Por qué la ganadería es desperdicio alimentario

La ganadería es desperdicio alimentario

Según la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición, cuando hablamos de desperdicio alimentario hacemos referencia a «aquellos productos agrícolas y alimentarios descartados de la cadena alimentaria que siguen siendo perfectamente comestibles y adecuados para el consumo humano y que, a falta de posibles usos alternativos, terminan desechados como residuo». Esto se puede dar a la hora de distribuir los alimentos, en la etapa de su venta tras haber sido comprados.

Por ejemplo, desperdicio alimentario es cuando un supermercado desecha fruta en buen estado porque tiene alguna mancha marrón, sin que ello indique que está podrida (esto también lo hacemos en casa); o cuando un restaurante ha preparado un exceso de comida que no van a consumir sus clientes y la acaba tirando. Realmente, es una pena que estos alimentos acaben en la basura, pero es exactamente lo que sucede.

Estamos acostumbrados a imaginarnos a nuestra madre tirando al contenedor una bolsa con fresas porque compró más de las que se iban a comer en casa; o más aún, a imaginarnos a una cadena de supermercados tirando a la basura cajas enteras de frutas y verduras que no se han vendido. Lo que no hacemos es asociar la ganadería con el desperdicio alimentario, pero lo cierto es que tienen mucho que ver. Y no nos referimos a esos filetes que se caducan y terminan en la basura, o a esas lonchas de jamón york en un envase abierto que nadie comió y quedaron en la nevera hasta que optamos por tirarlos. El desperdicio alimentario en la ganadería empieza mucho antes de que la carne u otros productos de origen animal lleguen a nuestros platos.

De planta a pienso y de pienso a filete

En la Unión Europea, más del 70% de las tierras agrícolas se destinan a plantaciones cuya producción se convierte en pienso para alimentar a los animales considerados de granja, que posteriormente se transforman en carne, según datos de Greenpeace. Es especialmente llamativo el caso de la soja: casi el 80% de los cultivos de esta en todo el mundo se destinan a la ganadería, para que después digan que las personas veganas estamos destruyendo el Amazonas porque nos gusta comer tofu. Esta soja se utiliza, sobre todo, en la fabricación de piensos para aves o cerdos. Podemos decir que tus nuggets de pollo, los huevos de tu nevera o tu bacon están destruyendo el Amazonas, pero no el tofu de un vegano, entre otras cosas porque queda muy mal que una marca venda productos transgénicos para consumo humano, y la soja del Amazonas es transgénica.

Todo ello, además de ser un grave problema de deforestación y pérdida de biodiversidad, es desperdicio alimentario. Porque es una injusticia que se destruyen bosques para convertirlos en monocultivos que alimentan a billones de animales en todo el mundo que comen toneladas de pienso y a los que no necesitamos para nutrirnos, mientras hay seres humanos que no tienen acceso a los alimentos. Pensemos en el trigo, ese con el que se fabrica el pan que tradicionalmente tanto asociamos a la buena alimentación o a la fortuna de disponer de comida. Y es que el trigo, como la soja, se cultiva en su mayoría para alimentar animales considerados de granja. O dicho de otro modo, para hacer pienso en lugar de pan. Y una vez hecho el pienso, ya no hay forma de que el ser humano aproveche ese trigo.

La solución es tan sencilla como dejar de criar a esos billones de animales para no tener que alimentarlos. Tan sencillo como comer más garbanzos y menos chuletones. Eso sí, sin producir más garbanzos de los que somos capaces de comer por el simple hecho de que ello genera un beneficio económico.

Si hablamos de ganadería y desperdicio alimentario, también nos surge otra cuestión: ¿Realmente comemos a esos billones de animales que cría la industria ganadera? ¿Realmente bebemos tantos litros de leche y consumimos tantos huevos, quesos y mantequilla? ¿O de nuevo, es el capitalismo el que tiene ese interés en criar a tantísimos animales porque ello genera dinero? Es cierto que el consumo de carne y otros productos de origen animal es excesivo, ¿pero cuántos de esos alimentos acaban en contenedores, como las cajas de frutas de la cadena de supermercados?

Podríamos evitar todo esto con un gesto que no es tan difícil como parece. No se va a acabar el mundo por dejar de comer carne, lácteos, huevos o miel. Al contrario, el mundo sería un lugar mejor si más gente dejara de hacerlo.

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