La peletería es uno de los ámbitos de la explotación animal que, probablemente, no tardará mucho tiempo en desaparecer, al igual que determinados espectáculos con animales o algunos tipos de caza. Todo depende de cuánto quieran alargarlo las autoridades, porque en cuanto a la sociedad, parece que hay cierto consenso sobre la crueldad existente en algunas actividades.
Una de esas actividades es la producción de pieles. En un primer momento, los seres humanos utilizaban la piel de los animales que se comían para protegerse del frío, hasta que alguien decidió hacer un negocio de ello. Así, hemos llegado a un punto en el que ya no se hacen prendas abrigadas con las pieles de los animales asesinados por su carne en los mataderos, como mucha gente cree. Las pieles no son los restos de la industria cárnica, son una industria en sí misma. Existen granjas que crían animales con la única finalidad de matarlos por su piel. De hecho, la forma como se mata a estos es distinta a como se hace en la producción cárnica, pues cualquier corte provoca daños que impiden el aprovechamiento de toda la piel y, por lo tanto, es menos rentable en la peletería, que opta por gasear, electrocutar, romper cuellos o despellejar a los animales vivos.
Por otro lado, durante años, las pieles se han asociado con dos términos: calidad y clase social. Automáticamente, pensamos que la típica señora que lleva puesto un abrigo de visón tiene el dinero suficiente para permitírselo, mientras que quien lleva uno sintético ha acudido a lo más barato, a prendas sobre las cuales se cree que son de menor calidad, aunque no necesariamente es así.
La mayor parte de los abrigos que vemos por las calles en invierno son sintéticos, y eso no implica que no nos protejan bien del frío. Las prendas de visón o de zorro son más caras y, por lo tanto, menos asequibles. Suelen portarlas personas de clase social alta o señoras de edad avanzada que han ahorrado lo suficiente como para comprarlas, con la falsa creencia de que son mejores que las sintéticas.
Pero esa es una creencia cada vez menos arraigada. Las nuevas generaciones no quieren llevar puesto un abrigo de visón. No está bien visto, y cada vez es peor valorado incluso en las personas más adineradas. Las propias marcas de lujo están diciendo adiós a las pieles y están demostrando que se puede hacer moda sin matar animales. Por otra parte, las marcas convencionales intentan, en ocasiones, crear tendencias con prendas que imitan las pieles, y es discutible si estas pueden verse como alternativas a las pieles reales o, por el contrario, aumentan el gusto estético por estas.
La industria peletera también está en el punto de mira tras los brotes de COVID-19 surgidos en granjas de visones en diferentes países de Europa. Se ha demostrado que estos lugares ponen a toda la sociedad en peligro, debido a las facilidades de trasmisión de enfermedades por las condiciones de hacinamiento y falta de higiene en las que se mantiene a los animales. Países como Malta, Italia o Estonia ya han prohibido la producción de pieles por motivos como este, y en otros lugares se están dando pasos para llegar a esta prohibición. Recientemente, más de un millón de firmantes han pedido esta medida en la Unión Europea.

Más allá de visones y zorros, existe, de igual manera, cierto consenso en la sociedad de la crueldad existente en la producción, por ejemplo, de bolsos de piel de serpiente o de cocodrilo, que también suelen ser artículos de lujo poco frecuentes en el día a día de la mayoría de las personas. Tampoco es muy común el uso de tejidos como la seda, otra industria cruel con los animales.
Otros tejidos
Pero no existe esa misma percepción con otros tipos de pieles, como el cuero, y por supuesto, con tejidos en los que no se suele matar animales para obtenerlos, como la lana. Ambos implican el uso y explotación de otros animales, por lo que están descartados para las personas veganas, pero no para el resto de la sociedad que compra, por ejemplo, calzado que contiene cuero sin ni siquiera pensar que eso es la piel de un animal, tal vez una vaca, un cordero o un cerdo, casi siempre importado desde países asiáticos.
Por otra parte, las prendas que contienen cuero suelen estar al alcance de cualquiera, y no se reducen a un grupo concreto e la población, como los abrigos de visón. Lo mismo sucede con la lana, y esta es muy fácil de sustituir por prendas de algodón, pero es más difícil en el caso del calzado que contiene cuero, pues no suelen ofertarse alternativas en las tiendas comunes.
Por tanto, podríamos definir el panorama actual como un momento de decadencia de la industria peletera, sin que esto implique que vayan a dejar de utilizarse tejidos de origen animal. Nosotros, como consumidores, somos demandantes, y sí tenemos en nuestra mano demandar a las empresas prendas y accesorios libres de crueldad, totalmente sintéticos o fabricados a base de fibras vegetales.
Un comentario en “¿Está mal visto el uso de pieles?”