Relaciones sociales de una vegana en un pueblo

He perdido la cuenta de las veces que he mencionado que soy una vegana de pueblo. Nací, crecí y he vivido la mayor parte de mi vida en este, y desde que soy vegana, he vivido todo tipo de situaciones aquí, desde anécdotas divertidas hasta momentos incómodos. Todos ellos con la participación de terceras personas. Y es eso de lo que hoy quiero hablar. ¿Con quién y cómo me relaciono en un pueblo donde la ganadería, la tauromaquia y la caza son incuestionables?

Pues bien, desde pequeña he tenido amigas hijas de ganaderos. Con algunas he perdido la relación, pero no por asuntos relacionados con el veganismo, y con otras me sigo llevando bien. Soy consciente de que si mantengo esta amistad es porque existe desde hace años, pero sería difícil que se diera en la actualidad si nos acabásemos de conocer, porque pensamos de forma muy diferente y las personas familiares de ganaderos no suelen estar, precisamente, en contra de esta actividad.

Cuando he visitado fincas con animales como ovejas pertenecientes a padres de amigas mías, he podido ver con mis propios ojos cómo los corderos buscaban mi piel pidiendo leche, una vez habían sido separados de sus madres para ir al matadero o para ser alimentados artificialmente y ordeñar a las ovejas para hacer quesos de consumo humano. Pero de esto solo me he dado cuenta desde que tengo esta información. Si hace quince años hubiese visitado ganaderías como esta, no entendería la reacción de los corderos ni me plantearía nada al respecto.

Mis amigas familiares de ganaderos conocen perfectamente mi opinión, al igual que yo conozco la suya (casi siempre defienden este sector por la rentabilidad y porque es el sustento familiar) e incluso hemos discutido sobre el tema en alguna ocasión. A día de hoy, prefiero no hacer comentarios al respecto delante de ellas.

Ni delante de nadie. Me he dado cuenta de que defender al lobo, posicionarse contra la caza o la tauromaquia, mencionar mis valores éticos o mostrar cualquier opinión personal sobre la explotación animal solo genera discusiones (a veces demasiado fuertes), sin que sea esa mi intención, porque con algunas personas no se puede razonar. En alguna ocasión, algún ganadero se ha dirigido a mí en actitud de superioridad, y sé que en esos casos, absolutamente ningún argumento que lo rebata le va a hacer mantener una conversación de personas civilizadas.

Pero ese tipo de gente no está entre mi círculo de amistades, como tampoco lo están cazadores ni aficionados a las corridas de toros, aunque desgraciadamente, me los encuentro a diario. De hecho, soy una persona muy poco sociable y ya lo era antes de ser vegana, aunque es cierto que me gustaría conocer a más personas que piensan como yo. Hasta ahora, solo tengo contacto con otros veganos a través de las redes sociales, pero no en mi día a día.

Creo que ser vegana en un pueblo pequeño es lidiar con todo esto. No me quejo de la zona donde vivo, que es maravillosa, y soy consciente de que no siempre habrá ganaderos y cazadores. Incluso los encierros que tanta pasión despiertan terminarán algún día. Pero mientras tanto, me seguiré cruzando con señoras acompañadas de burros cargados de tomates o de herramientas, o incluso montadas en ellos; señores que madrugan los sábados para cazar, perros de cazadores encerrados y estresados o corderos hambrientos separados de sus madres.

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