En septiembre de 2021, las imágenes de los más de 1400 delfines asesinados en una sola noche en las Islas Feroe dieron la vuelta al mundo, no solo por la crueldad del hecho, sino también por la alta cifra de animales muertos, mucho mayor a la de ocasiones anteriores en las que se han celebrado estas matanzas. Además, lo habitual era que esta práctica se cebara con las ballenas, aunque no tanto con los delfines, si bien ambas cacerías son indefendibles. Tal fue la polémica que el Gobierno tuvo que anunciar que revisaría la normativa sobre la caza de delfines.
El mundo entero reaccionó ante lo que consideraba inaceptable. Sin embargo, encuestas han señalado que la mayoría de la población de las Islas Feroe apoya la caza de algunas especies de delfín como el calderón, pero no de otras como el de flancos blancos, pues lo primero lo consideran una tradición y lo segundo no, si bien es cierto que a lo largo de la historia este tipo de matanzas han acabado con la vida de muchos más cetáceos que los calderones. ¿De dónde procede esta sangrienta práctica? Lo descubrimos a continuación.
Se tiene constancia de la caza de cetáceos desde hace más de 5000 años. En esas fechas, se han datado los Petroglifos de Bangudae, en Corea del Sur, unos grabados en los que ya aparece lo que se cree que son escenas de estas cacerías. También se han encontrado vestigios del uso de huesos de cetáceos para fabricar herramientas en cuevas neolíticas, aunque fue en la Edad Media cuando la caza de estos animales comenzó a realizarse a mayor escala. Existen dudas sobre si esta tenía lugar en mar abierto o los humanos únicamente se aprovechaban de los cuerpos de las ballenas cuando estas varaban en las cosas. Tal vez esto último diera lugar a lo anterior.
En el mundo occidental, la caza de ballenas surgió entre los siglos X y XI, de la mano de los pescadores vascos que comercializaban la grasa procedente de estos animales por toda Europa. En ocasiones, la fecha de inicio de esta actividad se ha situado en el siglo VIII. Un documento fechado en el año 1059 en Bayona (Francia) regula la venta de carne de ballena. Por tanto, se considera que ya para entonces se había establecido esta actividad. Más adelante, se extendió entre los holandeses, los daneses y los noruegos.
Por su parte, en las Islas Feroe, probablemente la caza de ballenas y delfines se remonte a tiempos de los vikingos. Se tiene testimonio de su existencia en una ley promulgada en 1298. Tradicionalmente, estas cacerías tenían la finalidad de proveer de comida a la población, cuya dieta se basaba en carne y grasa de estos animales.
La primera especie de ballena cazada en Europa fue la franca septentrional, que hoy es uno de los cetáceos más amenazados. Después se cazaron otros tipos de ballenas, como los cachalotes.
La industria ballenera siguió desarrollándose en Europa hasta expandirse por el continente americano, desde Canadá hasta Brasil. A partir del siglo XIX, se introdujeron innovaciones tecnológicas y el uso del barco de vapor, que permitía atrapar a ejemplares más veloces, como las ballenas azules. También se crearon nuevas herramientas que hacían más fáciles las matanzas, así como nuevas construcciones dedicadas al procesamiento de los productos derivados de las ballenas, como la carne, el aceite, harinas, jabones o fertilizantes. A veces, estas instalaciones eran auténticos mataderos hacia los que se conducía a los animales desde el mar para darles muerte y después procesar sus cuerpos.
La industrialización del sector vino acompañada del comienzo del declive en diferentes especies de ballenas.
Durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918), el mercado ballenero experimentó un auge debido al uso de la glicerina extraída de aceite de ballenas en los explosivos. Estas se cazaban, sobre todo, en aguas británicas y noruegas. Mientras tanto, Japón ya tenía su propia industria ballenera.

El caso de las Islas Feroe
La matanza de cetáceos, fundamentalmente delfines y ballenas, en las Islas Feroe se conoce como Gindadràp, y se celebra anualmente, a pesar de que numerosas organizaciones ecologistas y animalistas cuestionan el evento y ya han pedido a Europa que tome medidas. Los cazadores matan a cientos de cetáceos que cruzan el Atlántico Norte.
La tradición del Gindadràp se practica desde 1584, o al menos eso es lo que se cree. Otros historiadores sitúan su aparición en otras fechas. Los cazadores, que siempre eran hombres, perseguían a los cetáceos con sus barcos para conducirlos a la playa, donde los rodeaban y los asesinaban con lanzas y machetes. Mientras tanto, las mujeres presenciaban la escena como espectadoras.
A lo largo de los años, la técnica no ha cambiado demasiado, aunque se han prohibido algunos utensilios y se han introducido otros nuevos con la intención de reducir la crueldad de la matanza. También se ha obligado a los cazadores ha obtener licencias y a realizar un curso para participar. Estos ya no usan arpones ni armas de fuego, pero el mar se tiñe de rojo igualmente y la atrocidad sigue siendo una característica de esta práctica, a pesar de que, irónicamente, en los años 80 una normativa prohibió torturar cetáceos.
Para algunos habitantes de las Islas Feroe, la matanza de cetáceos es cultura, tanto que es un motivo recurrente en su literatura, música y arte, así como algunos españoles consideran cultura algo tan cruel como la tauromaquia o la matanza.
Lo cierto es que las Islas Feroe, junto con Noruega, Islandia y Japón, son las principales responsables de la caza de cetáceos como las ballenas o los delfines, que tanto amenaza a estas especies.
En Japón
La caza de ballenas en Japón tiene lugar desde el siglo XII. La ciudad de Taiji ha sido el principal enclave donde se han realizado estas cacerías en el país japonés, no solo de ballenas, sino también de delfines.
Desde el siglo XV, sus pobladores han utilizado diferentes técnicas de caza para dar muerte a miles de delfines. Primero lo hacían con arpones, y más tarde introdujeron las redes. Tras la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), la carne de ballena se convirtió en uno de los principales alimentos en el país, que se encontraba en situación de escasez. En la actualidad, algunos de sus habitantes, de nuevo, señalan que esto forma parte de su cultura.
Históricamente, la pesca ha sido la forma de abastecimiento en esta ciudad japonesa, pero a día de hoy las cacerías de delfines son la causa de la disminución de la población de estos animales en estado salvaje. Esta actividad afecta a diferentes especies de delfines y ballenas, que no solo sufren por ser las víctimas, sino también al ver morir a los miembros de su familia, que son golpeados con todo tipo de herramientas, y no precisamente para servir de alimento para la población. Muchos acaban vendidos a parques marinos asiáticos en el mercado negro. Otros se convierten en carne. Las crías a veces son devueltas al mar tras matar a sus madres, de las que dependen para sobrevivir, y todo ello con el apoyo del Gobierno japonés.
La ciudad de Taiji tiene incluso un museo dedicado a esta tradición. La población local continúa defendiéndola, pero a nivel nacional, cada vez son más las voces críticas contra estas matanzas. De hecho, la carne de delfín solo es consumida por una minoría de japoneses.
Otro lugar del mundo donde las matanzas de delfines son tradicionales son las Islas Salomón (Oceanía), donde existe un ritual según el que la población consumía la carne de los animales tras la cacería, y usaban sus dientes para fabricar monedas o para utilizarlos en ritos nupciales, aunque en los últimos años, en lugar de asesinar a los cetáceos se han capturado para venderlos a parques marinos.
Protección
En 1925, la Liga de las Naciones reconoció que la explotación de las ballenas era excesiva y que era necesario regular la actividad. En 1930, se creó la Oficina Internacional de Estadísticas Balleneras, encargada de supervisar las capturas, y en 1931 más de una veintena de países firmaron el primer acuerdo para la regulación de la actividad, la Convención para la Regulación de la Caza Ballenera, del que se abstuvieron dos de los principales países en la caza de ballenas en aquel momento: Alemania y Japón. Ese mismo año se capturaron 43000 ballenas.
Ya en aquella década muchas especies de ballenas estaban al borde de la extinción, aunque no fue hasta 1946 cuando apareció la Comisión Ballenera Internacional, integrada por 14 estados inicialmente. Esta se encargaría de regular los métodos de captura, las áreas protegidas o los cupos. Aún así, en la década de los años 60, se cazaban unas 72000 ballenas anualmente.
En España, el 21 de octubre de 1985 se cazó la última ballena para su comercialización en las costas gallegas. Fue ese mismo año cuando la Comisión Ballenera Internacional prohibió cazar ballenas, si bien desde entonces, varios países han desafiado la norma.
FUENTES CONSULTADAS
Burgos Conecta (2018). Japón y la caza de ballenas, una larga historia.
Dolphin Project (s.f.). Las orcas y otros delfines no pertenecen en cautiverio / Preguntas frecuentes.
Economía Circular Verde (2022). La historia internacional de la caza de ballenas.
Fischer, A. (2021). Inicia la polémica caza anual de miles de delfines en Taiji, Japón. National Geographic.
Museo Histórico Nacional (s.f.) Francisco Coloane y la caza de ballenas.
Nuño, A. (2021). La historia de la matanza de delfines y ballenas en las Islas Feroe. El Confidencial.
Océanos de Vida Libre (s.f.). Matanzas de delfines.
Rey, M. (2021). La historia de la última ballena cazada en España, el 21 de octubre de 1985. Magnet.
WWF (2009). La historia de la caza de ballenas y de la Comisión Ballenera Internacional.