Si por algo se ha caracterizado el colonialismo a lo largo de la historia es por su afán de destrucción, en todos los sentidos: natural, cultural, social… Cuando los españoles llegaron a América, no dudaron en introducir la ganadería en el territorio que ahora consideraban suyo. Y eso también implicó destrucción.
En las últimas décadas, diferentes expertos han advertido del cambio que ha sufrido el continente americano como consecuencia de la expansión de las actividades asociadas a la ganadería. El ejemplo más claro es la deforestación o la tala de bosques para obtener terrenos de pasto, una acción que no solo se realiza en el presente en el Amazonas, sino también en muchas otras zonas y desde hace siglos.
Antes de la época colonial, la ganadería ni siquiera existía o era muy minoritaria en muchas zonas de América. Por el contrario, los españoles la consideraban una actividad fundamental desde las batallas contra los musulmanes, origen del término «ganado«, pues los animales domesticados obtenidos tras los saqueos se consideraban una ganancia. De hecho, gran parte de la riqueza española procedía del mercado de la lana y aunque en muchos momentos de la Edad Media hubo restricciones, en otros los ganaderos tuvieron bastante libertad para pastorear, incluso en propiedades privadas; podían cortar árboles y disponer de ramas para alimentar a los bueyes.
A finales del siglo XV, los Reyes Católicos ampliaron los derechos de la Mesta, una especie de asociación de ganaderos de la época.
En América, los españoles trataron de convertir a los nativos a su cultura, quisieron llevar el cristianismo al continente y también sus prácticas agrícolas y ganaderas. La Corona española incluso incentivó a los labradores a trasladarse al Nuevo Mundo con pasajes gratuitos, concesión de tierras y animales, mano de obra indígena para construir sus casas y recompensas económicas para quienes consiguieran buenos resultados agrícolas. Lo cierto es que muchas de las personas que llegaron a América por este motivo no se dedicaron a la agricultura, actividad que quedó relegada a la población indígena explotada.
Los españoles no solo llevaron a seres humanos al continente americano, sino también animales no humanos, con el objetivo de potenciar la ganadería. Para ello, se aprovecharon de plantas nativas como el maíz, aunque también se introdujeron otros cultivos, si bien en un primer momento se aprovecharon masas herbáceas naturales. Deforestar suponía una mayor cantidad de utensilios y mano de obra.
Ya en su primer viaje a América, Colón (1451-1506) anotó en su diario de navegación que no había localizado «ninguna bestia, salvo papagayos». Así, pidió a los Reyes Católicos que enviasen caballos, vacas, cabras, ovejas, gallinas, cerdos o perros. Colón consideraba la ganadería como esencial para la supervivencia en el continente. Las vacas fueron los primeros animales de consumo que llegaron al Caribe, y desde ahí, se expandieron por el resto de América del Sur a comienzos del siglo XVI, y un siglo después ya había ocho millones de ovejas y dos millones de vacas en el Nuevo Mundo. Los animales criados como ganado aumentaban mientras disminuía la población indígena y llegaban los primeros esclavos africanos.
Algunas zonas acabaron convirtiéndose en dehesas y la cría de vacas fue uno de los principales medios de riqueza ganadera, a la vez que uno de los principales motivos de la destrucción del territorio. Los españoles querían ser, y de hecho fueron la primera potencia mundial, a base de la invasión de los pueblos indígenas. La implantación de una economía agrícola y ganadera fue fundamental en este hecho.
Todo este proceso no estuvo exento de conflictos entre los nativos y los europeos, ya que estos últimos con frecuencia invadían los maizales de los primeros, que acababan relegados a zonas de menor rendimiento.
Dominación
El colonialismo y la dominación fueron de la mano. Esta dominación de los europeos a los indígenas podría también extrapolarse a la que ejercen los humanos sobre los animales, o dicho de otra manera, aquellos que se creen superiores contra los que consideran inferiores, ya sean otros humanos o animales no humanos. Sobre esta cuestión han teorizado algunos autores.
Y es que los españoles pensaban que los nativos eran incapaces de gobernarse, que eran bárbaros o irracionales, lo que utilizaron como excusa para dominarlos e implantarles sus costumbres y religión.
En el siglo XX, con las colonias ya independientes, el proceso no paró. En toda América continuaron obteniéndose tierras para pastos a base de destruir bosques y la cifra de animales considerados ganado no dejó de aumentar, muchas veces a causa de la avaricia de grandes empresas ganaderas o multinacionales que han transformado la biodiversidad en monocultivos.
La expansión de esta actividad continúa en nuestros días, y no es tan diferente del siglo XVI. La ganadería sigue implicando la destrucción de bosques, de biodiversidad y de poblaciones enteras.
FUENTES CONSULTADAS
Gómez, A. J., Molina, N. y Suárez, C. (2012). Vichada: éxodo y etnocidio indígena; el avance de la ganadería extensiva y de la colonización. Universidad Nacional de Colombia.
Mora, K. G. (2012). Prácticas agropecuarias coloniales y degradación del suelo en el Valle de Saquencipá, Provincia de Tunja, siglos XVI y XVII. Universidad Nacional de Colombia.
López, J. I. (2020) ¿Hombres o bestias? Poder pastoral, colonialismo y animales. En Moreno, R. y Meléndez, F. (Coords.), Transversalidad y biopolíticas: cuerpos, géneros y saberes. Universidad de Guadalajara
Van Ausdal, S. (2009). Potreros, ganancias y poder. Una historia ambiental de la ganadería en Colombia, 1850-1950. Historia Crítica Edición Especial.