Historia: Edad Media, carne y religión

En entradas anteriores, me he centrado en el consumo de carne en Grecia o en Roma, así como en las teorías sobre esto de los pensadores de épocas pasadas. Hoy me gustaría continuar este recorrido histórico con el increíble mundo medieval, una época marcada por la religión y las diferencias sociales, en la que los animales realmente no importaban demasiado, pero es interesante estudiar este tema también en el contexto de la Edad Media.

El comienzo de la Edad Media se sitúa en el año 476, cuando cayó el Imperio Romano de Occidente; y su final, en el 1453, cuando cayó el Imperio Bizantino, o en 1492, con la llegada a América de los europeos. Hablamos de diez siglos, por lo que es una época histórica muy amplia y con muchos sucesos interesantes y contextos diferentes, aunque aquí nos centraremos en lo que respecta a los animales.

Consumo de carne

En lo que respecta al consumo de carne y la alimentación, durante esta época hubo diferentes crisis alimentarias en toda Europa, que podían deberse a malas cosechas o a las inclemencias climáticas, pero las hambrunas afectaron siempre a las clases más bajas, cuya dieta estaba basada en vegetales, sobre todo cereales. Y es que el principal alimento era el pan, blanco y de trigo para los más ricos, y de centeno, avena, cebada o mijo para los más pobres (a diferencia de la actualidad, cuando pagamos más por estos últimos que por los primeros). En general, la carne quedaba reservada a las clases más pudientes, y solía ser de cerdo o de aves, ya que los animales más grandes, como algunos rumiantes, se utilizaban para las labores del campo. Pese a ello, como en épocas anteriores, el consumo de carne era ocasional, aunque esto depende mucho del lugar en que nos situemos.

Tampoco era habitual tomar leche, pues no existían los métodos de conservación actuales y, como hemos mencionado, las vacas eran utilizadas más bien para el trabajo agrícola, en un período en el que la maquinaria estaba aún lejos de llegar. Por su parte, la carne de caza era un bien apreciado por las clases más pudientes, y se presentaba con adornos en la mesa como símbolo de su poder.

En la Edad Media, las religiones establecieron pautas de alimentación concretas para quienes las profesaban. Sin embargo, no encontramos estas pautas en los cristianos primitivos, aunque en algunos fragmentos de la Biblia pueden leerse recomendaciones de sus autores acerca de la abstinencia de la carne, así como de otros productos como el vino, bastante más frecuente en la etapa medieval para acompañar las comidas, cuando el agua era un foco de contagio de enfermedades. Pero algunos de esos primeros cristianos se vieron influenciados por la corriente del ascetismo, que busca renunciar a los placeres materiales, y entre esos placeres, se encontraba el consumo de carne. Estas ideas se vieron reducidas a un grupo minoritario de ascetas que, en algunos casos, fueron considerados heréticos. También se practicaban en ciertas comunidades monásticas que basaban su dieta en pan y legumbres, y que si comían carne, lo hacían de manera ocasional y con moderación.

Más adelante, se establecieron las reglas monásticas que regulaban los alimentos que debían tomar los monjes, la frecuencia con la que debían ingerir algunos de ellos, los horarios, los ayunos… Así, San Benito (480-547) habló de evitar la glotonería y los excesos, así como el consumo de animales cuadrúpedos. La Iglesia también acabó prohibiendo el consumo de algunos animales, como conejos, castores o liebres, además de las restricciones que se dictaron para el período de Cuaresma.

Sin embargo, más que la ética, las motivaciones de aquellos ascetas eran otras, como la pureza o la consideración negativa que tenían sobre las pasiones, la sangre o la carne. También se dieron debates sobre la transmigración de las almas, es decir, el paso del alma de unos seres a otros, que pueden ser animales, unas ideas heredades de la antigüedad grecolatina. Pese a que hubo discusiones al respecto, la Iglesia Católica acabó aclarando que no existía tal transmigración, por lo que este motivo no se impuso entre los cristianos que se privaban de la carne.

En aquel cristianismo incipiente, también existieron monjes errantes que seguían dietas vegetarianas, quienes iban de unos lugares a otros sin establecerse en ninguno de ellos y que se alimentaban a base de los vegetales que iban encontrando a su paso.

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Si nos centramos en el consumo de pescado, no encontramos tantas normas impuestas por la religión al respecto, quizá porque este tiene otra connotación y simbolismo dentro del cristianismo. Y hablando de simbolismo, muchos otros animales también han sido representados en la religión católica, sin ir más lejos, en los belenes donde se trata de mostrar con figuras el nacimiento de Jesús. Durante la Edad Media, además, se dieron debates sobre si los animales van al cielo o si tienen algún tipo de unión con los seres humanos, postura a la que se acercó San Francisco de Asís (1181-1226).

Pero por otra parte, el cristianismo se ocupó de separar a los animales de los humanos, asegurando que los primeros se mueven por sus instintos, y esto es, precisamente, lo que no deberían hacer los humanos. Los animales, al igual que las mujeres, eran considerados inferiores, siendo para la mentalidad de la época, los hombres los seres más perfectos y cercanos a Dios.

En cuanto al judaísmo, esta religión ofrecía toda una serie de prescripciones relacionadas con la alimentación. En este sentido, las leyes kashrut son las que determinan qué alimentos son apropiados y cuáles no, y estas solo afectan a alimentos de origen animal, por lo que cualquier vegetal era apto para el consumo de quienes seguían esta religión. Así, el vegetarianismo siempre ha estado bien visto por los judíos, pero eso no significa que entre quienes lo profesan haya una mayoría de vegetarianos, pues no es así. De hecho, la abstinencia de carne solo afectaba a un momento concreto el año o durante un luto.

La religión judía, además, distingue a los animales puros de los impuros. Estos últimos serían aquellos que los judíos deben tratar de evitar, pero únicamente en lo que respecta a la alimentación, no a otros ámbitos como la vestimenta. Entre los animales considerados puros, se encontrarían los rumiantes, a menos que estos tuvieran algún defecto físico, pues en este caso serían considerados impuros. También se prohibía el consumo de alimentos de origen animal altos en grasa, como el tocino; así como el consumo de ciertas partes de los animales o alimentos que no estuvieran totalmente secos de sangre (algo también prohibido en algunas etapas históricas para los cristianos y musulmanes). El sacrificio del animal también está reglado por esta religión y había personas especializadas en su realización, así como lugares que funcionaban como mataderos. Además, se prohibía la mezcla de carne y lácteos. Determinados tipos de peces y aves también eran considerados impuros, pero el hecho de prohibir algunos alimentos animales potenció el consumo de otros de este mismo tipo.

Como vemos, ni en la alimentación, ni en la vestimenta, ni en las labores del campo solía existir, en la Edad Media, consideración ética alguna con respecto a los animales. De hecho, se han conservado documentos legales que indican que durante la Edad Media, en algunos momentos los animales estuvieron sujetos a la misma justicia que imperaba para los humanos. Así, podía castigarse a animales que se negaban a trabajar o que comían comida destinada a humanos. En Francia, entre 1266 y 1586, se dieron más de un centenar de procesos judiciales contra animales. Pese a esto, la concepción cristiana imperante en la época, como hemos visto, se acabó encargando de hacer ver a los humanos como superiores y a los animales como bestias inferiores.

Aunque hemos evolucionado en este sentido, todavía existe esa visión, quizá ya no tan marcada por la religión, pero sí por la herencia histórica y las costumbres adquiridas.

FUENTES CONSULTADAS

Flandrin, J. L. (1987). Historia de la alimentación: por una ampliación de las perspectivas. Manuscrits: revista d’història moderna, (6), 7-30.

Giménez, J. M. (2011). La gastronomía europea en la Baja Edad Media: las crisis alimentarias. Revista de Claseshistoria.

Hébert, S. (2008). La posición del animal y de la mujer en el contexto sociocultural de la Edad Media: el exemplo XXXV de El Conde Lucanor. Tinkuy 10. Boletín de investigación y debate. Études hispaniques, Université de Montréal, 79-86-

Lara, V. (2017). ¿Qué y cómo se comía en la Edad Media? Hipertextual.

Montenegro, E. C. (2003). La carne y el pescado en el sistema alimentario judío en la España MedievalEspacio Tiempo y Forma. Serie III, Historia Medieval, (16).

Sánchez, P. (2015). La idea del vegetarianismo en el mundo grecorromano y su traspaso al cristianismo primitivo. Trabajo de Fin de Máster. Universidad Complutense de Madrid.

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