Los seres humanos han utilizado las pieles de los animales para vestirse y protegerse del frío desde la Prehistoria. Además de estas pieles, otro de los tejidos más comunes usados por nuestra especie a lo largo de la historia ha sido la lana, o lo que es lo mismo, el pelaje de las ovejas. Hoy nos adentramos en el origen de la ganadería lanar.
Los ovinos existen en el planeta desde hace millones de años, aunque la domesticación de las ovejas, que descienden del muflón salvaje de Europa y Asia, se remonta al año 11000 a.C, durante el Neolítico. También se ha situado este hecho entre el año 10000 a.C. y 7000 a.C. En Mesopotamia, las ovejas comenzaron a criarse entre los años 9000 a.C. y 1000 a.C.
Los investigadores han situado el origen de la oveja doméstica en Irak. Su proceso de domesticación habría sido más fácil por los seres humanos por ser animales dóciles. De hecho, esta fue una de las primeras especies que fue domesticada. Desde Asia, las ovejas y otros animales habrían sido introducidas en Europa por el este del Mediterráneo.
En un primer momento, la cría de ovejas se realizaba únicamente por su carne, pero el propio desarrollo de la agricultura y de la ganadería propició el inicio del aprovechamiento de la lana para protegerse del frío.
La lana de aquellas ovejas del Neolítico y las primeras civilizaciones difiere mucho de la que actualmente se obtiene. A lo largo del tiempo, las ovejas han sido seleccionadas genéticamente para producir más pelo, considerado de mejor calidad por la industria. Lo cierto es que esta selección genética ha ocasionado mucho sufrimiento a estos animales, tras haber perdido, en parte, la protección que la lana debía aportarles de forma natural.
Pero no todas las civilizaciones han hecho uso de este tejido ni lo han apreciado. Por ejemplo, en el Antiguo Egipto, la lana se consideraba impura.
Ovejas merinas
La lana que hoy se utiliza con más frecuencia es la procedente de las ovejas merinas, una raza de origen español fruto de cruces entre las ovejas de la Península Ibérica y las del norte de África.
En España, los pueblos prerromanos ya producían lana, una economía que continuaron los romanos, a pesar de que estos últimos tenían preferencia por el desarrollo de la agricultura cerealista, de olivos o viñedos por encima de la ganadería. Los romanos usaban lana blanca que a veces teñían de otros colores y vestían con ella a los ejércitos. Con este tejido, también fabricaban las características togas de la nobleza.
En esta época, encontramos el antecedente de las ovejas merinas, a base de cruces entre ovejas de pelaje blanco con ovejas de pelaje negro. Fue siglos después cuando se produjeron los cruces con ovejas africanas hasta dar lugar a esta raza.
Tras su llegada a la Península Ibérica, los árabes también fomentaron la ganadería lanar, entre otras industrias como la del cuero o la seda.
En el siglo XII, encontramos algunas normas que penalizaban el robo de ovejas o que permitían el libre acceso de estas a propiedades privadas. Normas en las que aunque parezca lo contrario, lo que primaban no eran los animales, sino el desarrollo de esta actividad económica, que ya por aquel entonces estaba presente en diferentes mercados. Poco a poco, los pastos eran cada vez más amplios, incluso imponiendo algunas prohibiciones con respecto a otros tipos de agricultura en ciertas zonas.
Así, los productores de lana procedente de los rebaños trashumantes de Castilla, Extremadura o Aragón tuvieron protección real desde el siglo XIII hasta 1837.
Fue entre los siglos XVI y XVIII cuando se produjo el auge de la cría de ovejas merinas. La protección hacia la lana procedente de estas era tal que el castigo por llevar a estos animales fuera del país podían acabar en pena de muerte. En el siglo XVIII, se eliminaron las restricciones.
La exportación de ovejas merinas comenzó con su traslado a Gran Bretaña, Francia, Suecia, Hungría, Rusia o Alemania. Los ingleses, posteriormente, llevaron a estos ovinos por sus colonias, especialmente hacia Australia, y España perdió el monopolio de esta industria.
En Australia, las ovejas merinas empezaron a criarse en 1789. A día de hoy, Australia cuenta con miles de granjas de ovejas. El 88% de la lana de oveja merina procede de este país, principal exportador del tejido. De hecho, Australia cría a más de 70 millones de ovejas al año.

La industria hoy
Las ovejas actuales criadas por su lana tienen tal cantidad de pelo que la esquila se hace un proceso necesario. Si no se realiza, estos animales pueden sufrir sobrecalentamiento en época estival porque la industria de la lana así lo ha querido. Sin embargo, los muflones salvajes de los que descienden las ovejas no necesitan ser esquilados, puesto que pierden su pelo de manera natural, y algunas razas de ovejas aún a día de hoy tampoco tienen que pasar por este proceso, si bien los ganaderos optan por criar razas como las merinas.
De hecho, la lana que utilizamos en la industria textil procede solo de unas pocas razas de ovejas y la merina es la más habitual. Esta raza representa un 43% de las ovejas explotadas por su lana, considerada de mejor calidad y valor dentro de la industria. Otro 47% está representado por razas cruzadas con merinas. También se obtiene lana a menor escala de otras razas de ovejas y de otras especies, como los camellos o las llamas.
En las últimas décadas, la industria de la lana ha perdido peso en favor de alternativas sintéticas, aunque la explotación de las ovejas sigue generando un gran sufrimiento a estos animales y generando millones de dólares a sus explotadores en países como Australia.
FUENTES CONSULTADAS
Casamitjana, J. (2022). ¿Por qué la lana no es vegana? Bueno y Vegano.
Enciclopedia Humanidades (s.f.). Lana: origen, propiedades, elaboración, usos y características.
Estévez, J. J. (1990). El ganado ovino en la historia de España.
Infovegana (2020). Por qué no comprar lana.
Muy Interesante (2003). La lana: una historia de abrigo.
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