Hubiera preferido no haber visto jamás un toro

Hubiera preferido no haber visto jamás a un toro

«Hubiera preferido no haber visto jamás un toro«. Es lo que siempre respondo a quienes me dicen que critico la tauromaquia porque no la conozco, porque nunca he ido a una corrida y porque no la entiendo. Lo cierto es que a lo largo de mi vida he visto muchos toros, la mayoría de ellos en horribles festejos taurinos de los que ni disfruto ni he disfrutado.

Pongámonos en contexto. Verano. Pueblo español vacío en invierno y lleno de gente en las fiestas. Nostálgicos de un pasado que no fue mejor. La gente pide toros. En este pueblo es difícil concebir unas fiestas patronales sin espectáculos taurinos. Pero a mí (y a mucha más gente) lo que me gusta son las verbenas, los concursos de tartas o los hinchables para niños. Y yo creo que a los más pequeños también les gustan más estos juegos que una sangrienta corrida de toros. Pero aquí maltratar toros es muy importante, y quien se atreva a criticar esto abiertamente será señalado. Solo la pandemia pudo paralizar este infierno para los animales.

Durante toda mi infancia he acudido a los encierros de mi pueblo en el mes de agosto, a pesar de que ni mi padre ni mi madre son taurinos. Eran mis abuelos y tíos quienes me llevaban, tal vez por eso yo tampoco me he considerado nunca taurina, a diferencia de otros niños. Sin plantearme mucho más, me parecían profundamente aburridos y solo pensaba que ojalá los toros no prestaran atención a esos jóvenes que los estaban mareando y salieran de esa plaza. Hasta que un año decidí no acudir, y desde entonces no he vuelto.

En mi pueblo también torturaban vaquillas por las noches, después de la verbena. Y no solo eso, sino que además, es costumbre torturar toros hasta la muerte en horrorosas corridas. A un de esas sí he llegado a asistir, por primera y última vez en mi vida. Fueron mis tíos quienes me llevaron y yo solo tenía ganas de llorar. ¿Por qué la gente aplaudía? ¿Por qué yo tenía que aplaudir que un hombre estuviera provocando la agonía de un toro? ¿Por qué otros niños no lloraban al verlo? Había quienes incluso no tenían reparo en decir que «ese toro no vale», en referencia a alguno de los animales que lo único que quería era salir de ahí. Creo que fue ese día cuando decidí que era antitaurina.

Desde entonces, he seguido encontrándome con personas que aplauden el maltrato en las plazas de toros, y no es fácil que entiendan que eso es maltrato, a pesar de la evidencia. No serán estas quienes avancen hacia un futuro sin festejos taurinos. Se quedarán ancladas en el pasado, nostálgicas de aquellos tiempos en los que toreaban a un animal indefenso en un intento de mostrar su supuesta superioridad ante un toro al que llaman «bravo» pero que es tan pacífico como cualquier herbívoro.

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