Los zoológicos, el poder y el colonialismo han mantenido una estrecha relación a lo largo de la historia. Como ya mencionamos cuando hablamos del surgimiento de los zoos y a modo de resumen, los antecedentes más antiguos de estos se encuentran en el antiguo Egipto, en el año 3500 a.C. Allí, los faraones tenían animales salvajes en cautividad como modo de exhibir su poder, de intimidación de sus enemigos, o simplemente por diversión. En otras civilizaciones de diferentes épocas también existieron colecciones de animales como símbolo de grandeza y superioridad sobre otros territorios.
El Roma, tras la expansión del imperio por África y Oriente Medio, el traslado de animales exóticos a las ciudades más importantes se convirtió en algo frecuente para demostrar el poder de Roma y la amplitud de su territorio. Algunos animales eran vendidos a patricios que los coleccionaban y otros se destinaban a espectáculos.
También se cuenta que el emperador azteca Moctezuma II (1466-1520) creó su propio zoológico con animales (humanos y no humanos) procedentes de diferentes partes de América. Por su parte, los europeos, tras su llegada a dicho continente, también trajeron animales exóticos, e incluso humanos como prueba de que habían llegado a tierras tan lejanas. El mismo Cristóbal Colón (1451-1506) trajo personas indígenas a Castilla.
En el Renacimiento, el cardenal Hipólito de Médicis (1511-1535) llegó a coleccionar a humanos de diferentes procedencias, algo que no era más que otra exhibición racista más de superioridad que, además, servía como entretenimiento para burgueses y nobles.

En 1752, los Habsburgo crearon su casa de fieras en el Palacio de Schönbrunn, que ha sido considerado el primer zoológico. Este momento coincide con una etapa de esplendor del Imperio Austriaco, que acababa de vencer al Imperio Otomano.
A finales del siglo XIX y principios del XX, época colonial en la que numerosos países europeos disponían de territorios en África, también existieron zoos humanos en los que se exhibía a personas procedentes de las colonias africanas o a aborígenes australianos a través de exposiciones, congresos o ferias. También se exponían junto a animales en los propios zoológicos.
Los países occidentales, como Bélgica, Alemania, Francia o Noruega, mostraban al pueblo, de una manera tan racista, cómo eran los habitantes de las colonias a las que habían llegado, pero la finalidad era la diversión y sobre todo, nuevamente, una muestra de poder y superioridad sobre dichas colonias. También trataban de justificar esas invasiones y convencer a la población de la necesidad de llevarlas a cabo para «civilizar» a las poblaciones africanas, a las que consideraban inferiores. La comparación entre humanos procedentes de las colonias y animales salvajes pretendía legitimar la colonización tratando de hacer ver que esta mejoraba sus vidas.
La última vez que se realizó una exposición de humanos fue en Bélgica, en su Exposición Universal de 1958. Pero los zoológicos con animales siguieron existiendo, y los animales siguieron siendo separados de sus familias y de su hábitat natural. Aunque hoy en día los animales suelen ser criados en los propios zoos, contamos con ejemplos conocidos como el de Copito de Nieve, el gorila blanco que llegó al zoo de Barcelona procedente de Guinea Ecuatorial, que a mediados del siglo pasado todavía era una colonia española.
En la actualidad, los zoológicos son un negocio que se justifica a sí mismo por su supuesta labor educativa, de investigación y de conservación de las especies, pero lo cierto es que para estos tres cometidos existen otros métodos que no implican el cautiverio y que no se lucran de la venta de entradas.

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