Está claro que la producción de carne es incompatible con los derechos de los animales, incluso en los muy minoritarios casos en los que se trata de prestar a esos individuos una vida más o menos «feliz» antes de que acaben en el matadero. Quienes somos antiespecistas seguramente hemos visto bastantes documentales sobre esto o hemos leído libros al respecto, e incluso puede que también estemos al tanto de que la industria cárnica ni siquiera respeta los derechos humanos, algo de lo que no se suele hablar demasiado. Hoy arrojamos un poco más de luz sobre esto.
En la actualidad, grandes compañías controlan la mayor parte de la carne que vemos en los supermercados o carnicerías. A nivel internacional, gigantes como Cargill, Tyson Foods o JBS lideran el mercado. En España, nos sonarán los nombres de El Pozo o Campofrío. Muchas de las granjas cercanas a nuestros pueblos producen para estas grandes empresas. Esa ganadería familiar que vendía sus productos en su entorno más próximo es cosa del pasado, porque a día de hoy no es osado afirmar que todas las granjas son una. O lo que es lo mismo, todas benefician a una sola minoría mientras que nos perjudican al resto de los humanos y no humanos.
La industria cárnica cría y mata a miles de millones de animales, como vacas, cerdos, corderos, conejos, pollos o pavos, entre otros. Millones de animales tratados como mercancía que se traducen en millones de dólares, por lo que a los responsables de todo esto tampoco les importa demasiado ser sancionados o demandados por situaciones de abuso. Y el sector sigue creciendo, haciendo aún más multimillonaria a esa minoría y abusando de trabajadores vulnerables en los mataderos y otros pasos de la ganadería.
Y es que muchas de las personas que trabajan en mataderos lo hacen por pura necesidad, ya que quizá no tienen muchas otras oportunidades laborales. Si estas se les presentaran, la industria cárnica tendría un problema de carencia de mano de obra, porque muy poca gente desea trabajar disparando pistolas de aire comprimido, degollando animales, tal vez cientos en un solo día; o transformando después sus cuerpos en filetes. Un trabajo visto por muchos como sucio, estresante y peligroso, además de traumático.
Algunos trabajadores de mataderos han relatado que han necesitado ayuda psicológica como consecuencia de ese empleo. Un buen porcentaje de los empleados en estos lugares son inmigrantes que encuentran en ellos la única forma de subsistir.
En 1906, el escritor estadounidense Upton Sinclair publicó su novela La Jungla, acerca de un joven inmigrante en Chicago que trabaja en un matadero, bajo unas condiciones durísimas. El escritor pretendía mostrar la explotación laboral hacia los inmigrantes en Estados Unidos a principios del siglo XX, trabajando horas y horas por un sueldo mínimo, y en condiciones insalubres. Esto no era ficción. El propio autor del libro pasó mucho tiempo observando cómo funcionaban los mataderos, y aunque su intención era denunciar la explotación de los inmigrantes, logró que muchos de sus lectores también se preocuparan por las nefastas condiciones higiénicas en la producción de carne.
Han pasado más de cien años y la industria cárnica en el mundo occidental sigue utilizando mano de obra inmigrante y abusando de los trabajadores. El pasado mes de febrero, salía a la luz un caso de explotación infantil en Estados Unidos, en el que más de 100 niños inmigrantes eran obligados a trabajar en mataderos.
Además, si bien los sistemas de higiene han mejorado desde 1906, todavía son cuestionables. El ejemplo más claro lo vimos durante la pandemia, cuando el sector cárnico no paró su producción porque se consideraba esencial. En esta situación, se repitieron los brotes de COVID-19 en mataderos de distintos países. En algunos casos, incluso se denunció que no se cumplían medidas de seguridad o que algunos empleados tenían dificultades para entender las normas por la barrera idiomática.
Estrés
El estrés que provoca trabajar en un matadero a veces se paga con los propios animales. Así lo recoge Melanie Joy en su libro Por qué amamos a los perros, nos comemos a los cerdos y nos vestimos con las vacas (2009), en el que aparecen testimonios de trabajadores que han relatado cómo se sobrepasaron con algunos individuos cuando algo no salía como esperaban.
Por supuesto, nada justifica estas acciones de abuso contra los otros animales, así como tampoco está justificado explotar a seres humanos. Pensemos que un trabajador en un matadero ha de cortar cientos de gargantas en un día, o aturdir a cientos de animales, o abrirlos para convertirlos sus partes internas en productos comestibles. Y todo ello ha de hacerse con la rapidez necesaria para satisfacer el mercado. Ese mercado que quiere a consumidores de carne en masa que piensen que no pueden vivir sin este alimento. Realmente, estaríamos más acertadas si dijéramos que se hace con la rapidez necesaria para satisfacer a esa minoría antes mencionada que genera ingresos millonarios. Desde luego, jamás para satisfacer las necesidades nutricionales de la población, pero ese es otro tema.
Más allá de las situaciones de explotación que pueden darse en los mataderos, pensemos también que estas personas están día tras día oyendo gritos, viendo a animales desesperados o asustados y sangre por todas partes, y todo por un salario que deja mucho que desear. Es bastante dudoso que haya alguien que haga este trabajo por vocación.
Puede que los mataderos sean una de las representaciones más claras del capitalismo, aunque a la vez, están muy escondidos para que nadie sepa lo que sucede dentro de ellos. Ya lo dijo Paul McCartney…
«Si los mataderos tuvieran paredes de cristal, todos seríamos vegetarianos»
Paul McCartney
Efectivamente, los mataderos no tienen paredes de cristal. Son lugares totalmente opacos e inaccesibles desde el exterior. Tampoco están en el centro de las ciudades ni la industria cárnica hace sus anuncios con imágenes de estos. Es normal, ¿cómo van a querer dar a la sociedad una imagen semejante crueldad con los animales no humanos y también con los humanos?
Un comentario en “Producción de carne y derechos humanos”