En esta entrada de la semana pasada vimos que el consumo de carne se ha masificado en los últimos años, pero no siempre ha sido así. De hecho, en las etapas históricas anteriores, la carne quedaba reservada para las clases altas, mientras que la mayor parte de la población no la incluía en su alimentación habitual, salvo ocasiones especiales. Incluso en la Prehistoria, era mucho más sencillo obtener vegetales que cazar a un animal para comer. Por supuesto, todo esto varía en función del lugar geográfico, pues hay puntos en los que, por encontrarse en una zona marítima la dieta tradicional se ha basado en pescado; o por situarse en zonas polares, se depende más de la caza.
Entonces, ¿cómo hemos pasado de comer carne esporádicamente a hacerlo todos los días y en todas las comidas? La clave está en la Segunda Guerra Mundial y sus consecuencias, principalmente la situación de hambre y el desarrollo de la Política Agraria Común (PAC).
Segunda Guerra Mundial
El fin de la Segunda Guerra Mundial, en 1945, dejó una Europa devastada que tardó tiempo en recuperarse, en la que había escasez de alimentos, ya que la producción agrícola y ganadera mermó considerablemente. Una de las consecuencias de este conflicto bélico fue el cambio hacia la Europa que hoy conocemos. En 1957, con la firma del Tratado de Roma, se creó la Comisión Económica Europea (CEE), por la que Alemania, Bélgica, Francia, Italia, Luxemburgo y los Países Bajos acordaron una mejor cooperación en materia económica. En los años sucesivos, poco a poco, más países se unieron.
En este contexto de falta de alimentos, la Unión Europea planteó la puesta en marcha de políticas que permitiesen la producción de alimentos para paliar esta grave situación, sin que ello significase grandes gastos para la población, que de esta manera, podría conseguir comida a precios muy asequibles. Así, nació la PAC. La idea era que los diferentes estados que entonces componían la Unión Europea dispusieran de un sector agrícola y ganadero que permitiera volver a abastecer de alimentos a una población marcada por las consecuencias de la guerra, a través de subvenciones para los productores que les ayudaran a aumentar las explotaciones, formarse o jubilarse de forma anticipada, entre otras ventajas.
Excedentes
Cuando los países europeos consiguieron el anhelado abastecimiento de alimentos procedentes de la agricultura y de la ganadería, surgió un nuevo problema: los excedentes. A partir de la década de 1980, debido al aumento del número de explotaciones de ambos tipos y a una mayor producción, estas actividades dieron lugar a más alimentos de los que la población de estas naciones podían consumir, es decir, una sobreproducción. De esta forma, el gasto de la PAC se incrementó, al tener que exportar este excedente, que, en otros casos, era destruido.
Desde los años 90, la PAC ha visto varias reformas en las que se han tenido en cuenta los nuevos acontecimientos, pero no ha dejado de existir el problema de los excedentes, así como otros inconvenientes, como la llegada de productos importados de otros países que resultan más baratos para los intermediarios que los locales, lo que conlleva el desperdicio de muchos alimentos que se producen y que nunca llegan a los supermercados porque los agricultores prefieren su pérdida a una venta de la que no obtienen beneficios.
Por otro lado, de la PAC no solo reciben ayudas pequeños agricultores y ganaderos que ven en esta la única vía para subsistir en esta actividad, sino que también se benefician grandes multinacionales de las que podemos sospechar si realmente necesitan ser subvencionadas, mientras algunos productores se quejan de que la PAC ha abandonado la ganadería extensiva. Además, el modelo agrícola seguido por la mayor parte de estas industrias es altamente contaminante y contribuye al cambio climático, por lo que en la actualidad nos encontramos ante el reto de continuar con estas ayudas como hasta ahora o cambiar hacia sistemas de producción más sostenibles, que también tengan en cuenta la necesidad de reducir el consumo de carne.
En cualquier caso, el tema de las subvenciones de la PAC, por unas u otras razones, ha provocado enfados entre agricultores y ganaderos, asociaciones ecologistas o personas que ven la necesidad de avanzar hacia otro modelo. Sea como sea, la PAC se creó como solución a un problema de escasez y de hambre, mientras que en la actualidad, estamos muy lejos de aquella terrible guerra que dejó una Europa desabastecida. Las subvenciones son, hoy, el gran pilar que sostiene a la ganadería y que da lugar a unos precios mucho más baratos que hacen que los productos de origen animal sean asequibles para prácticamente cualquier bolsillo. El consumo se ha masificado y la producción se ha industrializado, y esto es preocupante tanto medioambientalmente como éticamente.
El 72% de la carne de pollo, el 55% de la carne de cerdo y el 60% de los huevos, en todo el mundo, procede de la ganadería industrial, responsable de la destrucción de ecosistemas y de la emisión de gases de efecto invernadero. Cada persona come, anualmente, 46 kilos de carne, solo en España, cinco veces más que hace medio siglo. Si lo miramos desde el punto de vista animalista, la ganadería industrial, pero también la extensiva o ecológica, son una expresión más del maltrato hacia los animales.
FUENTES
Amigos de la Tierra (2020). En el Día Mundial Sin Carne reclamamos una política agraria que apueste por un consumo y producción de menos carne y mejor carne.
Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Historia de la PAC.
Molina, C. (2017). Ayudas agrarias y la PAC: por una agricultura más sostenible y resiliente. BlogSostenible.
Unión Europea. La historia de la Unión Europea.
7 comentarios sobre “Historia: cómo hemos pasado del consumo esporádico a comer carne a diario”