Si eres una persona vegana, es probable que seas consciente de que la producción de leche de vaca no solo implica sufrimiento para los animales explotados por esta industria, sino que también tiene un enorme impacto medioambiental. Tengamos en cuenta la ingente cantidad de tierra y agua necesarias para producir las toneladas de pienso que comen las millones de vacas criadas en explotaciones, con sus consecuentes fertilizantes y pesticidas, así como las emisiones de gases de efecto invernadero procedentes de esta actividad.

Por eso, cualquier leche vegetal, independientemente de que sea más o menos sostenible, es mucho mejor para el medio ambiente que la de vaca. Los lácteos producen al menos tres veces más de gases de efecto invernadero que sus alternativas vegetales, según un estudio de 2018.

Además, la producción de leche requiere nueve veces más tierra que la leche vegetal de mayor impacto: para producir un litro de leche de vaca se necesitan unos nueve metros cuadrados al año, mientras que para las leches de soja, avena, almendras o arroz no se requiere ni siquiera un metro cuadrado; e incluso la producción de almendras con abundante riego tan solo necesita el 59% del agua que requiere la leche de vaca (628 litros para un litro de leche). Eso sí, no todas las leches vegetales son respetuosas con los animales.

Leche de almendras

Por ejemplo, para la producción de las famosas almendras de California, lugar del mundo de donde procede la mayor parte de estos frutos secos en el mercado, se utilizan millones de abejas para polinizar las flores de los árboles. Muchas veces, estas son transportadas desde otras zonas del país exclusivamente para este cometido. El elevado uso de pesticidas en los cultivos de almendros acaba con la vida de muchas de ellas. Así, en 2020 murieron 50000 millones de abejas usadas para este fin. Por tanto, la leche de almendras de esta procedencia no es que sea la mejor opción para los animales ni para el medio ambiente.

En general, los cultivos de almendros requieren 371 litros de agua por cada litro de leche, más que cualquier otra alternativa plant-based. Por contra, su uso de tierra es menor que el de otras leches vegetales.

Si te preocupa la sostenibilidad y te gusta la leche de almendras, lo más acertado será que busques una de producción local, aunque si vives en California y te preocupan las abejas, deberás prestar atención a esta cuestión.

Leche de coco

Los cocoteros requieren de poca agua para crecer y contribuyen, como otros árboles, a la absorción de CO2. Sin embargo, su cultivo se asocia con la deforestación en algunas partes del mundo, y esta vez sí, a diferencia de la soja, para consumo humano. Las plantaciones de cocoteros también se han relacionado con la desaparición de algunas especies.

Además, algunas explotaciones de cocoteros utilizan a primates para recoger los cocos, un proceso que implica capturarlos, separarlos de sus familias y mantenerlos encadenados cuando no son obligados a trabajar. Esto solo se ha documentado en Tailandia, y ha motivado a algunas empresas a dejar de abastecerse de leche de coco de esta procedencia.

Leche de arroz y de avena

La leche de arroz requiere más agua y emite más gases de efecto invernadero que la de soja o la de avena, aunque menos que la de vaca. También requiere muy poca tierra en comparación con otras leches vegetales.

La leche de avena es equivalente a la de soja en cuanto a uso de tierra y emisiones, pero su consumo de agua es el doble, aunque menor que el de las almendras.

Leche de soja

Si hablamos de emisiones de gases de efecto invernadero, la leche de soja es la que tiene un menor impacto. Su uso de tierra y agua también es más bajo que el de otras alternativas. Es por ello que la leche de soja suele considerarse la mejor para el medio ambiente.

Sin embargo, habitualmente nos encontraremos con personas que nos digan que este producto contribuye a la deforestación del Amazonas. Lo cierto es que no, la leche de soja que se comercializa en países como España y también en otros lugares no procede del Amazonas. Las tierras de cultivo para las que se han talado miles de hectáreas de selva amazónica (muchas veces para transgénicos) sirven para alimentar a los animales en granjas, entre ellos las vacas que se utilizan para producir leche. Por tanto, la leche de vaca contribuye muchísimo más a la deforestación que la de soja.

Leche de avellanas

Aunque no a todo el mundo le gusta su sabor, la leche de avellanas es una de las alternativas vegetales más interesantes para desayunos, meriendas e incluso repostería. Los árboles requieren poca tierra y agua y contribuyen a la absorción de CO2, por lo que su impacto es relativamente pequeño y mucho menor que el de otros frutos secos, como las almendras.

Leche de guisantes y otras novedades

Aunque todavía no se han realizado demasiados estudios sobre el impacto medioambiental de los cultivos de guisantes y la leche de guisantes tampoco es muy común en el mercado, se trata de una alternativa que podría estar cada vez más presente en el futuro.

Como otras legumbres, los guisantes no requieren demasiada agua y sus emisiones son muy bajas.

Otra novedad que podría acompañarnos en nuestros desayunos en años sucesivos es la leche de cáñamo, cuyo impacto sería aproximadamente un 50% menor que el de la leche de vaca, a pesar de que requiere grandes cantidades de agua (más que la avena, soja o guisantes, pero menos que las almendras). Al igual que el cáñamo, también se comercializa leche de otras semillas, como el alpiste.

Fuente: Sentient Media.