Si procedes de una familia taurina o vives en un pueblo donde en las fiestas populares no faltan los festejos con toros (encierros, recortes, corridas…), es muy probable que hayas asistido a estos desde la infancia, así como también es muy probable que lo veas como algo normal. Pero no, no es normal, aunque los asistentes adultos en este tipo de espectáculos hayan normalizado el hecho de llevar a sus hijos, sobrinos o nietos.
En los pueblos españoles, los menores de edad suelen tener prohibido participar en este tipo de festejos, pero no acudir a ellos como espectadores. De hecho, la que escribe estas líneas ha asistido de pequeña a encierros con sus abuelos, tíos y padres en diferentes pueblos, y no solo a encierros, sino también, en una ocasión, a una horrorosa corrida de toros en la que era incapaz de entender cómo el público podía aplaudir a alguien que estaba causando el sufrimiento y la muerte de un animal.
Lo cierto es que en mi pueblo, independientemente de que alguien pertenezca a una familia taurina o no, se le transmite la tauromaquia desde la infancia. No faltan, cada mes de agosto, esos encierros infantiles con toros de mentira en los que los niños y niñas se divierten corriendo por las calles simulando un encierro real mientras los adultos presumen de que esa es la generación que llenará las plazas de toros en el futuro. Aquí podríamos debatir si ese tipo de encierros falsos son una alternativa a los reales que utilizan animales o si su objetivo es perpetuar estos últimos «para no perder la tradición» e introducir a los más pequeños en un mundo taurino en decadencia.
Pero lo que es indefendible es que los niños y las niñas asistan a festejos taurinos de los de verdad, en los que los toros sufren, ya sea al ser clavados con objetos punzantes, al ser perseguidos por picadores a caballo o al ser estresados en un recorrido absurdo por las calles de cualquier pueblo. Y esto no solo es indefendible porque pone en compromiso la seguridad de los más pequeños, que están expuestos a accidentes incluso cuando son meros espectadores subidos en un tendido; sino también porque es cuestionable qué tipo de educación se les está dando. Desde luego, esta educación se aleja mucho del respeto por los animales y del trato no violento hacia estos. Porque la tauromaquia es violencia, y eso es algo a lo que los niños y niñas nunca deberían estar expuestos.
Desde hace años, tanto las organizaciones animalistas como las de defensa de la infancia han alertado sobre esta cuestión. De hecho, ya en 2018 la ONU recomendó a España que prohibiera la participación de los niños en los festejos taurinos, si bien hasta el momento, nuestro país ha hecho caso omiso, e incluso siguen existiendo esas vergonzosas escuelas de toreo. Ahora el Comité de Derechos de la Infancia de la ONU ha pedido a España información sobre los pasos que se están dando al respecto, tras un informe de Pacma, y el país tiene un año para responder.
Siendo optimistas, el 2024 podría ser el año en el que dejemos de ver a niños y niñas en festejos taurinos.
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