Las dietas basadas en plantas son adecuadas en cualquier etapa de la vida: el embarazo, la lactancia, la infancia, la adolescencia, la edad adulta o la tercera edad. También son idóneas para deportistas de alto rendimiento. Esto no es algo que un día nos inventamos las personas veganas, sino que es reconocido por diferentes organizaciones internacionales en el ámbito de la nutrición, la medicina o la pediatría, como la Academia de Nutrición y Dietética de Estados Unidos.
Así que no. Esa contundente afirmación del cuñado de la cena familiar en la que señala que te van a faltar proteínas, que hay que comer animales para obtener vitaminas o que sin carne no se puede sobrevivir no solo es falsa, sino que tampoco tiene ningún fundamento. Pero las personas veganas estamos más que acostumbradas a escucharlo. Curiosamente, cuando sacamos a los otros animales de nuestros platos todos a nuestro alrededor se vuelven médicos y nutricionistas sin tener ni idea de nutrición. Algunos son capaces de mencionar la vitamina B12, la vitamina D o el hierro, mientras que otros solo hablan de «las vitaminas que tiene la carne» sin el más mínimo conocimiento. Pero sabemos que la ignorancia es atrevida.
Es cierto que las personas veganas y vegetarianas hemos de suplementarnos con vitamina B12, pero no porque este nutriente sea de origen animal, puesto que es de origen bacteriano, sino porque los procesos higiénicos y de seguridad alimentaria actuales impiden que esta vitamina llegue a los vegetales. Los animales en las granjas de los que se obtiene la carne tampoco tienen vitamina B12 por arte de magia, sino que se les suplementa. Por eso, tanto si comes carne como si no, te estás suplementando de esta vitamina, independientemente de que lo hagas a través de un filete como intermediario o a través de una pastilla con sabor a frambuesa.
La carencia de vitamina B12, de vitamina D o de hierro se encuentran entre las deficiencias nutricionales más frecuentes en toda la población, y solo un pequeño porcentaje de esta sigue una dieta basada en plantas, así que no hay motivos para pensar que por llevar una dieta basada en plantas tenemos un riesgo mayor.
Desde la infancia
Una alimentación vegetariana estricta correctamente planificada es adecuada para los niños, niñas y adolescentes. Y sí, muchos padres y madres veganas acuden a nutricionistas especializados con sus hijos e hijas menores de edad, pero eso no implica que la dieta de estos sea más deficiente y requiera de una mayor atención. Ojalá más padres y madres utilizaran su tiempo para acudir a un nutricionista en lugar de acudir a comer una hamburguesa a una cadena de comida rápida, a un quiosco a comprar un kilo de gominolas o al supermercado a comprar cacao soluble que más que cacao es azúcar con cereales refinados para desayunar.
Porque nadie se preocupa por los niños que comen una hamburguesa cada domingo, chuches para merendar y leche con tres cucharadas de azúcar de color chocolate para desayunar. En lugar de eso, se preocupan por los niños veganos que comen gachas de avena para desayunar, garbanzos con espinacas para comer y una manzana para merendar. Para la tranquilidad de quienes tanto se preocupan, han de saber que en la infancia vegana no está prohibido el cacao soluble, los cereales refinados o las hamburguesas y que un niño o niña que no come animales también puede disfrutar de un cumpleaños con bolsas de gominolas.
Hasta la tercera edad
El riesgo de sufrir deficiencias nutricionales puede aumentar en la tercera edad, independientemente de que las personas sean veganas o no. Sin embargo, algunos estudios han descubierto los beneficios de las dietas basadas en plantas en esta etapa de la vida, incluso para prevenir la demencia o el Alzhéimer.
En Okinawa (Japón), Nicoya (Costa Rica) o Icaria (Grecia), donde la población tiene muchas posibilidades de alcanzar y superar los 90 años con buena salud, se sigue una dieta basada en plantas en más de un 90% de forma tradicional, fundamentalmente a través de frutas, verduras de hoja verde, cereales y legumbres. Ejemplos como estos demuestran que es posible pasarse la vida comiendo vegetales, sin probar un trozo de carne y poseer una salud envidiable.
En países como España, la población de la tercera edad tiene ciertas reticencias al vegetarianismo porque lo asocian a una dieta de la época del hambre, de cuando no tenían nada. Porque la carne siempre ha sido un producto de lujo, y en tiempos de escasez, si había algo que comer, eran vegetales. Es por eso que muchos de nuestros abuelos nos dicen a las personas veganas que llevamos una dieta de pobres.
Nuestros abuelos han vivido esa escasez y también la llegada de los grandes supermercados con una masificación del consumo y abaratamiento de los productos de origen animal. Han pasado de comer lentejas con patatas a tener todo tipo de alimentos a su disposición, y cada vez más procesados, y si bien algunos son también reticentes a los ultraprocesados, han ido abandonando igualmente la dieta mediterránea.
Eso sí, nuestros abuelos son también las personas capaces de prepararnos esas lentejas sin animales que están tan ricas porque muchas de sus recetas tradicionales no incluyen carne ni lácteos.
Ojalá más hospitales, residencias de la tercera edad, comedores escolares y todo tipo de centros públicos ofrecieran menús saludables basados en plantas en lugar de macarrones con carne picada y tomate frito, carne de cerdo de segundo y yogur azucarado de postre.