento de muestra de superioridad, y no deja de ser algo cruel e innecesario, porque como los niños pequeños, los cachorros no van a aprender a base de violencia.
Con los gatos sucede lo mismo. Cuando arañan a un humano, al sofá o a cualquier objeto; cuando muerden; cuando se suben en la estantería y lo tiran todo; o cuando hacen caca fuera del arenero, ¿qué es lo que se nos ocurre? Castigarles. Pero un gato que quizá no ha socializado con otros de su especie, que puede que fuera separado de su madre muy pronto, o que por cualquier otro motivo, nos busca como reclamo y nos hace lo mismo que haría a sus hermanos, no va a dejar de hacerlo porque le riñamos o le peguemos. No somos su madre y hemos de entender los motivos que pueden llevar al animal a ese tipo de comportamientos. Hay profesionales que se dedican a esto.
Creo que el maltrato a los animales domésticos está normalizado. Y no me refiero a maltratar dándoles palizas, hiriéndoles físicamente, abandonándoles o dejándoles dormir en la calle, sino a otro tipo de conductas violentas por nuestra parte que pasan desapercibidas. No somos superiores a ellos, y me duele ver cómo hay personas que gritan a sus perros o gatos, que les riñen porque se paran a oler un árbol o que ni siquiera les dejan la correa lo suficientemente larga para que puedan oler. ¿Quiénes nos creemos? Todo eso también es maltrato.
No soy experta en educación canina o felina, seguramente he hecho muchas cosas mal a este respecto y muy probablemente me falta mucha información sobre cómo hacerlo lo mejor posible con los animales con los que convivo, pero lo mínimo que puedo hacer si he decidido convivir con seres de otras especies es respetarlos, tratar de rellenar los datos que me faltan sobre su educación, buscar la raíz de ciertos problemas que puedan presentarse, y no limitarme a reñir. Eso es lo fácil, pero también es violencia.