Ecológico, crudo y vegano, una experiencia personal

En ocasiones, se asocia lo ecológico a lo vegano, y esto es algo a lo que me gustaría dedicar una entrada, pero hoy me limitaré a dar mi opinión y contar mi experiencia con respecto al consumo de productos veganos, que además, son ecológicos.

Cuando me hice vegetariana, viviendo en el pueblo, básicamente comía lo que tenía a disposición: productos de temporada de mi huerto, alimentos básicos que vendían en la tiendas de la zona, y como aún no era vegana, consumía lácteos y huevos. Por aquel entonces, no me preguntaba nada acerca de la procedencia de lo que comía. Ya tenía bastante por preocuparme de poder comer cuando apenas sabía cocinar nada y dependía un poco de lo que hacía mi madre, que no siempre era plant-based.

Después, me hice vegana, y con ello, empecé a interesarme más por la nutrición, por la salud y por el origen de los alimentos, aunque mi principal motivación eran y siempre serán los animales. Pero lo cierto es que tuve una época en la que llegué a obsesionarme por comer más sano y ecológico. De hecho, recuerdo que trataba de hacer días enteros crudiveganos que nunca salían bien, o de prepararme batidos verdes que después no me gustaban nada. Tardé en darme cuenta de que eso no era para mí y de que el veganismo no tenía nada que ver con hacer dietas detox.

En aquel momento, me influía mucho lo que veía por redes sociales. Seguía a youtubers e influencers veganas que promovían todo eso: el crudiveganismo, las dietas detox y el consumo ecológico. Y yo realmente llegué a creerme que sustituir una comida por un batido de espinacas haría que mi estómago se desintoxicara, y también tenía amigas omnívoras que así lo creían. Menos mal que me dio por informarme un poco más para descubrir que todo eso era falso, porque sinceramente pienso que si hubiese prolongado demasiado en el tiempo ese pensamiento, no me habría ido nada bien y no habría tenido una buena experiencia con el veganismo, pese a que este movimiento no tenga nada que ver con lo anterior.

Además, con lo rica que es una pasta boloñesa vegana, un buen plato de lentejas o una hamburguesa vegetal con su kétchup y veganesa, ¿por qué renunciar a todo eso para beber batidos verdes o comer espaguetis de calabacín o arroz de coliflor? Y ojo, que me encantan las espinacas, la coliflor y el calabacín, pero en platos que son comida de verdad, y no en batidos o recetas crudiveganas que no me gustaban nada.

Todo esto lo cuento porque por aquella época también me obsesioné con lo ecológico y sostenible. Trataba de comprar todo sin plástico (excepto los envases de leche vegetal), de no consumir nada de empresas demasiado grandes, de comprar únicamente productos de temporada y de hacer, al menos una vez al mes, una compra cien por cien ecológica y vegana. Lo mejor de todo esto es que descubrí muchos alimentos nuevos y tiendas donde antes jamás habría pisado y en las que podía encontrar un sinfín de productos sorprendentes. También es cierto que hasta hace pocos años, era difícil encontrar una hamburguesa vegana, unas salchichas vegetales, soja texturizada, un queso vegano o un bloque de tofu que no fuesen ecológicos.

Photo by Alena Koval on Pexels.com

Lo peor fue que llegué a gastarme bastante dinero por una idea equivocada. Pensaba que solo lo ecológico era bueno y me culpaba por haber comprado unas manzanas no eco porque ese mes no tenía suficiente dinero para comprar las orgánicas. A día de hoy, me intereso más por comprar lo que realmente quiero o necesito, y me da igual si es eco o no. De hecho, muchas veces escojo la opción no ecológica para ahorrar.

Hoy sé que no porque algo sea ecológico es más sano o más vegano. De hecho, la agricultura orgánica suele utilizar abonos de origen animal, y aunque sus productos vayan con la etiqueta «vegan», quizá no todo el proceso lo haya sido. Pero ese es otro tema sobre el que todavía no rengo la información suficiente y sobre el que tengo mucho que leer y reflexionar. Por la zona donde vivo, muchos agricultores están apostando por producir alimentos ecológicos, con toda la inversión que ello conlleva, y es algo que trato de apoyar en la medida de mis posibilidades.

Estoy de acuerdo en que los químicos que utiliza la agricultura convencional no pueden ser buenos, ni para los consumidores ni para el planeta, pero también sé que hay una normativa con respecto a esto que vela por la salud del consumidor. También soy consciente de que es necesaria una transición hacia otro modelo de agricultura más sostenible, local y respetuosa con el medio ambiente, pero no somos los consumidores los culpables de la contaminación y son los gobiernos quienes deberían apostar por estos cambios y poner medidas sobre la mesa. Además, en este sistema capitalista en el que vivimos, detrás de lo ecológico también hay grandes empresas que buscan lucrarse de algo que han visto que genera demanda, aunque por supuesto, existen marcas más pequeñas y con principios que han apostado por esto.

Hubo un día en que yo me dejé llevar por lo que veía en Internet, por esa moda del crudiveganismo que parece que ya ha pasado, pero también de lo ecológico (aunque esto ya no lo considero tanto una moda porque es algo de lo que se sigue hablando porque hay realmente un problema detrás, algo similar a lo que sucede con el veganismo, que por supuesto, tampoco es ninguna moda). Hoy sigo consumiendo las mismas redes sociales, algo que me ayuda a estar más en contacto con otros veganos porque en mi entorno no hay ninguno, pero con criterio propio, y aunque sigo viendo ciertos mensajes que me recuerdan a ese pasado cercano, no me dejo llevar tan fácilmente por eso.

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