Granjas cinegéticas: cuando los cazadores crían a los animales que matan

Granjas cinegéticas, cazadores que crían a sus presas

Más de una persona se echa las manos a la cabeza cuando descubre que en países como Sudáfrica se cría a leones en cautividad para convertirlos en las presas de los cazadores que pagan mucho dinero por abatirlos. Pocas de esas personas son conscientes de que en España ocurre algo parecido. Aquí lo denominamos granjas cinegéticas, lugares en los que se crían animales considerados cinegéticos como jabalíes, ciervos, corzos, gamos, perdices, conejos o muflones, para después soltarlos en cotos y ponerlos a disposición de los cazadores que pagan por entrar a matarlos. Otros fines de estas granjas son la producción de carne de caza o la repoblación en algunos cotos.

Es curioso cómo los cazadores se definen como esenciales para combatir la sobrepoblación de algunas especies, cuando ellos mismos están criando a esos animales de cuyo exceso se quejan. O cómo repueblan cotos en zonas en las que supuestamente existe esa sobrepoblación. Pero hemos de entenderlo, decir que les gusta matar queda muy feo, y en algo se tienen que excusar.

Es evidente que la caza no es un hobby, no solo porque definir como hobby una actividad que consiste en matar es bastante macabro, sino también porque hay todo un negocio detrás de esta. Estamos hablando de cacerías que cuestan dinero, un dinero cuya cantidad depende del tipo de animal que se vaya a abatir (a los animales pequeños, como los conejos, se les pone un precio de unos 200 euros, mientras que un ciervo puede superar los 3000 euros). Además, los cazadores obtienen ganancias vendiendo a animales criados en cautividad para diversos fines, por ejemplo, entrenar a sus perros o convertirlos en presas fáciles para otros cazadores. Y esto no es ningún secreto. Basta con echar un vistazo por Internet.

En España, existen más de 800 granjas cinegéticas, tanto para caza mayor como para caza menor, y otras tantas granjas ilegales de este tipo.

España es el país que alberga la granja de perdices más grande del mundo, que cría unos cinco millones de individuos para su venta. Posteriormente, las aves son liberadas y disparadas por los cazadores. Poco les importa la biodiversidad, el equilibrio medioambiental, si los animales son propios o no de esa zona o si pueden traspasar enfermedades a individuos salvajes debido a la escasez de inspecciones en las granjas.

Los animales no tienen muchas posibilidades de escapar de los cazadores después de ser soltados, ya que se han criado en cautividad y están acostumbrados a la presencia de seres humanos o de coches, lo que también podría provocar accidentes de tráfico con fauna. Pero a los cazadores les da igual. Seguirán diciendo que son la solución a estos accidentes. Y también continuarán creyendo que realizan una actividad heroica cuando lo que buscan son presas fáciles, acostumbradas a los humanos.

Los que logran sobrevivir, por otra parte, son la excusa perfecta para que los cazadores salgan a decir que hay sobrepoblación, que cusan daños en la agricultura o que se acercan a núcleos urbanos. No solo los han soltado ellos mismos, sino que tampoco han puesto ningún mecanismo para evitar que se reproduzcan. Además, también matan a sus depredadores, lo que facilita su expansión. Y en el caso de que causen un accidente, tampoco sabremos si este está relacionado con la caza, puesto que los animales no están identificados porque ninguna ley lo exige, aunque si llega el día en que la normativa ponga más límites a esta actividad, se quejarán, y mucho, como se quejan actualmente de las pocas leyes que tienen que cumplir.

Según los cazadores, sin embargo, las granjas cinegéticas (legales) cumplen con estrictas normas de saneamiento y los animales que crían solo se sueltan en zonas donde no hay sobrepoblación. También afirman que su actividad es un importante motor de la economía en el mundo rural, y que genera riqueza con la venta de carne de caza o con la exportación de cuernas de ciervo, que en países como China se utilizan con fines medicinales.

Imaginemos que todo esto es cierto. ¿Tendría sentido la existencia de granjas cinegéticas? ¿Tendría sentido con animales que se encuentran en peligro de extinción, como ellos mismos defienden en algunos casos?

No, no tendría sentido y, desde luego, carecería de toda ética. Los animales no son objetos ni son productos. Por muchos beneficios económicos que genere la caza, matarlos no está justificado, al igual que tampoco está justificado matar, esclavizar o maltratar a seres humanos si esto supusiera ganancias.

Da igual en qué zona se suelte a los animales criados en granjas. Da igual si hay o no inspecciones de saneamiento en estas. Da igual si se trata de especies amenazadas o si hay sobrepoblación, porque hay otras formas de solucionar estos problemas. Da igual si sus promotores cumplen o no las leyes. Matar animales de esta forma, o de cualquier otra, es un acto atroz que no debería estar dentro de la legalidad.

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3 comentarios sobre “Granjas cinegéticas: cuando los cazadores crían a los animales que matan

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