Hay ciertas películas con algún que otro mensaje antiespecista que no solemos captar. Y es que muchos de estos filmes son de animación y están destinados a un público infantil, por lo que quizá los conocemos desde pequeños sin darnos cuenta de dichos mensajes o situaciones que presentan y que están más cerca de la realidad que de la ficción. Este es el caso del largometraje Chicken Run (2000), o Evasión en la Granja en español, que si no la has visto, te recomiendo que lo hagas, tanto si eres vegano como si no.
Como resumen, la película trata acerca de unas gallinas que viven en una granja de Gran Bretaña, donde son explotadas por sus huevos y, si no los ponen, son asesinadas. Por eso y por las condiciones de encierro en las que pasan sus días, los animales no dejan de planear cómo escapar, y casi siempre les sale mal. Mientras tanto, los dueños de la granja solo piensan en cómo sacar la máxima rentabilidad de esas gallinas.
En una de las escenas de este largometraje de animación, la gallina protagonista dice algo como: «nunca he sentido la hierba bajo mis patas«. Y pienso que nada representa mejor cómo son las granjas de estas aves y en qué condiciones se mantienen. De hecho, actualmente, la mayoría de las explotaciones crían a los animales en jaulas de las que no salen hasta el último de sus días: cuando son trasladadas al matadero porque la producción de huevos disminuye, con dos años o menos de vida, cuando podrían vivir muchos más. Es cierto que cada vez surgen más modelos alternativos a este tipo de granjas, y la forma de cría de los animales debe reflejarse en la cifra que se inscribe en sus huevos, pero pese a todo, seguimos explotando a las gallinas, seleccionadas para producir más, lo que les causa un inmenso dolor y enfermedades, y ni siquiera las gallinas del pueblo que todos hemos visto correr en libertad desde niños escapan a esta realidad tan cruel.
No sabría definir muy bien qué tipo de granja es el que aparece en «Chicken Run», donde las gallinas no viven enjauladas, tienen sus propios gallineros y pueden salir al exterior, aunque no pueden escapar de la gran valla que les impide ser libres y que tanto anhelan cruzar. Esto refleja muy bien que en ningún modelo de granja hay bienestar animal.

Otro punto que me parece destacable es la presencia de un gallo que aparece casualmente en la granja donde están las gallinas, y que huye del circo, donde se le obliga a «volar» a través de un cañón como espectáculo. Este pollo es también un buen ejemplo de otro tipo de explotación: la de los circos con animales. Las gallinas, de esta manera, pretenden que el gallo les enseñe a volar para huir de la granja, puesto que ellas se ven incapaces. Y efectivamente, estas aves, en la vida real, no pueden alzar el vuelo en las ganaderías, pero contemplándolas en libertad queda desmentido el mito de que las gallinas no vuelan. Y no es que lo hagan como águilas, pero tampoco es que no se sirvan de sus alas frecuentemente.
Además de esto, hay cinco puntos que me parecen interesantes acerca de las enseñanzas de esta película sobre la realidad de las gallinas, que he ido anotando tras volver a verla después de los años.
5 claves antiespecistas de Chicken Run
- Los huevos son de las gallinas. La película muestra cómo los humanos roban los huevos a las gallinas cada día, pues es su único interés en ellas, y ver esto, aunque sea en un largometraje, quizá puede hacer que empaticemos más con la explotación que sufren. Tal es ese interés de los humanos que, si las gallinas no ponen huevos, son asesinadas por los dueños de la granja, algo totalmente real en esta industria.
- Las gallinas no viven una vida idílica en el campo. Viendo Chicken Run, es fácil darse cuenta de que ningún tipo de granja es bueno, y que los animales son criados con un fin específico que nada tiene que ver con su bienestar. De hecho, como bien señala la gallina protagonista, es complicado ver a una de estas gallinas explotadas por sus huevos pisando la hierba.
- Las gallinas no son tontas. En la película, los humanos tratan a las gallinas como tontas e incapaces de organizarse, lo que les impide darse cuenta de los planes de estas para escapar. Lo cierto es que estos animales no son para nada tontos, lo que ocurre es que pocas veces los observamos para darnos cuenta de eso.
- En las granjas solo importa la rentabilidad. Para los dueños de la granja de Chicken Run, como para los ganaderos de la vida real, lo más importante es el dinero, y no los animales. Por eso, cuando la dueña descubre que puede obtener más ganancias haciendo pasteles de pollo que con los huevos, decide cambiar su negocio.
- Las gallinas que no ponen huevos son asesinadas. Como en la película, en la industria del huevo, las gallinas que llevan un tiempo sin ponerlos, son asesinadas porque no son rentables para el empresario. Esto también sucede en las granjas ecológicas y en muchos gallineros familiares del pueblo.