De ser un producto habitual en la alimentación de países mediterráneos como España, las legumbres han pasado a estar casi olvidadas en nuestra dieta. Quizá por eso nadie las tiene en cuenta cuando nos preguntan a las personas veganas de dónde sacamos las proteínas. Quizá por eso hay quienes piensan que solo comemos lechuga. Quizá por eso a algunos les parece que dejar de comer carne sería el fin del mundo.
Pues bien, las legumbres son ricas en proteína, con lo que si dejas de comer alimentos de origen animal y las incluyes en tu alimentación diaria no deberías tener problemas con este nutriente. Lo que ocurre es que no todo el mundo se hace a la idea de comer legumbres todos los días, bajo la falsa concepción de que son demasiado pesadas para el estómago o de que son aburridas. Pero no, las legumbres se pueden consumir de múltiples formas y no necesariamente tienen que ser pesadas.
En las últimas décadas, el consumo de legumbres ha caído mientras aumentaba el de carne. A su vez, hemos perdido variedades de legumbres locales mientras crecían los alimentos de origen animal procedentes de razas no autóctonas o de una selección genética que comenzó en Estados Unidos en la década de 1950 (a esta historia ya le dediqué una entrada para abordar el tema en profundidad), y mientras se incrementaba el consumo de procesados cárnicos como ciertos embutidos o salchichas. En definitiva, hemos dejado de comer un alimento saludable para consumir otros que no solo hacen daño a nuestro salud, sino que también provocan un sufrimiento animal indescriptible.
A colación de esto y ante la evidencia científica del impacto medioambiental del consumo de carne, algunas organizaciones internacionales recomiendan, desde hace tiempo, potenciar el consumo de legumbres en detrimento del de los productos de origen animal, lo cuales, sin embargo, siguen siendo subvencionados. Y cómo no, las organizaciones agrarias (la mayoría de ellas engloban también a ganaderos) no han tardado en apuntarse a las recomendaciones y en tirarse flores en medios de comunicación alardeando de las legumbres que producen mientras siguen potenciando los cultivos destinados a alimentar a la ganadería (algunos de ellos de leguminosas). Estas organizaciones saldrán en los medios, pero se silenciará a quienes pongan la reducción del consumo de carne como clave en la lucha contra la emergencia climática.
He de decir que pese a ello, me parece positivo que cualquier organización con poder ponga a las legumbres como parte de la solución, aunque todavía está muy lejos el día en que al fin deje de situarse a la carne en el lado de la solución y no del problema por parte de este tipo de entidades con intereses concretos.
Una necesidad
Que la carne deje de ser la principal fuente de proteína en los países occidentales es una necesidad, por los animales no humanos, por los humanos y por el medio ambiente.
Dejemos de financiar campañas a favor de la carne o de los lácteos y avancemos hacia la producción de legumbres, que es la alternativa y que, además, en los países mediterráneos tenemos la suerte de que son cultivos tradicionales. Pese a ello, algunas variedades se han perdido y otras se han olvidado, quizá porque el auge del consumo de carne nos las arrebató en las últimas décadas del siglo XX, ¿por qué no las recuperamos? Es cierto que la cantidad de legumbres existente es enorme, que no son solo garbanzos, lentejas y alubias y que no hay lugar al aburrimiento con esta gran variedad y con la inmensidad de recetas diferentes que podemos elaborar con ellas, pero me haría mucho más feliz ver un pasillo de un supermercado lleno de lentejas de diferentes tipos que ver un frigorífico repleto de trozos de animales muertos.
Por el momento, a día de hoy es posible encontrar legumbres de muy diversa tipología en tiendas a granel, y no solo la legumbre en sí misma, sino otros productos a los que pueden dar lugar, como pasta en forma de espiral, por ejemplo, que también son una buena alternativa para personas celíacas o con ciertas intolerancias.
Sea como sea, ¡más legumbres y menos carne!
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