Durante 16 años, tuve la suerte de compartir mi vida con la mejor compañera. Ella era Luna, una perrita que nació en una granja de ovejas allá por noviembre del año 2005. Su mamá era una podenca, tal vez aquel ganadero fuese también cazador, o tal vez esta podenca acabó por casualidad en aquella granja. Su papá, desconocido. Así que Luna era uno de tantos perros mestizos sobre los que los demás siempre preguntan «¿de qué raza es?», dando por hecho que un perro tiene, sí o sí, que ser de una raza concreta. Luna también era uno de tantos perros que nacen en camadas no deseadas. Yo tenía nueve años, y mi padre llevaba meses diciendo que adoptaríamos un perro. La búsqueda fue incesante. Visitamos protectoras de diferentes ciudades, aunque finalmente acogimos a Luna porque de otra manera, habría acabado abandonada, en un contenedor de basura o en las manos de algún cazador.
Y es que a pesar de no tener raza, no fueron pocos los cazadores que se interesaron por ella porque su apariencia les recordaba a los perros que habitualmente utilizan para la actividad cinegética. No fueron pocos los paseos en los que tuve que escuchar a ciertas personas que me incentivaban a soltarla «a cazar liebres», e incluso que nos pedían que se la regalásemos para cazar. Obviamente, jamás habríamos hecho semejante estupidez, pero todavía me sigue sorprendiendo que haya quienes crean realmente que un perro utilizado para la caza es más feliz que en un piso o una casa conviviendo con humanos, por el simple hecho de que un día a la semana corre por el campo. Tal vez se olvidan de que el resto de sus días son encierro y tristeza y su destino es incierto cuando acaba la temporada de caza.
En manos de cazadores, Luna no habría llegado a sus 16 años. Ningún cazador la habría cuidado cuando apenas podía caminar, cuando perdió sus sentidos de la vista y del oído o cuando aparecieron los problemas de riñones. Pero tampoco habrían dejado que ese momento llegase. Los cazadores desechan a los perros cuando ya no les sirven, no los dejan llegar a la vejez porque los consideran objetos inservibles.
Si Luna hubiese acabado en las manos de algún cazador, seguramente ni siquiera habría sido el perro que ellos buscan, porque Luna era una perra de casa, no de caza. No les habría servido. Probablemente, no hubiera llegado al año de vida. Y cuando esto pasa, los cazadores no tienen demasiada compasión por los perros, como tampoco la tienen por todos los animales salvajes a los que asesinan. Los perros utilizados para la caza sufren maltrato y abandono, cuando no son asesinados de las peores formas. A veces, matarlos de un tiro les supone tal gasto que prefieren colgarlos de un árbol, o dejarlos morir de inanición, o golpearlos hasta la muerte.
Esto no son casos aislados. Que los cazadores maltratan a los animales es un hecho, y además, una evidencia, ya que la propia actividad que practican implica matar. Aun así, el PSOE se ha puesto de su parte, y ahora que por fin íbamos a tener una ley que protegía por igual a todos los perros, independientemente de que fuesen usados para cualquier actividad o no, los socialistas han presentado una enmienda que pretende la exclusión de los perros utilizados para la caza, el pastoreo, la vigilancia, etc., de la Ley de Derechos Animales que fue aprobada este verano en el Consejo de Ministros.
Una ley que, por cierto, tiene como objetivo llegar al abandono cero. ¿Pero cómo vamos a lograr el abandono cero si desprotegemos a las principales víctimas que lo sufren? Las perreras y protectoras de este país están llenas de galgos, de podencos o de mastines, perros utilizados habitualmente para la caza o el pastoreo.
Esta enmienda presentada por el PSOE tiene una explicación: les importan más los votos que los animales. Lo paradójico es que el colectivo de cazadores no es, precisamente, el más representativo de los votantes del PSOE. Por muchas enmiendas que este partido presente, no se van a hacer con sus votos, si bien es cierto que esta es solo una muestra más del poder del lobby de la caza en España, aunque la actividad cinegética pierde aficionados y ellos lo saben.