Los seres humanos, una amenaza para los primates

La destrucción de su hábitat, el tráfico de animales o la caza son algunas de las principales amenazas a las que se enfrentan los primates, a causa de la actividad humana. Muchos de ellos están catalogados como especies protegidas, precisamente, porque se encuentran en peligro de extinción por culpa de los seres humanos. No contentos con eso, durante décadas los hemos explotado en laboratorios, circos y zoológicos.

A algunas personas les ofende que nos comparemos con primates, cuando los humanos también lo somos. Pero solo por ser humanos, algunos se creen superiores, más inteligentes y con más derechos. Sin embargo, mientras se ofenden con las comparaciones, no tienen ningún pudor en afirmar que la experimentación en estos animales es necesaria por su parecido con nosotros.

Solo en Estados Unidos, cada año se utilizan más de 125000 simios en laboratorios, según la organización PETA. También se usan en laboratorios españoles y de otros países. Estos animales son sometidos a todo tipo de pruebas para después ser asesinados y reemplazados por otros en el siguiente experimento. Existen granjas dedicadas exclusivamente a la cría de monos para enjaularlos durante todo el tiempo que dura su corta vida y enviarlos a laboratorios, otros son capturados en su hábitat, en países como Camboya, Islas Mauricio o China.

El sector del entretenimiento es otro que también explota a los primates, por ejemplo en circos o en programas televisivos. En algunos países, son incluso usados como atracción turística, ya sea para que los visitantes se hagan fotos con ellos a cambio de dinero, o para obligarlos a hacer «espectáculos» delante de ellos. Estos animales pasan su vida explotados, obligados a trabajar y la mayoría de las veces, encadenados.

Los circos con animales son cárceles para las especies de las que se lucran. Los animales pasan su vida encerrados y privados de libertad. Tal es la situación que muchos de ellos acaban sufriendo traumas irreversibles, y los primates no son ajenos a esta realidad.

También en los zoológicos se priva de libertad a estos animales, por mucho que digan que se imita su hábitat para que se sientan como si estuvieran en este. Ningún zoo hace las veces de la naturaleza, y por muy bien que los animales estén atendidos, recibir a cientos de visitantes todos los días no es, precisamente, lo mejor para ellos. Tampoco aprenderás nada por ver a un chimpancé comiendo un plátano en un bosque falso. Para conocer a los animales, obsérvalos en libertad, lee libros y artículos o mira un documental, pero no vayas a un zoo.

El mascotismo es otra de las amenazas para estos animales, que se compran por miles de euros en el mercado negro. El tráfico ilegal de especies es una lacra con la que hemos de terminar. No puede ser que haya demanda de animales exóticos como si fuesen objetos. Primates de diferentes tipos sufren las consecuencias de este mercado negro: una separación de sus familias que a veces implica el asesinato de todo el grupo para capturar a un solo ejemplar, viajes estresantes a los que no siempre sobreviven, encierro, mala alimentación, suelta en espacios que no son su hábitat e innumerables desastres más.

Por otro lado, los seres humanos estamos destruyendo ecosistemas enteros por intereses económicos, y algunos simios se ven afectados por ello. Es el caso de los orangutanes y el aceite de palma.

¿Cómo podemos hacer tanto daño a los animales por cosas tan absurdas como unas patatas fritas, un champú o una foto? Deberíamos reflexionar.

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