Granjas de conejos

Granjas de conejos

Aunque a veces nos enfocamos en la explotación de los cerdos, las vacas o las gallinas para consumo humano, lo cierto es que hay otros muchos animales que a los que también sometemos al infierno de las granjas. Es el caso de los conejos, cuyos cuerpos sin vida no faltan en prácticamente ninguna carnicería.

Es curioso cómo los conejos despiertan odio en algunas personas que los consideran una plaga y amor en otras que conviven con ellos y los llaman «mascotas». Puede que ambos tipos de personas coman conejo en sus casas o cuando salen. La realidad es que ni los conejos ni ningún otro animal no humano son plagas y tampoco son mascotas. Y no, tampoco son comida.

Los conejos son animales sociables por naturaleza, por lo que siempre viven en grupos. En la mayoría de las grajas, estos animales viven hacinados en jaulas del tamaño de una hoja de papel A4, algo similar a lo que ocurre con las gallinas y los pollos. Y por mucho que estén acompañados por otros individuos, es imposible que en estas condiciones puedan satisfacer sus necesidades e instintos. En estas jaulas, apenas tienen espacio para moverse, para estirarse o para ponerse en pie. Tampoco tienen posibilidades de interactuar con el medio, a pesar de que también son muy curiosos por naturaleza.

En estado salvaje, los conejos necesitan algo que masticar continuamente, puesto que sus dientes nunca dejan de crecer. Esto es imposible en las granjas, lo que les provoca dolores y dificultades para comer durante las seis u ocho semanas que se les mantiene con vida antes de enviarlos al matadero. En libertad, estos animales pueden alcanzar los diez años.

El estrés y la frustración reinan en el día a día de los conejos de granja. Muchos desarrollan problemas de salud, incluidos los de salud mental. A veces, se les suministra tal cantidad de antibióticos que se pone en peligro su vida, a lo que se añaden los problemas de huesos provocados por la escasa movilidad dentro de sus jaulas o los trastornos digestivos. Además, la falta de higiene de las granjas aumenta las tasas de mortalidad de estos animales antes de lo previsto.

Diversas investigaciones han mostrado imágenes de conejos muertos en las jaulas y otros con lesiones y heridas en diferentes partes del cuerpo, algunas infectadas. A veces, las madres, que son inseminadas artificialmente unas ocho veces al año, pueden atacar a sus crías debido al estrés al que se encuentran sometidas, hasta el punto de que algunos conejitos no sobreviven. También suelen tener comportamientos impropios de su especie, como dar vueltas alrededor de la jaula o morder el alambre.

La ganadería condena a los conejos a una vida lúgubre, deprimente y aburrida, algo que no debería sorprendernos, pero nos sorprende, en países como España, que el mayor productor de carne de conejo de la Unión Europea, junto a Italia y Francia. A nivel global, China ocupa el primer puesto.

¿Y todo para qué? Como en cualquier otro tipo de ganadería, por dinero. Porque al lobby cárnico le interesa que la población consuma conejos. Pero la realidad es que no necesitamos su carne, ni la de estos ni la de otros animales.

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