Los animales no son instrumentos

Históricamente, muchos animales han servido como instrumentos, ya sea para transportar a seres humanos de unos lugares a otros, como utensilios de guerra, como método de librarse de otros animales considerados molestos, como vigilantes, como herramientas de trabajo en el campo, etc.

Todavía en la actualidad hay personas cuyo único interés en los gatos es que cacen a los ratones que habitan en un garaje, en un sótano o en una finca privada. O quienes siguen montando a caballo para ganar competiciones. O quienes siguen utilizando a perros para vigilar la casa. Es normal, vivimos en una sociedad donde reina el especismo.

Esto significa que la instrumentalización de los animales no es cosa del pasado. Es cierto que en la Edad Media no había coches y las personas se trasladaban a caballo. Pero también es verdad que en pleno siglo XXI, con tantos modelos diferentes de vehículos y distintos medios de transporte a nuestra disposición, los paseos a caballo siguen siendo un reclamo turístico en numerosas ciudades, algo no exento de polémica debido a lo explotados que están los animales, expuestos al calor y a la sed continuada.

Pero la explotación animal en el sector turístico no solo afecta a los caballos. En diferentes lugares, es posible encontrarse con propuestas de diversa índole: paseos en camello; ciertos animales de zoológicos utilizados como reclamo para las visitas por cualquier peculiaridad o por una historia concreta; u otros centros que no se llaman zoos pero funcionan como si lo fueran.

Por otro lado, todavía sigo viendo en mi pueblo y en otros muchos a personas con burros o mulas utilizadas para labores del campo. Sé que esto es algo residual y que en unos años, estará totalmente erradicado, pero no por la conciencia de que es explotación animal pura y dura, sino por la sustitución de los animales por maquinaria, porque la gente que usa a estos animales suele ser mayor o por la propia despoblación que afecta a las zonas rurales.

Otro caso es el de los perros. Esto animales son utilizados como un instrumento para múltiples fines: la caza, la ganadería, la vigilancia, el acompañamiento, algunas terapias o labores policiales. Estas tres últimas circunstancias están, incluso, bien vistas por la sociedad en general.

Mi opinión como persona antiespecista es que los perros no deberían ser usados para tales fines y siempre sería más ético optar por otros métodos, pero también sé que a día de hoy es bastante más sencillo concienciar sobre el maltrato a los perros en el mundo de la caza o sobre que un perro es mucho más que un guardián que para concienciar de que un perro no debe trabajar como guía, como terapeuta o como policía, ya que la población considera que la labor que realizan es positiva.

Y luego está el tema de la equitación, un supuesto deporte en el que quien hace ejercicio no es la persona que participa o gana en una competición. La única tarea de esta es estar a lomos de un caballo. Pero más allá de eso, el debate principal es si un animal debe ser un instrumento para ganar un campeonato, o simplemente, para disfrutar de un paseo en el campo. Para mí la respuesta está clara: da igual que te diviertas, da igual que cepilles el pelo del caballo cuando te cansas de montar, da igual que le des de comer y lo bien que lo trates. Un caballo no es un instrumento.

En realidad, ningún animal lo es. Ni para servicios, ni para productos. Eso quiere decir que tampoco los considerados de granja son utensilios. No son trozos de carne o vasos de leche. Pero todavía estamos muy lejos de llegar a este tipo de conclusiones como sociedad.

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