No. No puedo respetar la tauromaquia. No puedo respetar la caza. No puedo respetar la ganadería, ni la peletería, ni la experimentación en animales. No puedo respetar la explotación de otros seres sintientes, porque el propio hecho en sí carece de la característica de respeto, lo cual no significa que no respete a las personas del ámbito de la tauromaquia, a las personas que comen carne; a los cazadores o a los trabajadores de las granjas, de los mataderos, de los laboratorios, de la industria peletera, de los circos, de los zoos… como seres humanos que son. Porque si tanto presumimos las personas veganas de empatía, esta debemos aplicarla también a los individuos de nuestra especie, algo que a veces no se percibe en debates, discusiones, conversaciones o en las redes sociales en las que tendemos a hablar de todo sin saber nada, lo que también puede aplicarse a quienes arremeten contra nosotros.
Reflexionaba sobre esto porque es bastante frecuente oír a los taurinos hablar de respeto: «Que no vayan a los toros si no les gusta», «que no vayan, pero que nos respeten», suelen decir. Pero se olvidan de que los primeros que están faltando al respeto son ellos, que no respetan a los animales que agonizan en las plazas o cuya angustia es latente en festejos populares de otra índole. Y por supuesto que no vamos a ir a esos espectáculos, pero si lo que queremos es que los animales dejen de ser maltratados, quedarnos en el sofá no va a ayudarnos en la persecución de ese objetivo. Seguiremos luchando hasta la abolición, que llegará más pronto que tarde.
Lo que ocurre es que algunas personas que dicen ser animalistas sobrepasan ciertos límites. Jamás me alegraré de la muerte o de las lesiones de un torero, pero no puedo respetar las corridas de toros como espectáculo, ni la tauromaquia en general, porque son actividades contrarias a la palabra respeto.
Y reconozco que hasta hace poco tiempo, era menos sensible al sufrimiento de los toreros, tal vez porque no conozco personalmente a ninguno y trato de no relacionarme con personas de este ámbito, aunque nunca he llegado al punto de insultarlas a través de las redes, como hacen otros que presumen de animalistas, o de reírme de la desgracia de alguno de ellos, como tristemente también se ve en Internet.
Lo mismo sucede con los cazadores, y aquí sí, inevitablemente, tengo relación con varios porque en la zona donde vivo hay demasiados aficionados a esta actividad. Personas a las que conozco desde el colegio, a las que veo prácticamente todos los días y con las que me saludo por la calle. La actividad cinegética, bajo mi punto de vista, es y seguirá siendo una lacra hasta el momento en que desaparezca, es el más absoluto desprecio por la vida y, de nuevo, jamás podré respetarla porque en sí misma, implica no respetar a otros seres sintientes.
Pero las víctimas de la caza no son solo los animales. Las armas utilizadas para la actividad cinegética también se cobran víctimas humanas, entre las que se encuentran cazadores, mujeres de cazadores, guardias civiles o agentes medioambientales. Las armas, sencillamente, no deberían existir. Pero existen, y no voy a respetar las acciones para las que están destinadas. No voy a respetar la caza, al igual que no respeto que haya guerras, o que haya esclavitud, o que exista cualquier tipo de violencia o discriminación, incluida la que ejercemos sobre los animales no humanos.
Por eso, cuando la víctima es el propio cazador, no puedo más que sentir lástima y pensar en sus hijos, si los tienen; en sus padres, en sus amigos o en la vida que se ha echado a perder por culpa de la maldita caza y de las malditas armas. Y esto es algo que, como persona animalista o antiespecista, tal vez no comprendas si no te toca de cerca. Cuando la víctima es alguien de tu entorno.
No entiendo a esos que se denominan animalistas o veganos, pero se ríen de la muerte de un ser humano. Al margen de la falta de sensibilidad, esta muestra de odio, desprecio y mucha ignorancia no es la forma de transmitir el mensaje de la defensa animal. Si quienes participan de la explotación de otros seres sintientes o los utilizan como forma de ocio no nos respetan cuando se dirigen a nosotros, no seamos como ellos. Solo conseguiremos quedar como los insensibles que se alegran de la desgracia de otros seres humanos mientras salvan a los gatos y a los perros. Y esto, en una sociedad especista, solo perpetúa aquello contra lo que intentamos luchar.
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