Últimamente, es bastante habitual que conocidas marcas de lácteos o derivados cárnicos etiqueten sus productos como «de bienestar animal«. Curiosamente, suelen ser grandes empresas a las que el bienestar animal importa muy poco. Pero ahora eso vende, debido a que la población cada vez es más consciente del impacto de los alimentos de origen animal en el planeta, en la salud y en los propios animales, y las marcas pretenden mostrar, de alguna manera, que estos tienen la mejor de las vidas antes de ser asesinados. Pero, ¿de verdad alguien cree que existe bienestar animal cuando ovejas, vacas o pollos, entre otros, son criados para terminar en un matadero? La respuesta suena por todas partes: no, no hay bienestar animal en la ganadería, y muchísimo menos en grandes empresas o incluso multinacionales que presumen de ello.
Pongámonos en el caso de que realmente esos animales disfrutan de una vida feliz, son bien alimentados y reciben todos los cuidados que necesitan. Para mí, tampoco existiría bienestar animal porque al final han sido criados para ser asesinados en el matadero, y porque quienes los han traído a este mundo esperan de ellos una rentabilidad económica. En las mentes de esas personas, son un producto, no un ser sintiente.
Sistema cruel e injusto
Ni siquiera en las granjas ecológicas, en la ganadería extensiva o en aquellas explotaciones en las que los animales viven en libertad, o en semilibertad, podemos decir que exista bienestar animal. Y no solo porque el final de estos va a ser la muerte a los pocos días, meses o años de vida, sino por cómo se les trata.
Las ovejas, vacas y cabras, por ejemplo, son obligadas a tener un bebé cada año, cuya lactancia se destina a consumo humano. Los bebés son separados de sus madres y asesinados si son machos, para ser vendidos como carne. Las hembras, por su parte, pasan a tener el mismo destino que sus progenitoras. Y esto se repite un año tras otro, hasta que las ovejas, vacas o cabras dejan de ser productivas para el empresario o ganadero, y acaban, igualmente, en el matadero. Nadie en su sano juicio puede pensar que aquí hay bienestar animal, pues es un sistema cruel e injusto.

Las gallinas, por otra parte, son explotadas por sus huevos. Estos animales han sido tan seleccionados por el ser humano que pueden producir unos 300 huevos al año, mientras en la naturaleza no producirían más de 30. La puesta ocasiona a las gallinas dolor y puede derivar en problemas como tumores u otras enfermedades, y esto es algo que no se evita tampoco en las granjas ecológicas ni «de bienestar animal». Para criar a las gallinas, se incuban artificialmente algunos huevos, de los que después salen machos o hembras indistintamente. Las gallinas pasan a formar parte de la cadena de producción de huevos, mientras que los pollos macho son triturados o gaseados porque no sirven para tal fin. ¿Dónde está el bienestar animal?
Y los cerdos, por otro lado, son alimentados con el objetivo de que engorden lo máximo posible en poco tiempo (igual que los pollos, generalmente de raza broiler, en las granjas que se dedican a la producción de carne de estos). Las cerdas son también obligadas a parir, en jaulas donde no pueden moverse y ni siquiera son capaces de cambiar de posición. Algunos cerditos, por ello, son aplastados por su madre, mientras que los que sobreviven serán utilizados como carne y, si son hembras, como futuras madres.
Pero es razonable que las marcas de lácteos o carnes se pongan la etiqueta de «bienestar animal», porque esa es su respuesta ante la mayor preocupación de la sociedad por las condiciones de los animales que nos comemos o de los que obtenemos derivados. Y que grandes empresas respondan gastándose miles de euros en campañas que publicitan ese supuesto bienestar animal, es un síntoma de que lo estamos haciendo bien, de que cada vez más gente rechaza sus productos y optan por alternativas éticas y más sostenibles.
33 comentarios sobre “El bienestar animal no existe”